La orquesta dirigida por los hermanos Sergio y Santiago Mejía, conocida por su sonido de salsa urbana neoyorquina, tiene una profunda influencia del rock, el jazz y el reggae, y es justo esa mezcla la que ha caracterizado a una banda que en 15 años ha recorrido buena parte del mundo. La cadencia de su música, intervenida por potentes vientos y una percusión seca, hace de La 33 la mayor exponente de salsa colombiana en la actualidad.Para celebrar sus 15 años hablamos con Sergio Mejía, fundador y director de la orquesta.¿Cómo empezó la banda?La 33 empieza hace 15 años en el barrio Teusaquillo, precisamente en la calle 33 con carrera 15 en una casa grande que antiguamente era un convento. Esa casa gigante, llena de cuartos, la compró mi madre y siempre nos dejaba ir para ensayar. Los fundadores principales somos mi hermano y yo. Después de mi llegada de Canadá tenía ganas de trabajar con música latina, tanto el folclor colombiano como la salsa, y así creamos la banda. Obviamente el nombre viene por la calle 33.¿Cómo fueron los primeros conciertos en Bogotá?Los primero toques fueron en Fontibón, después empezamos a tocar en Quiebracanto, un espacio muy importante para la formación de la orquesta, ahí tocamos por mucho tiempo y muy seguido. Paralelamente dábamos conciertos en Cabaret Son que quedaba en la 60 con séptima, después llegó un sitio que se llama Casa Buenavista en la Merced, cerca a Cine Tonalá; esos sitios fueron nuestros principales refugios. Ya en 2004 sacamos el primer disco y pudimos empezar a tocar por todo Bogotá, que es gigante, desde los bares de salsa del norte, hasta los del sur como el Abuelo Pachanguero. Fue así como en unos dos años abarcamos buena parte de la ciudad con nuestra música.¿Y fuera de Bogotá?Pues a partir de esta visualización local empezaron a salir conciertos. En 2005, las primeras ciudades fueron Medellin y Cali, y en agosto de ese año, el turno fue para Ecuador, nuestra primera presentación internacional.Y sale la ‘Pantera mambo‘, su primer sencillo, para llevarlos a Europa en 2006...Sí, la ‘Pantera mambo’ tiene un éxito inmediato. Apenas sale ese disco llega directamente a Europa. Gracias a ese tema empezamos a movernos muy fuerte en el underground del viejo continente. La Pantera se mete en listados musicales muy rápido a nivel internacional. Fue muy chévere llegar, en ese año, a tres festival grandes: el Latinoamericano, que es un evento a las afueras de Milán con un cartel increíble con dos o tres meses de programación, con un artista diario, como Chucho Valdés, Los Van Van y Oscar de León. Para nosotros llegar a ese tipo de lugares era estar en las grandes ligas.Después tocamos en Bélgica en Antilliaanse Feesten, posiblemente el festival caribeño más grande del mundo y en otro que se llama Polé Polé también en Bélgica; posteriormente nos fuimos por Alemania en un contraste de escenarios, pues tocamos en bares pequeños de Berlín, Hamburgo, Frankfurt, un ejercicio muy importante. En esos meses nos dimos cuenta que estábamos muy chiquitos escénicamente, y tuvimos que empezar a trabajar en shows y escenarios más fuertes, en los que nunca habíamos tocado porque éramos un banda de bar. Fueron los espacios que nos dieron la madurez para aprender a manejar todo tipo de escenarios.Antes de eso estaban en una zona de confort, del bar a la casa, de la casa al bar. ¿Cómo fueron esos meses de intimidad en una gira internacional?Pues ahora la gira más fuerte es un mes al año. Hemos hecho otras más largas como de tres meses y sí, es delicado, porque cuando uno está de gira se aleja de la familia, del parche cercano. Cuando superas el primer mes de estar rodando por el mundo, la sensibilidad de cada miembro de la orquesta tiende a ponerse aguda, hay mucho rollo, porque pasar 70 días con 14 personas en bus es muy complicado. Lo más sano es salir un mes o 40 días, asi la pasas bien y te diviertes, es un tiempo más fácil de pilotear.¿Qué momento en particular recuerda de las giras?Nosotros siempre recordamos mucho un festival que se llama Tempo Latino, el festival de salsa más importante de Europa, un evento al que hemos ido tres veces y todas han sido increíbles, encontramos al público ideal masivo. Acá en Bogotá te puedes conectar con mil o dos mil personas y la fuerza es increíble, pero en Tempo Latino hay unas once mil personas que van a ver a La 33. La potencia puede derivar porque allá solo pueden vernos una vez al año y reúne amantes de la salsa españoles, franceses e italianos. Posiblemente es donde hemos sentido la euforia más grande en un concierto, aparte de Bogotá.Muchas orquestas han unido fuerzas con el reggaeton, ¿por qué la 33 sigue fiel a esas raíces de salsa dura y pura?Porque el reggaeton no nos gusta. Todos los géneros tienen sus cosas buenas, pero el reggaeton es una música peyorativa, es una moda que cala en un vacío, ¿será por lo sexy? No es nuestra onda realmente. Nosotros sí cambiamos y utilizamos otros géneros. Ahora en diciembre va a salir un vinilo de dos temas, que están fijados en la música colombiana, son dos porros: uno de Lucho Bermúdez y otro de Edmundo Arias. Va a salir en vinilo de 45 y en digital.Su música suena desde Hoi An, Vietnam, hasta Bombay, India. ¿Cómo llegan a esos lugares? En Asia hemos estado en Japón, India, Abu Dabi, pero es un continente que nos falta explorar un montón y que personalmente me encanta. El público asiático es muy diferente dependiendo de cada uno de los puntos. En Japón son superefusivos, en Abu Dabi son un poco más reprimidos. En Japón y la India hay un explosión muy poderosa de salsa. Digamos que la música llega a Asia como la ´Pantera mambo’ llegó a Europa, por vía de pequeños círculos salseros que encuentras en todas partes. No es que nosotros seamos superfamosos ni nada, solo que gracias al internet, YouTube -que es una gran plataforma para pequeños músicos- y a esos nichos, canciones como la ’Pantera’ pueden llegar a esos rincones.