El entusiasmo que embriagó a Roberto Cañas hace 25 años cuando se firmó el acuerdo de paz entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno salvadoreño no es el mismo que lo acompaña este lunes en la conmemoración del acto.Va con sigilo, espera respuestas y un pronunciamiento que rescate el ideal que miles de integrantes del moviento guerrillero tenían hace un cuarto de siglo cuando decidieron dar el tránsito a la vida civil y emprender la búsqueda por un mejor país."Si el presidente se limita a dar un discurso aburrido en el acto, nada que valga la pena habrá pasado. Va a ser como un esposo que lleva unos cacahuates y una soda a su esposa en la conmemoración de las bodas de plata. Se necesita un anuncio de gran calado y trasfondo", dice uno de los fundadores del FMLN y negociador de los acuerdos de paz de Chapultepec (México, 1992).Para los salvadoreños, es un año de reflexión. Han pasado más de dos décadas de la firma. El conflicto político armado se apagó, pero la violencia de las pandillas, especialmente Barrio 18 y la Mara Salvatrucha, genera muertes y es un fiel reflejo de los problemas económicos y sociales que impiden que el país prospere como se esperaba tras el silenciamiento de los fusiles. Semana.com habló con el hoy catedrático sobre lo que se ganó, lo que se perdió y las lecciones que su proceso le deja a Colombia para la implementación del acuerdo que el pasado noviembre firmaron el Gobierno y las FARC en el Teatro Colón.Semana.com.: ¿Se acabó la guerra en El Salvador 25 años después de la firma de paz entre el Frente Farabundo Martí y el Gobierno?Roberto Cañas.: Las causas estructurales que originaron el conflicto no se negociaron y no se resolvieron con la firma del acuerdo de paz. Ni siquiera 25 años después se han resuelto. La desigualdad, la exclusión social siguen estando presentes y son el caldo de cultivo de la conflictividad social que ahora vive el país. Fueron 5.000 muertos en el 2016, 14 diarios. Hay otro tipo de violencia, una delincuencial. No tenemos paz social en El Salvador después de 25 años de la firma. No es culpa del acuerdo sino que no se han resuelto las causas estructurales.Semana.com.: ¿Qué cambió entonces con los acuerdos?R. C.: Los acuerdos de paz en El Salvador fueron la reforma política más reciente de la historia del país. Se cambió el sistema electoral, el judicial, las doctrinas de las fuerzas armadas, se supeditó la defensa nacional al poder civil, se cambió la Policía y los organismos de inteligencia. Se creó la Defensoría de los Derechos Humanos.Semana.com.: ¿Cómo mutó el conflicto en El Salvador después de la desmovilización del FMLN?R. C.: Se acabó un conflicto armado que tenía una intencionalidad política. Los grupos guerrilleros insurgentes de los que hice parte buscábamos cambiar, transformar políticamente el país tomando el Gobierno, tomándonos el poder. La paz que se logró fue la política. Hoy a nadie en El Salvador lo van a matar, o lo van a ir a buscar, grupos armados vestidos de civil. Menos, sin la orden de un juez para capturarlo y desaparecerlo por ser opositor. Esa doctrina del Gobierno contra los que se oponían al mismo - contrainsurgencia- se resolvió. A nadie persiguen por hacerle oposición al Gobierno o tener un partido político de ideas de izquierda.Lo que ahora está presente es un conflicto social muy profundo. Hay 60.000 pandilleros en medio de miles de familias que orbitan alrededor de esos grupos delincuenciales. Para darle un ejemplo, hay narcotráfico, blanqueo de dólares y crimen organizado. La paz política que conquistamos hace 25 años se rompió por una paz social que no existe.Semana.com.: ¿Cuáles son esos actores que están en conflicto actualmente?R. C.: Hay una profunda conflictividad social que tiene como elemento la delincuencia, pobreza, migración y desintegración social. Los gobiernos conservadores que estuvieron dirigiendo el aparato estatal en los últimos 20 años, son claves y responsables por no haber sacado adelante al país con políticas públicas que llevaran a resolver los problemas estructurales.Otro actor es la misma población que a veces prescinde de la política, es escéptica y al no participar deja en manos de grupos que tienen intereses particulares. Finalmente, están los grupos delincuenciales. Lo publicitado con más fuerza en el exterior son las pandillas. Controlan territorialmente parte del país, extorsionan a la gente y hacen que cierren empresas porque no pueden pagar lo que les exigen. Además hay narcotraficantes, pues la ruta para la llegada de la cocaína al mercado norteamericano es Centroamérica.Semana.com.: En ese entonces, cuando firmaron el acuerdo, ¿hubo muchos disidentes del movimiento guerrillero?R. C.: No, el conflicto armado en El Salvador terminó sin una victoria militar. Sin derrotados, ni vencedores. Entonces, para la fuerza guerrillera que tenía un peso militar significativo había una correlación especial. No había debilitados y menos un grupo insurgente que estuviera en las últimas. Era un movimiento guerrillero con una fuerza militar muy robusta que casi llega a la toma del poder. Había un consenso en las fuerzas guerrilleras, por eso la disidencia fue casi inexistente. La guerra estaba empatada.Semana.com.: Usted fue uno de los negociadores del acuerdo, ¿cómo se siente después de 25 años de la firma?R. C.: Satisfecho de haberle prestado un servicio a la nación y de contribuir para hacer parte de la transformación. El acuerdo fue fundamentalmente una reforma política que posibilitó la supeditación del poder militar al civil. De que los militares se dedicaran a dos misiones: la defensa de la integridad del territorio y la soberanía nacional. El acuerdo ayudó a consolidar la independencia judicial. Los magistrados de la Corte tenían una duración que estaban supeditados a los vaivenes de los cambios de Gobierno. Me siento satisfecho, aunque sí me hubiese gustado que se avanzara más en el tema económico y social.Semana.com.: ¿A qué se refiere?R. C.: Me encataría que en El Salvador se fomente un mecanismo para la continuidad de la superación del conflicto. En Colombia a veces dicen: ‘el posconflicto‘, como si hubiera una realidad después del conflicto. No, el conflicto sigue, es consustancial a la vida social. No hay circunstancia en la que no haya conflicto. Hay posconflicto armado tal vez, que derivó en uno social.Semana.com.: ¿A que se debe el sinsabor un cuarto de siglo después de la firma?R. C.: De lo poco que se negoció, se cumplió poco. Quizá el más significativo de los vacíos es el abandono de la herramienta para solventar los problemas. La negociación demostró que la solución política negociada era el mecanismo para solucionar los problemas del país. Concertar, buscar partes y llegar a acuerdos. El Salvador no tiene definida una visión concertada de país. No tiene establecidas sus apuestas estratégicas porque no hay una herramienta como esa para buscar pactos y compromisos. Así como se resolvió el problema más difícil del país hace 25 años, que era el del conflicto armado, se debería pensar en esa misma herramienta para solucionar los actuales problemas.Semana.com.: Pareciera que son más las cosas malas que las buenas, ¿qué otra cosa agregaría a la lista?R. C.: Me deja insatisfecho que a los 25 años no se pudo desarrollar una cultura de paz. En las creencias, las tradiciones y las costumbres de los salvadoreños los conflictos no se resuelven por la vía de la negociación sino por la vía de la violencia.Semana.com.: Entonces, ¿cuál fue la gran conquista del FMLN después del acuerdo?R. C.: La fundamental es la alternancia. Era impensable en El Salvador que un grupo político o partido de izquierda ganara una elección y gobernara el país. La alternancia que era una condición fundamental de la democracia se dio, ya no sólo es una Presidencia de la República para los conservadores o un puesto destinado para los millonarios. En el país, 25 años después se dio la alternancia en un órgano Ejecutivo y llegó el FMLN al Gobierno.Semana.com.: ¿Esa transición le ha servido al país?R. C.: Hay un agotamiento del bipartidismo. El FMLN y ARENA que son las expresiones políticas más fuertes están agotadas. El bipartidismo cayó en una confrontación que no ayuda a salir adelante a El Salvador.Semana.com.: ¿En estos 25 años la corrupción ha corroído los nuevos movimientos?R. C.: La corrupción ha sido en El Salvador el deporte nacional de las élites. Por ejemplo, los últimos tres presidentes tienen investigaciones por corrupción. Uno de ellos, Francisco Flórez, está muerto pero tenía un juicio por 10 millones de dólares. El siguiente es Elías Antonio Saca, está preso por un desvío de 246 millones de dólares y el presidente Mauricio Funes, el primer presidente del FMNL, tiene una suerte de asilo político -bastante chueco- que le dio Daniel Ortega (el presidente de Nicaragua). Esto, porque el asilo no se otorga a alguien que sea investigado por delitos de corrupción. Esa problemática ha permeado la administración pública.Semana.com.: ¿Cómo ha sido el aterrizaje del FMLN a la política? R. C.: No hago parte del FMLN desde hace 22 años. De manera muy discreta me retiré de ese agrupamiento político por una serie de diferencias. El FMLN actual es un partido institucional electoral con interés de mantenerse en el Gobierno y ganar elecciones. La idea que motivó que una generación estuviera dispuesta a dar sus vidas por las transformaciones sociales desde 1980 hasta 1992 está desdibujada por una cúpula que tiene la etiqueta de la izquierda pero sus intereses son puramente estar en el Gobierno. Un partido como ese ya hace parte del sistema. No ha modificado el modelo neoliberal salvadoreño, ni la Constitución y a gritos hay que cambiarla para poder posibilitar -como en Colombia- que existan movimientos políticos con los mismos derechos que los partidos.Semana.com.: Han pasado más de dos décadas desde su desmovilización, ¿cómo le fue en el proceso de reintegración?R. C.: Esa es una de las deudas más grande del proceso negociador. La forma de la reinserción de los excombatientes es una asignatura pendiente. A propósito del 25 aniversario muchos están en la calle en protesta porque no se les resolvió lo de las pensiones a los veteranos. Veterano en El Salvador es paria, gente que está al margen de las clases sociales, olvidadas. No pudimos resolver la forma correcta de la reinserción de los excombatientes. Colombia tiene la Agencia Colombiana de Reinserción (ACR), pero otra cosa es de todo un ejército de guerrilleros. Hay que tener en cuenta que la reinserción no se resuelve de manera individualizada, sino que hay que hacer programas masivos.Semana.com.: Usted menciona la falta de gestión de los gobiernos como una de las causas que imposibilitaron que lo que quedó fijado en el acuerdo se cumpliera, ¿qué más faltó?R. C.: Faltó plata, la reintegración es cara. Se supone que hay que tener fondos de unas cantidades importantes para darles oportunidades de negocios a los excombatientes y que puedan tener las competencias para sacar adelante sus proyectos. Es caro porque hay que desarrollar unas competencias para que se incorporen a la vida civil, caro porque hay que darles fondos para que monten sus negocios. La situación no se pudo resolver por la vía fiscal y la cooperación internacional hace 25 años fue muy generosa pero en la práctica quedó en nada.Semana.com.: ¿Cree que después de 25 años se pueden llenar los vacíos de lo que no se cumplió?R. C.: Hay que ser incondicionalmente optimistas de que si se hace un trabajo permanente es posible sacar adelante el país. Después de 25 años los acuerdos se cumplieron en la parte sustantiva. No se cumplieron las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, no hay reparación moral y material para las víctimas, no se cumplió en lo económico y lo social. Hay que trabajar para que esa reparación se dé, hay que recuperar la memoria histórica como ustedes lo han comenzado a hacer. Esas son tareas pendientes que ayudarían a sacar adelante el país.Semana.com.: Pero ¿lo ve posible con el mismo acuerdo?R. C.: Estoy convencido de que El Salvador necesita otro acuerdo de país porque los que se firmaron resolvieron problemas de hace 25 años. Es como querer meter un cuadrado en un círculo. Hay que crear otro acuerdo de país que vaya hacia la búsqueda de la paz social y solventar la pobreza, la desigualdad, la exclusión.