Luis Carlos Vélez: ¿Cuál es el secreto para que su empresa sea una de las más destacadas de Colombia?

Christian Daes: Tenemos los mejores vidrios y ventanas del mundo. Nuestros precios son competitivos y estamos a tres días de distancia en barco de uno de los mercados más grandes del mundo, los Estados Unidos. Hoy somos referente global en tecnología por el trabajo de profesionales colombianos. Ahí está el secreto del éxito.

L.C.V.: Su compañía significa el modelo que muchos buscan. Producir en Colombia, exportar y vender en el mercado de Estados Unidos. ¿Cómo se logra conquistar el mercado americano?

C.D.: Haciendo productos de calidad con mucho valor agregado y creyendo en el país en el que vivimos. Tenemos la mejor materia prima del mundo, que es el factor humano.

L.C.V.: Pero no siempre hubo vacas gordas. Antes también pasaron por momentos muy duros…

C.D.: Hubo momentos en los que no teníamos para pagar ni la luz. Nunca bajamos los brazos porque en mi casa nos enseñaron a no desfallecer y si eso era inevitable se desfallecía de pie y no arrodillado.

L.C.V.: ¿En qué proyectos importantes de Estados Unidos están sus vidrios?

C.D.: Tenemos el rascacielos más alto de San Francisco, que tiene 80 pisos. Estamos en varios edificios insignia de Nueva York; en la pirámide a la orilla del río Hudson; en los edificios más altos de la zona financiera de Miami, el Paramount, Flatiron, Panorama. En los mejores proyectos de Estados Unidos hay una ventana hecha por barranquilleros y cada vez que se habla de vidrios o ventanas siempre buscan a la compañía colombiana que se llama Tecnoglass.

L.C.V.: ¿Esos edificios tienen todos vidrios colombianos?

C.D.: No solamente vidrios colombianos, sino diseño, ingeniería, tecnología y construcción de un producto hecho 100 por ciento en Barranquilla. Desde la arena hasta la fundición del vidrio. Es un orgullo para Colombia exportar más de 350 millones de dólares anuales en un producto no tradicional como son las ventanas y los vidrios.

L.C.V.: Además de ser un empresario exitoso, lo veo muy involucrado en su ciudad. ¿Tiene aspiraciones políticas?

C.D.: Mi única aspiración en política es poder votar. Aspiro a nunca aspirar porque sería, para mí, claudicar ante mis principios. A mí la política no me gusta.

L.C.V.: ¿Eso significa que si le toca lo haría?

C.D.: Eso significa que si me toca, tampoco lo haría.

L.C.V.: ¿Qué les responde a quienes dicen que usted será el próximo alcalde de Barranquilla?

C.D.: Va a ser imposible. Porque se necesita postularse y ya me postulé, pero para alcalde de Tecnoglass y eligieron hasta el último de mis días.

L.C.V.: Pero usted lleva a cabo campañas sociales grandes, ha regalado monumentos en su ciudad. Difícil creerle…

C.D.: A mí me enseñaron en mi casa y me lo reafirmaron los jesuitas en el colegio San José de Barranquilla, en donde me formé, que lo importante era dar y no recibir. La felicidad en mi familia es que nos recuerden por lo que hicimos y no por lo que teníamos, una familia que hizo mucho por el lugar en el que nacimos. Eso es lo importante.

L.C.V.: Este año usted fue muy activo en campañas sociales. ¿Cuál es la razón detrás?

C.D.: Por la pandemia y en la cuarentena repartimos más de 200.000 mercados en los sitios más vulnerables de la región. Compramos más de 2.000 toneladas de alimentos directamente a los productores en Sucre, Córdoba, Bolívar, Magdalena y Atlántico para entregar gratuitamente en muchos hogares barranquilleros, repartimos cerca de 300.000 tapabocas. Tenemos actualmente más de 250 becados en muchas universidades del país. Hicimos una campaña para ayudar a los productores de papa de la sabana del centro de Colombia ante la sobreoferta producto de la baja demanda del alimento, porque en este país muchas familias pasaron de comer tres a dos y en ocasiones, una vez al día.

L.C.V.: Se dice que usted y su familia hacen parte del poder político en la costa atlántica. ¿Eso es cierto?

C.D.: Del poder político definitivamente no. Del poder de la calidad sí. Tecnoglass, nuestra compañía, es el poder de la calidad.

L.C.V.: ¿Usted es uribista, santista o charista?

C.D.: Soy colombianista a morir. Yo voy a bordo de un avión que se llama país y observo que muchos pasajeros quieren atentar contra el piloto sin importarles que el avión se vaya a tierra, por eso me gustaría hacer un llamado a la reflexión para recordar que ese país en el que estamos a bordo se lo vamos a dejar a nuestros hijos y nietos. Ojalá paráramos tantas rencillas y nos dedicáramos a construir una nación armónica e incluyente que sirva para sacar adelante a tantas familias que lo necesitan.

L.C.V.: ¿Por qué estamos agarrados en Colombia?

C.D.: Porque es nuestro deporte favorito. En Colombia somos expertos en encontrar el punto negro de medio milímetro en una pared blanca de tres kilómetros.

L.C.V.: ¿Y en el fondo qué hay?

C.D.: Ambición, mezquindad, ansias de poder. Hay que rodear a los dirigentes, acompañarlos para que entre todos logremos sacar adelante los proyectos que beneficien en general al país y a sus habitantes.

L.C.V.: ¿Por qué se ha creado la idea de que hay tanto rechazo a los empresarios en Colombia?

C.D.: Nos hemos alejado de la política bien entendida y del trabajo social como si no tuviéramos nada que ver con ello. Es hora de darnos cuenta de que esto es un sistema y que si no les hacemos como ciudadanos la agenda a los políticos, los políticos nos la hacen a todos. Ya es hora de que el país despierte y genere empresas que les paguen bien a sus empleados, que podamos tener un superávit comercial con nuestro gran socio que son los Estados Unidos como lo tienen México, Japón, Alemania y China.

L.C.V.: ¿Y entonces qué decirles a los políticos que no creen en los empresarios?

C.D.: Ellos sí creen, pero su discurso es en negativo porque algunos piensan que de esa manera se ganan con ese mensaje a las masas. Están equivocados los que usan esa estrategia, de esta o salimos juntos o nos hundimos juntos.

L.C.V.: Usted dijo que “mandaban huevo” los que estaban de acuerdo con un incremento del 2 por ciento al salario mínimo. ¿Le falta generosidad al empresariado colombiano?

C.D.: No solamente generosidad, sino altruismo. Si una empresa se quiebra porque no puede pagarle 30.000 pesos más a un empleado, nunca hubo empresa. Necesitamos tenderles la mano a los más vulnerables, que en nuestro país son la inmensa mayoría. La pandemia nos enseñó que es hora de pensar en los demás y no solo en nosotros. Yo no estoy proponiendo un aumento del 50 por ciento. Estoy planteando un incremento gradual que vaya por encima de la inflación para devolverles la dignidad a los hogares colombianos.

L.C.V.: ¿Qué piensa de la propuesta de reducir la jornada laboral?

C.D.: A mí me gusta que la vayamos implementando paso a paso. Que la primera vez sea un día, dentro de dos años reduzcamos algo más y vamos observando el desarrollo de las empresas y cómo vamos saliendo adelante. Si nosotros somos capaces de montar empresas para exportar productos a nuestro mayor socio comercial, que es Estados Unidos, el tema del empleo y el salario se vuelve secundario porque todos estaríamos apostándole a ese gran país.

L.C.V.: ¿Le caben más impuestos a los empresarios colombianos?

C.D.: Yo no creo que sea una buena medida aprobar más impuestos porque ya estamos pagando bastantes. Hay que tratar de generar un ahorro en burocracia para no tener que subir los impuestos. El Gobierno a veces es demasiado permisivo en el gasto en las instituciones y es importante que miren hacia adentro.

L.C.V.: Algunos ven muchos nubarrones en el futuro económico y político de Colombia. ¿Usted cómo lo ve?

C.D.: Mientras insistamos en descalificar al otro en vez de sentarnos a conversar como gente decente e inteligente se hará el camino mucho más difícil. Colombia es un país que persevera y sale adelante. Estoy seguro de que esta nueva generación de empresarios sacaremos el país adelante.

L.C.V.: ¿En 2021 salimos los colombianos de la crisis del coronavirus?

C.D.: Póngale la firma.

L.C.V.: Los que lo conocen dicen que usted es un hombre siempre muy positivo. ¿Cuál es su secreto?

C.D.: La fe y la fuerte convicción de que al final somos instrumentos de Dios. Cuando más oscura se pone la noche, es porque pronto va a amanecer.