Durante muchos años sus jefes consideraron a José Irizarry una de las grandes estrellas de la agencia estadounidense DEA. Este hombre, de padres dominicanos, catapultó su carrera cuando lo enviaron a Colombia. En el país participó en incautaciones de droga y capturas de narcos que le generaron un ascenso: lo nombraron al frente de la oficina en Cartagena. Sin embargo, detrás de esa imagen de superagente todo parece indicar que simultáneamente trabajaba para el crimen organizado. La agencia de noticias Associated Press (AP) reveló el caso la semana pasada y se convirtió en un nuevo escándalo para la DEA. El episodio anterior había ocurrido en 2015 cuando la directora general de esa entidad, Michele Leonhart, tuvo que renunciar a su cargo al descubrir que una docena de agentes en Colombia estuvieron en fiestas con prostitutas y recibieron regalos de narcos colombianos. Sin embargo, el reciente caso parece mucho más grave. Y no es para menos. Le puede interesar: El exagente en Colombia considerado la "mancha negra" de la DEA De acuerdo con la investigación, Irizarry creó supuestas operaciones encubiertas, mediante empresas fachadas, supuestamente para capturar narcos. Los investigadores descubrieron que justamente esas fachadas le sirvieron para lavar hasta 7 millones de dólares de narcotraficantes y contrabandistas amigos suyos. Según la AP, las autoridades creen que entre los beneficiados está un personaje llamado Diego Marín, a quien definen como “el rey del contrabando en Colombia. El hombre importa contenedores llenos de aparatos electrónicos y ropa, adquiridos con dólares del narcotráfico, que vende en mercados callejeros que ofrecen artículos de contrabando a bajos precios”. Vea también: Capturan a seis extraditables presuntamente vinculados al Clan del Golfo Algunos detalles del caso salieron a la luz en el juicio por estos hechos en Tampa, Florida, cuando un exinformante de la DEA, Gustavo Yabrudi, de nacionalidad venezolana y estadounidense, se declaró culpable de lavado de dinero y contó los pormenores de la operación. Para empeorar las cosas, ahora las autoridades descubrieron que Irizarry entró a la DEA a pesar de que no pasó al menos tres veces la prueba de polígrafo. Incluso que esa agencia sabía que en 2010 se declaró en bancarrota con deudas por 500.000 dólares, una suma que difícilmente podría explicar un servidor público. Otra señal de alerta sobre las actividades non sanctas del agente estrella, también ignorada por la agencia antidrogas, tenía que ver con el ostentoso estilo de vida que llevaba en la Heroica. Allí compró una casa, adquirió un costoso Land Rover y viajaba frecuentemente a Europa en primera clase con maletas Louis Vuitton y un reloj de oro Hublot, algo claramente incompatible con sus ingresos oficiales. Además, eran bien conocidas las grandes fiestas que organizaba en yates con prostitutas, a pesar de la prohibición de estas actividades tras el escándalo de 2015. Puede ver: Lo de Santrich y la DEA En 2017 el FBI y el Departamento de Justicia enviaron investigadores a Colombia por varias sospechas. Encontraron que algunos de los grandes éxitos del agente afectaban justamente a los rivales de su amigo Marín. La DEA trasladó a Irizarry a Washington a finales de ese año y repentinamente renunció a su cargo. Desde entonces se desconoce su paradero. Por ahora, este episodio vuelve a tender un oscuro manto de duda sobre las actividades que desarrollan algunos agentes de la DEA en Colombia, y confirma de nuevo la capacidad de corrupción del narcotráfico. El caso está en su etapa inicial y, sin duda alguna, dará mucho de qué hablar en las próximas semanas.