El viernes, Medellín cumplió 14 días de aplicar su protocolo de alerta ambiental por contaminación del aire. A partir del 11 de marzo agudizó las medidas, que habían empezado con un pico y placa para seis números durante nueve horas al día. Pero el panorama no terminó de mejorar. Sin embargo, el alcalde Daniel Quintero decidió que a partir del 16 de marzo todo volverá a la normalidad para evitar que la gente se aglomere en el transporte público. De fondo quedó resonando la pregunta: ¿la calidad del aire tiene solución? Cerca de la avenida Oriental con la calle Playa, uno de los puntos más congestionados y de más contaminación de los paisas, un hombre que vive de cuidar carros se quejaba de las medidas de pico y placa: “Nos van a dejar sin plata, no me he hecho más de 5.000 pesos y es mediodía”. Su lamento refleja lo que gran parte de la ciudadanía no entiende: la contaminación puede matar y, a la larga, provocar más problemas económicos que las medidas para mitigarla. Justo en 2019, un estudio de la Universidad Nacional y de la Contraloría de Medellín reveló que al año morían unas 4.500 personas por enfermedades asociadas a la contaminación, un problema más mortal que el coronavirus.

Pero este año la situación parece más difícil, pues los paisas han visto los reportes del área metropolitana con asombro. Pese a las fuertes decisiones, el aire no ha mejorado, según las estaciones de medición del Sistema de Alerta Temprana (Siata) del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA). En efecto, todos los días las estaciones marcaron una calidad del aire, por lo menos, dañina para grupos sensibles: niños, mujeres embarazadas, adultos mayores y personas con enfermedades respiratorias. La contaminación ya no solo preocupa a Medellín, que desde hace cinco años lucha por superar las crisis que sobrevienen cada tanto. En Bogotá, la situación no ha sido tan alarmante, pero las malas condiciones del aire se han mantenido. Según la Alcaldía de la capital, muestran más problemas las estaciones Carvajal, Sevillana y Móvil Carrera Séptima, por lo que hasta el viernes mantenía la alerta amarilla. “Las otras 11 estaciones han presentado condiciones moderadas. Durante las últimas 24 horas se han presentado algunas excedencias en unas estaciones, sin llegar a niveles significativos de contaminación”, informó la Alcaldía distrital.

Daniel Quintero, alcalde de Medellín. Dadas las dinámicas de las estaciones de monitoreo, la administración decidió mantener la alerta amarilla en todo el Distrito. Según las autoridades de las dos ciudades, la crisis ambiental no solo se debe a los carros o a las fuentes fijas –chimeneas, fábricas, calderas–, sino también a los incendios que azotan la región. En un comunicado, la Secretaría de Ambiente de Bogotá notificó: “Los cambios en los regímenes de vientos, el transporte de material particulado producto de los incendios forestales que se presentan en los Llanos Orientales, la Orinoquia y el Valle del Magdalena son los factores externos que podrían influir negativamente en la calidad del aire de la ciudad. Los satélites que miden la radiación de los incendios han detectado dos grandes puntos calientes en el Magdalena Medio: el primero cerca de Barrancabermeja, y el segundo cerca de Mapiripán. Además, un incendio de grandes magnitudes en Barinas, Venezuela”.

Al comienzo de la crisis ambiental en Medellín, el AMVA alertó que, en gran medida, los problemas en la calidad del aire se debían a los incendios forestales, aunque muchos tomaron el argumento como un mal chiste. María Victoria Toro, líder de Estudios Atmosféricos de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), sede Medellín, le confirmó a SEMANA que las conflagraciones en el país y en Venezuela, sumadas a los fuertes vientos, trasladan una nube de humo y material particulado a las ciudades, donde Medellín es especialmente sensible por su topografía. “Hace unos meses estábamos en alerta por lo que sucedía en Australia, ahora nos está pasando algo parecido, pero nadie dice nada”.

Medellín tiene un problema aún mayor que el de Bogotá por la forma del Valle de Aburrá. Sin embargo, el alcalde levantó la medida extraordinaria.  Carolina Urrutia, secretaria de Ambiente de Bogotá, le dijo a SEMANA que no tiene ninguna duda de que el peor problema ambiental de la capital es la contaminación del aire: “Tenemos muchos problemas ambientales molestos, pero ninguno mata. La calidad del aire mata, en promedio, a 2.000 personas al año en Bogotá. En el país son 8.000. Ambas cifras son del Banco Mundial”. Según Urrutia, las medidas estructurales que necesita la ciudad van a requerir cambios de hábitos y sacrificios. “Las industrias y los modos de transporte que no pueden hacer la transición hacia tecnologías limpias tienen que entender que su tiempo de operación tiene límite. Las restricciones tienen que ir de la mano de mecanismos e incentivos a la transición, pero tienen que ir. Los individuos vamos a tener que bajarnos de los carros poco a poco, en la medida en que el transporte público sea más limpio y efectivo. Y en eso el Distrito va avanzando: este año reemplazamos por buses limpios el 30 por ciento de la flota del SITP provisional y el año entrante el 70 por ciento restante, para que quede ciento por ciento limpia. En septiembre de este mismo año el 72 por ciento de la flota troncal de TransMilenio quedará renovada”. Por su parte, Medellín ya comenzó la transformación del sistema de transporte público, tiene una flota de buses eléctricos circulando por la ciudad y aplica un plan de atención para las crisis ambientales, que algunos critican por tibio, mientras que otros lo consideran desmedido. Y esta semana comenzó a aplicar una serie de medidas. Entre estas, EPM ofrecerá bicicletas eléctricas y entregará créditos para comprarlas; las ladrilleras deberán cambiar sus procesos y usar gas; los carros de la administración deberán pasar a usar ese combustible y los nuevos con electricidad, así como los buses; desde el 21 comenzarán a sembrar 70.000 árboles; y la ciudad construirá una ciclorruta de norte a sur. Hace cuatro años, cuando el entonces alcalde Federico Gutiérrez tuvo la primera crisis ambiental, aplicó un pico y placa agresivo de nueve horas durante varios días. Sin embargo, a mitad de camino, después de una reunión con los gremios decidió levantar la medida, pues le parecía que la crisis era cosa del pasado. Este episodio sirve para ilustrar lo que sucede hoy con las administraciones que se atreven a soluciones drásticas y de corto plazo para no enfermar a los ciudadanos: reciben reprimendas de los sectores económicos. Carlos Pineda Osorio, director de Fenalco Antioquia, pide pensar en los problemas que enfrenta la economía: “Las medidas de pico y placa ambiental implementadas han afectado el comercio, sobre todo por la metodología, pues toman las decisiones a las cinco de la tarde para que empiecen a regir al siguiente día a las cinco de la mañana. A esto se le suma que las medidas se cambian cada dos días. Todo es muy complicado”. Fenalco y transportadores fueron los primeros en poner el grito en el cielo con el pico y placa de las 12 horas diarias. Para Pineda, “podríamos pensar otro tipo de medidas que permitan una afectación menor, (...) que la ciudadanía cambie sus hábitos, pero no prohibiendo”. No obstante, la ciudadanía difícilmente cambia sus hábitos. En Medellín, cuando el pico y placa empieza a las cinco de la mañana, el trancón arranca a las cuatro. Daniel Suárez, activista que participa en la mesa técnica ambiental, cree que haber levantado el pico y placa por el coronavirus es una decisión riesgosa: la pandemia encara riesgos, pero la contaminación también es un peligro. Por otro lado, celebra la iniciativa de declarar la crisis climática en la ciudad. Pero insiste en que el camino es largo y difícil de concertar.