Alejandro Gaviria, exrector de la Universidad de los Andes, es una de las fichas clave del centro político para estas elecciones. Académico, profesor, economista y creyente en la ciencia, dice basar su carrera en la evidencia. En esa línea, siempre se ha categorizado como alguien que no cree en los extremos, que los considera dañinos y que siente que la salida está en el medio.
Por esto, el también exministro de Salud es parte de la coalición Centro Esperanza junto a figuras como Sergio Fajardo. Sin embargo, como estrategia en medio de la recta final por la disputa de la candidatura única, Gaviria descarta por tibio a su compañero y saca pecho como el candidato que sí tiene posturas claras sobre lo apremiante.
Así lo señaló en una entrevista con María Isabel Rueda para El Tiempo, en la cual usa directamente el calificativo que muchos instrumentalizan para ofender a Fajardo.
“Yo no soy tibio. Siempre he tenido posiciones. Mi país conoce muy bien lo que yo pienso, y lo que creo se debe hacer. A Sergio le ha faltado tomar posiciones claras sobre algunos temas claves de este país”, aseveró, en una declaración que generó fuerte disgusto entre sus compañeros de coalición.
Desde ese golpe a su propia alianza, se ha visto material publicitario en redes sociales que destaca como atributo que Gaviria no es tibio. “Soy del centro, pero no soy tibio”, dice el afiche virtual que invita a votar por él el próximo 13 de marzo.
En cambio, se viene calificando a sí mismo como el único con ideas liberales, el verdadero progresista y quien propone una agenda de reformas para el país.
Sin embargo, esto no siempre ha sido así. En un centro tan homogéneo como desgastado, en el que todos pretenden destacar como responsables y moderados, Gaviria quiere hacer la diferencia con un atributo que nunca le ha pertenecido.
En su página web oficial, donde desde hace tiempo publica reflexiones, escribió una titulada “YO SOY TIBIO”, en mayúscula sostenida y con fecha del 26 de febrero de 2018. En la misma, enumera diez características que lo hicieron, en su momento, definirse con la palabra que utilizó contra Fajardo.
“Intento mantener cierta provisionalidad en mis opiniones, cierta maleabilidad de pensamiento”, fue el primer punto, el cual desmiente las posiciones que dice tomar.
En esa misma línea, sigue estableciendo puntos medios en varios temas. Como noveno punto, también habla sobre que no se hace “muchas ilusiones” con la política. “Las adhesiones políticas no deberían ser una pasión desbordante”, aseveró quien ahora busca activamente apoyos para respaldar su aspiración presidencial.
Finalmente, reconoce la unión entre lo tibio y el centro. “Sé que la tibieza es una posición precaria. A todos nos atraen los extremos”.
Y no es solo cosa del pasado. Hace no mucho, cuando aún se debatía entre ser académico y presidente, repitió que era tibio en un trino. “Soy tibio. Odio los violentos”, dijo en mayo del año pasado. En octubre de 2020, dijo que era “liberalmente tibio” en esta misma red social.
Pero sí mantuvo una posición
Uno de los señalamientos a Fajardo fue tildarlo de “fundamentalista moral” cuando se enfrentaron con la polémica propuesta por Íngrid Betancourt que puso a Gaviria al filo de tener que renunciar a apoyos de personas que vienen de sectores tradicionales.
“Pero mire que hoy, el partido ASI, que lo alaba, está haciendo alianzas con Cambio Radical y con otras organizaciones que lo quieren apoyar. Ese tipo de fundamentalismo siempre termina siendo contradictorio”, agregó el exministro para El Tiempo.
Nunca ha estado a favor de este tipo de acciones y, en una columna de opinión publicada en El Espectador, calificó de esta manera a Antanas Mockus, faro moral del centro político colombiano.
En 2018, mientras Gaviria seguía siendo ministro de Salud de Juan Manuel Santos, acusó al excandidato presidencial de imponer parámetros morales que personalmente no cumple.
“Uno podría criticar a Mockus por predicar un purismo que él no practicó cuando decidió traicionar a sus electores por una vanidad personal. Mockus no salió de su primera alcaldía por la puerta de adelante. Lo hizo por la puerta de atrás, en busca de un atajo apresurado hacia la Presidencia”, aseveró en la columna.
A pesar de que Gaviria traicionó a su “yo” tibio de 2018, es claro que se trata de una postura distinta dentro de un centro purista en el que ahora Carlos Amaya es objeto de reclamos. Como el exrector tituló en el libro que publicó en 2016, alguien tiene que llevar la contraria.