Desde que llegó al gabinete de Gustavo Petro, el exministro Alejandro Gaviria parecía un crítico al interior del Palacio de Nariño. No tanto por lo que decía en su cargo como jefe de la cartera de Educación, sino por lo que había dejado escrito o dicho en el pasado. Hay un video que hoy parece haber relatado tal cual lo que sucedió. Gaviria habla con desparpajo en una entrevista con Juanpis González sobre lo caótico que sería un gobierno del líder de la Colombia Humana.
“Yo le puedo describir como va a ser el Gobierno de Petro ¿Quiere que se lo explique?...El primer año él nombra un buen gabinete de unidad nacional, no lo logra cohesionar, pasan 6 u 8 meses y no pasa mucho, se le desbarata el Gobierno y Petro comienza a tuitear como loco y básicamente, ese es el conflicto que se crea de manera permanente y la agenda del país girando alrededor del Twitter de Petro y no se hace nada”, dice.
Al final concluye: “Yo dije hace poco que me daba más miedo la inacción que la acción en un Gobierno de Petro”. Era claro que el alto funcionario no estaba necesariamente de acuerdo con las propuestas de su jefe.
Pero había sido aún más duro con su colega, Carolina Corcho. Tras 5 años al frente del sector salud, Gaviria veía con asombro las propuestas de la ministra, una médica radical que le había hecho oposición cuando él estaba a cargo de esa cartera. En esa posición, Gaviria la había acusado de entregar información falsa en medio de la pandemia.
Antes de que Gustavo Petro ganara la presidencia, el nombre de la psiquiatra Corcho ya causaba escozor. La entonces miembro de la Federación Médica Colombiana había sacado de casillas a los más conciliadores. A Alejandro Gaviria, hoy su compañero de gabinete, lo desencajó. Corcho, quien tenía una virulenta cuenta de Twitter, aseguró que en el país habían “fallecido por mortalidad evitable un millón trescientos mil colombianos entre 1998 y 2010″.
Gaviria le reviró duramente y la acusó de tener mala fe. “Resulta increíble las estupideces que se dicen en los debates sobre el sistema de salud. La falta de cualquier intención de honradez intelectual es inquietante. La mentira como principio”, le escribió enfadado. El entonces ministro de Salud, Fernando Ruiz, salió a desmentir las cifras.
En el sector salud, este momento era muy conocido. Y, por eso, muchos se preguntaban cómo podía convivir Gaviria en los consejos de ministros con una reforma de la magnitud como la que Corcho tenía en marcha, con el aval del presidente Petro.
La molestia, sin embargo, se hizo público de manera rápida. El país conoció un documento que Gaviria expresaba su profundo desacuerdo con la reforma a la salud. “Puede hacer daño. Mucho daño”, decía el escrito.
Era un texto escrito desde el corazón y el estomago. “Todo esfuerzo reformista debe empezar por un diagnóstico, por un análisis de lo que funciona y no funciona, por una evaluación de las capacidades y las heterogéneas realidades territoriales. Esto no ha ocurrido con la reforma a la salud que ahora se propone”, decía.
A línea seguida, afirmó que se insinuaba que la mayoría de los problemas se originan en la administración privada y pública. “Como si eliminar las EPS fueran una solución a los problemas de insostenibilidad financiera, corrupción y desigualdad territoriales”, sostuvo.
Argumentó que los problemas financieros existen en todos los sistemas de salud. “Los sistemas públicos europeos están al borde de la quiebra. El subsistema colombiano del magisterio (que no tiene EPS) enfrenta también grandes dificultades financieras y tiene, en comparación con el régimen contributivo, tres veces más quejas por 1.000 afiliados. Lo mismo ocurre con el subsistema de las Fuerzas Armadas”, agregó Gaviria.
En ese sentido, indicó que la experiencia de Colombia “con pagadores únicos ha sido desastrosa. Lo fue con la llamada libre adscripción del Seguro Social en 1996, lo fue con los recobros directos del Fosyga por la atención a la población desplazada en 2001, lo fue durante la década pasada con los pagos de las secretarías de Salud por los servicios No pos del Régimen Subsidiado”, detalló.
Asimismo, rememoró los casos de corrupción originados en distintos territorios como los carteles de la hemofilia, el VIH, enfermos psiquiátricos, entre otros. “Todo esto podría repetirse a una mayor escala con la actual propuesta de la reforma”, concluyó en el quinto párrafo del documento.
Respecto a uno de los puntos en los que más se ha insistido desde la administración de Corcho está el mejorar el acceso de los habitantes de zonas rurales. Como análisis, Gaviria reconoce las brechas y admite que “deben corregirse”. Pero asegura que la reforma plantea “una forma extraña: destruir lo que funciona en las ciudades para supuestamente arreglar lo que no funciona en las zonas rurales”, añadió el economista de profesión.
En la mitad del texto filtrado, el ministro de Educación resaltó por lo menos siete puntos buenos del sistema de salud del país.
“Hay mucho que conservar del sistema actual. Casi todos los hogares están protegidos financieramente: una enfermedad no implica una quiebra familiar, ni obliga a la liquidación de activos. Un puñado de hospitales están entre los mejores de la región. Los sistemas de información se han sofisticado como resultado de décadas de trabajo. El manejo de muchas enfermedades crónicas es ejemplar. En los mejores hospitales privados se atienden personas de todos los orígenes socioeconómicos. En fin, el sistema actual es producto de treinta años de innovación y trabajo colectivo. Destruirlo sería un suicidio”, dijo.
Desde ese documento se decía que la continuidad de Alejandro Gaviria dependía de que se hicieran ajustes a la reforma a la salud. Eran muchos puntos los que él había tratado, pero esencialmente una linea que el presidente había dicho era roja para él: que el sistema fuera mixto. Es decir, que no se eliminarán las EPS y se pasara a un sistema totalmente estatal en la prestación del servicio a la salud.
Después de su documento individual se conoció uno colectivo, en el que Gaviria firmaba con sus otros colegas senior del gabinete, la ministra de Agricultura, Cecilia López (que fue directora del Seguro Social) y el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo. A pesar del valor que tenían los reparos por parte de tres pesos pesados del gabinete, el presidente no modificó la reforma.
La salida de Alejandro Gaviria se dio en ese contexto. “Este Gobierno del cambio no va a renunciar a reformar para mejorar la salud, las pensiones y las condiciones laborales justas para todos los colombianos y colombianas. El objetivo es simple, los cómos y los medios complejos: buscamos simplemente que cualquier enfermo sea atendido y que se prevenga la enfermedad, que cualquier persona de edad tenga un bono pensional, que cualquier trabajadora tenga estabilidad laboral”, dijo el presidente en su alocución de prensa.
Después agregó: “Agradezco los servicios prestados por los ministros Alejandro Gaviria, María Isabel Urrutia y Patricia Ariza, con sus aportes han contribuido a enriquecer el debate y a iniciar los cambios por los que votó el país. Y los invito a que desde el lugar donde estén nos ayuden a construir este pacto social”.
Gaviria es el primer ministro de los inconformes con la reforma que se va del gobierno, pero muchos anticipan que podría no ser el único.