La preocupación es evidente: los narcos que lideraron organizaciones criminales y fueron extraditados entre 2010 y 2016 a Estados Unidos encontraron un verdadero negocio y la vía para reciclar sus aparatos criminales valiéndose de su paso por cárceles federales. Se ríen de la frase que en otras épocas cantaban como himno traficantes de la vieja guardia: mejor una tumba en Colombia que cárcel en Estados Unidos.
Los narcos extraditados regresaron al país tras pagar sus condenas, pero no llegaron con la maleta vacía. SEMANA tiene en su poder documentos, archivos de inteligencia y seguimientos de investigadores de la Policía y la Fiscalía, que permitieron identificar un verdadero cartel de los deportados.
La verdad tras esas extradiciones, luego de una radiografía desarrollada por la Dijín, permite ver el negocio redondo que encontraron en su paso por penales estadounidenses. En diálogo con SEMANA, el general Fernando Murillo, director de la Dijín, dijo que recibieron beneficios por colaboración materializados no en confesiones, sino en negocios con sus rivales del narcotráfico. Pagaron las condenas, se aliaron con organizaciones criminales del exterior –especialmente con carteles mexicanos–, conocieron la dinámica de las investigaciones y aprendieron a manejar las leyes a su acomodo.
Extradiciones en cifras
A partir de 2010 a la fecha, de acuerdo con el ministro de Justicia, Wilson Ruiz, desde Colombia han sido extraditadas 1.468 personas por delitos relacionados con narcotráfico, y mensualmente regresan entre 20 y 30 deportados, la mayoría después de pagar condenas por ese delito. “Cuando se anuncia una deportación, se genera una alerta de la DEA para que las autoridades colombianas los pongan en el radar”, señalaron los investigadores. Han cambiado su forma de operar: son menos excéntricos y se mimetizan con mayor facilidad en el mundo empresarial.
Según los informes de inteligencia, tratan de llevar una vida modesta, lejos de los lujos que en otro momento los delataron; pero bajo la mesa ofrecen esas redes que construyeron en las cárceles de Estados Unidos a organizaciones criminales, como el Clan del Golfo: nuevas rutas, más socios y estrategias para completar el tráfico de drogas. La oferta es tentadora y los narcos lo saben, por eso se meten al juego nuevamente.
Juego doble
Los informes indican que algunos narcos deportados mantienen contacto con autoridades norteamericanas y, mientras entregan información de otras organizaciones rivales, reciben beneficios por partida doble: sacan a la competencia del negocio criminal y conservan la fachada de colaboradores de la justicia, “o que han pagado su condena en Colombia y que después de su paso por los establecimientos penitenciarios, continuaron dinamizando el negocio de las drogas ilegales”, dice el documento reservado de la Dijín.
Esa es la historia, de acuerdo con los reportes judiciales, de un narco deportado conocido con el alias del Guajiro, asesinado hace un par de semanas en un supermercado en Barranquilla. Los informes de inteligencia conocidos por SEMANA indican que siguió delinquiendo y, al mismo tiempo, era un soplón de la DEA. Su doble militancia entre la justicia y el crimen motivaron la orden de asesinarlo, que salió de otro traficante deportado en sala de espera para su nueva extradición.
La trama criminal detrás de estos narcos deja ver cómo se reciclan y perpetúan en el negocio. El Guajiro y la Silla no son caras nuevas para la delincuencia en la costa Caribe, los dos fueron lugartenientes del temido exparamilitar Hernán Giraldo, reconocido como violador de menores. El Guajiro está muerto, la Silla, a punto de ser enviado a Estados Unidos en extradición, Giraldo regresó al país, y hay temor porque puede llegar a liderar los reductos paramilitares de la región agrupados en los Pachencas.
La lista del cartel de los deportados es larga. Inteligencia de la Policía tiene definido el derrotero que diseñaron estos reincidentes. “Adquieren experiencia, hacen socios y amigos mientras pagan sus condenas en el exterior, luego regresan y forjan nuevas alianzas, se enfrentan entre organizaciones y generan hechos de violencia”, dice el general Murillo.
En alerta
El informe de inteligencia revela que hay una alerta del Gobierno de Colombia y la Embajada de Estados Unidos por este fenómeno. “El cumplimiento de su condena no es impedimento para que regresen a sus zonas de injerencia”, añade. El cartel de los deportados modifica sus comportamientos de forma periódica para evadir el seguimiento de las autoridades. De acuerdo con los documentos reservados, eso causa “mayor dificultad en las labores investigativas y de inteligencia”.
De esta nueva generación de narcos, hay al menos siete que fueron deportados y que están en el radar de la Dijín, algunos ya capturados y con maleta lista para una ‘reextradición’. Son casos identificados y judicializados en los últimos meses, que no solo confirman las preocupaciones de Colombia y Estados Unidos, sino que anticipan una lucha violenta por el control, la distribución y las rutas del narcotráfico.
Ajustes de cuentas
“Los ajustes de cuentas, los casos de sicariato y violencia en algunas capitales del país como Medellín, Cali y Barranquilla son la consecuencia de ese reacomodo de las organizaciones criminales que defienden el espacio que ganaron cuando a los narcos los extraditaron”, agrega el informe de la Dijín.
En ese listado del cartel de los deportados, incluido en los documentos reservados, aparecen personajes que en su momento llamaron la atención de la opinión pública, y mientras su extradición fue noticia, su regreso al país se mantuvo en secreto. Alias Guacamayo, extraditado en 2013, regresó a liderar la llamada Gran Alianza, narcos que disputan el poder con otras organizaciones. Fue recapturado el año pasado después de realizarse diez cirugías plásticas.
La mayoría de los integrantes del cartel de los deportados son considerados narcos puros. Así lo explica un investigador de la Dijín: criminales que se dedican exclusivamente a buscar nuevas rutas y enlaces en el exterior para completar la cadena del narcotráfico, “tienen contactos con los carteles mexicanos, en Europa y Asia. Conocen las formas de investigación, incluso se anticipan a seguimientos”.
Modus operandi
En los documentos quedó plasmado el modus operandi actual. Son estrategias criminales para ocultarse y burlar las autoridades, “no ostentan joyas ni vehículos lujosos y viven en barrios de estrato medio alto. Evitan el uso de movimientos financieros, redes sociales o comunicaciones telefónicas”.
Los informes de inteligencia dan cuenta de cómo estos narcos pagan a programadores para que desarrollen aplicaciones móviles temporales a fin de sostener conversaciones privadas con familiares y otros socios de crimen: “Hemos detectado casos donde estos narcos ordenan el diseño de juegos en línea y a través de los chats de esos juegos logran comunicarse”. Una estrategia creativa ya identificada, pero que confirma que el cartel de los deportados no es solo un grupo de delincuentes que retomaron su actividad criminal, se trata de una verdadera reorganización de estas estructuras que se creían extintas.
Hace poco y tras revelar la matriz de colaboración del mayordomo en el caso del exembajador Fernando Sanclemente, se conoció que, más allá de si hay o no responsabilidad del exdiplomático, tras los laboratorios encontrados en la finca estaba una organización criminal liderada por un narco que fue extraditado a Estados Unidos, regresó en calidad de deportado y decidió resucitar la actividad delictiva.
Desde la Dijín advierten que tienen identificados a estos narcos, algunos con tiquete para repetir extradición. Sin embargo, los investigadores aseguran que ahora el asunto no será tan simple, y las rebajas de pena no estarán a la orden del día.