Habana y Miel, dos perritas criollas que fueron adoptadas, seis meses atrás, por una familia en el barrio Rosales, norte de Bogotá, murieron el pasado 28 de agosto. La más pequeña entró al apartamento con malestar, buscaba la manera de decirle a su dueña que sentía un dolor insoportable, “gritaba y lloraba mientras daba vueltas”, describe la mujer que les brindó un hogar. Miel empezó a convulsionar, inmediatamente la llevaron a una clínica veterinaria. Por más que corrieron, su mascota llegó sin vida.

Destrozados, le dieron la noticia a su hija, y en ese momento se repitió la escena con Habana. Aunque llegó con vida a la clínica, los esfuerzos fueron insuficientes y esa misma noche falleció. ¿Por qué murieron las dos el mismo día y con síntomas similares? La única explicación es que ambas hubieran injerido un alimento que las envenenó.

Todo sucedió una tarde de domingo, mientras jugaban en el parque Gustavo Uribe, en la localidad de Chapinero, pasadas las cuatro de la tarde. Las soltaron para que corrieran libremente por el espacio verde. Una hora después regresaron a casa y antes de entrar la noche, las mascotas pidieron salir de nuevo. Les abrieron la puerta para que estuvieran en el jardín del conjunto residencial donde viven. Pasaron unos minutos cuando ocurrió el relato que hacen a las autoridades y médicos veterinarios una y otra vez.

Esta escena, al parecer, la han vivido varias familias que sacaron a pasear a sus perros en diferentes parques de la ciudad, según advierten los mismos veterinarios. “Alerta máxima, el parque El Virrey de nuevo está lleno de veneno y está intoxicando perritos (…) Un paciente nuestro está en estado crítico y ayer lastimosamente falleció otro”, dice uno de los mensajes que empezaron a circular en redes sociales. Sin embargo, oficialmente no hay cifras. En la Fiscalía y la Policía aseguran que no hay denuncias por envenenamiento. En realidad, para poder instaurarlas hay que tener la certeza de que murió por esa causa, y eso solo se logra con una necropsia, y los dueños de las mascotas no quieren tener ese dolor.

El intendente Yury Piamba, jefe de la Policía Ambiental de Bogotá, al igual que investigadores de la Dirección de Protección y Servicios Especiales, han identificado que las muertes de las mascotas en circunstancias parecidas se dan por múltiples razones. Entre ellas, porque personas intolerantes al ver que los animales, algunos deambulantes, hacen sus necesidades cerca de sus casas, dejan tirados alimentos con veneno para ratas, esas sustancias coagulan la sangre en cuestión de segundos. Otros trituran vidrios y lo revuelven con comida, lo que causa una destrucción intestinal y el perro padece fuertes dolores.

En zonas rurales se ha conocido información de homicidios masivos de perros, como en el caso de la localidad de Ciudad Bolívar, cerca de un botadero de basura. Allí el problema nace a raíz de que algunos tenedores de mascotas, cuando ven que su canino envejece o les limita sus actividades como viajes, deciden abandonarlos en ese sector. El hambre genera jaurías que van a buscar pollos o cabras en las fincas para alimentarse. Meses atrás, la comunidad habría hecho un pacto de silencio para envenenar a todos los perros que no tuvieran dueño. Efectivamente, al siguiente día aparecieron dos animalitos muertos, fueron los únicos reportados porque tenían hogar. “Fue una especie de daño colateral”, dice en anonimato uno de los testigos. De los otros perros, casi 20, no se volvió a saber nada, pero tampoco volvieron a atacar las granjas de la región. Sin denuncia, para las autoridades es difícil avanzar en las investigaciones.

Las localidades que más afrontan este fenómeno son Ciudad Bolívar, Usme, Bosa, Kennedy, San Cristóbal y Suba. | Foto: Karen Salamanca

En otros casos no son intencionales los homicidios, pero se dan por ignorancia. El uso de insecticidas en las esquinas de la casa, como lo es el conocido alcanfor, unas pastillas blancas que dejan en las viviendas para alejar a las cucarachas, pueden generar la muerte en perros y gatos. Otras de las técnicas mal usadas y prohibidas es el uso de azufre. Se conocen casos en los que familias aplican estas sustancias en los andenes y antejardines, convencidos de que el olor evitará que los perros lleguen a orinar ahí. En realidad los están envenenando. Por eso recomiendan aplicar creolina o limpiadores de aseo, que con su aroma alejan al perro sin correr el riesgo de intoxicarlo. “Mientras las personas no comprendan que los animales no son cosas, sino seres sintientes, será difícil general conciencia de protección por ellos”, dice el intendente Piamba.

De ser identificado, el responsable de un homicidio de perros u otro tipo de mascotas podría llegar a pagar una condena de 12 a 36 meses, lo que lo convierte en un delito excarcelable si se paga una multa de cinco a 60 salarios mínimos legales vigentes. Sin embargo, hay circunstancias de agravación de penas, según el artículo 339 de la Ley 1774 de 2016. En los parques está prohibido arrojar alimentos en las canecas de basura o cerca de ellas, al igual que botellas de vidrio porque al mezclarse puede ser fatal. Muchos de los perritos no tienen casa, según un estudio realizado por el Instituto Distrital de Protección Animal se estima que hay 66.467 perros deambulantes en las calles de Bogotá, lo que indica una densidad de 165 caninos por kilómetro cuadrado.

Las localidades que más afrontan este fenómeno son Ciudad Bolívar, Usme, Bosa, Kennedy, San Cristóbal y Suba. María del Mar Rodríguez, veterinaria etóloga del centro canino de la Cruz Roja, indicó que hay preocupación debido a los envenenamientos que se han registrado durante las últimas semanas, la mayoría sin salir a la luz pública, pero registrados en las veterinarias. La profesional señala que una vez el animal ingiere el veneno hay un margen de dos horas para salvarle la vida. Si nota algún síntoma en su mascota no espere y acuda de inmediato a la veterinaria. Los primeros síntomas de envenenamiento van más allá de los estomacales, la mascota va a buscar la manera de sentirse protegida por el dueño, va a caminar desorientada y a registrar temblor en el cuerpo, luego empezará a convulsionar. Acudir a remedios caseros como ajo, leche o limón puede empeorar su estado de salud.

Como el problema en Colombia también es cultural, Rodríguez recomienda no soltar a los perros en los parques grandes y si decide hacerlo, vigilar constantemente al animal para evitar que coma cualquier cosa. La familia de Habana y Miel está a la espera de los resultados de la necropsia que le están practicando en la Universidad Nacional para proceder jurídicamente. Sin embargo, hay otras maneras de recopilar material probatorio, dado el caso que le ocurra una situación similar.

Tan pronto vea que la mascota se metió algo extraño al hocico, lo recomendable es sacarlo y meterlo en una bolsa, lo mismo si empieza a vomitar o defecar, esa muestra será analizada en la veterinaria y se podrá saber qué comió y cómo contrarrestar el efecto. Además, funciona como prueba en un proceso judicial. En la casa de Miel y Habana extrañan los ladridos y el movimiento de sus colas cada que veían llegar a sus “papás humanos”, los mismos que están haciendo todo lo posible para que se haga justicia.