Aunque para este año la desaceleración será protagonista de la actividad económica local y global, los resultados que entregó el Dane para el segundo trimestre de 2023 encendieron las alarmas.
El modesto crecimiento del 0,3 por ciento muestra que la economía se estancó. De hecho, estuvo por debajo de las expectativas del mercado. La cifra, muy cercana a cero, se convierte, descartando el periodo de la pandemia, en el peor crecimiento de los últimos 14 años, cuando el tercer trimestre de 2009 arrojó un registro de 0,5 por ciento. Para Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, si bien hoy tenemos un PIB 11,3 por ciento más grande que en 2019, jalonado especialmente por el crecimiento del consumo privado, “lo preocupante es que la inversión no levanta cabeza, y tuvo su peor contracción en 16 años (sin contar el periodo de la pandemia)”.
Y las inquietudes están en los motores que hoy parecen apagados. La industria tuvo una caída de su valor agregado de 4 por ciento frente al segundo trimestre del año pasado. De igual forma, el comercio, el transporte, el alojamiento y los servicios de alimentación se contrajeron 3,2 por ciento. En el caso de las obras civiles, cayeron 17,9 por ciento y llevaron a la construcción en su conjunto a registrar un decrecimiento de 3,7 por ciento, mientras el agro tuvo un crecimiento negativo de 1,4 por ciento.
“Con todo, y si bien la economía evitó entrar en terreno negativo en el segundo trimestre, el corrido del año muestra una tímida variación de 1,7 por ciento. Sectores clave como la industria y el comercio, que son un importante termómetro de la demanda, vienen registrando decrecimientos y comprometen el desempeño promedio de la economía en el segundo semestre del año”, advierte Anif.
La visión
El país tiene hoy dos grandes preocupaciones: una, si se está yendo hacia una recesión, es decir, dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, o si se está frente a una profunda desaceleración; y la segunda, cómo se podría recuperar la senda del dinamismo económico.
Las respuestas no son sencillas. Primero, porque hay un complejo entorno global en el que el consumo y la demanda se están viendo amenazados, con dinamizadores como China y Estados Unidos, que estarían desacelerándose. Y segundo, por los desafíos internos. Por un lado, en lo económico, con una inflación que, aunque está cediendo, sigue en doble dígito, unas tasas de interés que seguramente permanecerán altas por varios meses, y nuevas presiones como la llegada del fenómeno de El Niño.
Y, por otro, en lo político, con los escándalos recientes en el Gobierno —las denuncias de Nicolás Petro, hijo del presidente Gustavo Petro— y las cada vez más difíciles relaciones entre el Ejecutivo y el sector privado por cuenta de los anuncios de la Casa de Nariño y las polémicas reformas que ha presentado al Congreso y que no han encontrado consenso entre los empresarios.
Enfrentar coyunturas difíciles es una de las tareas permanentes de los ministros de Hacienda. SEMANA consultó a algunos de ellos sobre la actual situación.
Para Juan Camilo Restrepo, se pronosticaba que este año el crecimiento económico iba a estar muy bajo, no solo en Colombia, sino también en otros países. “Pero nadie había previsto que las cosas estaban tan mal como las que revela el informe del Dane correspondiente al segundo trimestre del año en curso. Están mucho peor de lo que se había previsto. No veo necesariamente una recesión, pero sí un año económico en términos de crecimiento supremamente pobre y débil. Y no me sorprendería que si no hay un viraje en algunos campos, esto derive hacia una recesión”, señaló.
Por su parte, Mauricio Cárdenas considera que “vamos a tener un tercer trimestre seguramente con cifras negativas. Entonces, ahí ya empezamos la cuenta regresiva para una recesión. Y el cuarto trimestre dependerá mucho de cómo reaccione el Gobierno. Pero todavía podría evitar una recesión”. Para él, más allá de los escándalos y las denuncias, el efecto de los anuncios del Gobierno ha generado incertidumbre e inestabilidad que ha frenado la inversión.
A su vez, José Manuel Restrepo, hoy rector de la Universidad EIA, aunque reconoce que el Gobierno ha hecho la tarea en el tema macroeconómico, considera que ha habido un apagón parcial de los motores de crecimiento, como en el de la inversión privada “con resultados muy difíciles: caída en el último trimestre del 28 por ciento, caída en el primer trimestre de cerca del 8 por ciento. Y además le agrega un aumento en el costo de capital por la última reforma tributaria”, dice.
El otro motor que a su juicio está medianamente apagado es el de las exportaciones, con siete meses en negativo. Todo este panorama en un marco de una baja ejecución presupuestal del Gobierno nacional.
El exministro José Antonio Ocampo plantea tres ejes para mover la economía. Primero, que el Banco de la República comience a bajar tasas de interés; segundo, que el Gobierno logre mejores ejecuciones presupuestales en sectores que pueden ser muy importantes para la reactivación, como por ejemplo vivienda de interés social, infraestructura y el sector agropecuario. Y el tercero, que ponga en marcha una política de exportaciones no tradicionales más fuerte.
Allí coincide con su sucesor, el actual ministro Ricardo Bonilla, quien en el congreso de la Andi aseguró que la adición presupuestal que se aprobó es para recuperar las inversiones en vías civiles y la construcción de viviendas. “Tenemos que trabajar con el sector financiero para que garantice el cierre financiero de las obras. Se pueden adjudicar y que el país quede en obra en el segundo semestre”, dijo Bonilla.
Sin embargo, más allá de las estrategias puntuales en sectores específicos, en las que todos concuerdan, hay dos tareas iniciales. La primera, como dice Juan Camilo Restrepo, el Gobierno tiene que dejar de echarle la culpa al Banco de la República y a sus tasas de interés. “¿Cómo estaríamos, me pregunto, con una inflación del 20 o 30 por ciento si el Banco de la República no hubiera actuado oportunamente?”, dice.
Y la segunda, lo que recordó el exministro Cárdenas en su gestión cuando desarrollaron los Planes de Impulso a la Productividad y al Empleo, Pipes. “El Pipe de la versión Petro debería ser, ante todo, de generación de confianza. Darles a los empresarios unas señales de que no les van a estar cambiando las reglas, o los van a estar atacando o cuestionando”, dice Cárdenas.
Por su parte, Juan Camilo Restrepo asegura que el Gobierno, “así no le guste, si quiere que la economía crezca, tiene que dejar y suspender el maltrato que le viene dando al sector privado y los malos mensajes que esto está implicando en todas las decisiones de inversión que se están paralizando”.
El exministro José Manuel Restrepo va por la misma línea: cualquier estrategia de reactivación o de recuperación de la economía parte del supuesto de que el Gobierno trabaje de la mano con el sector privado. “Y aquí se siente o se percibe un ambiente de un eventual sesgo antisector empresarial, antisector privado, que debería eliminarse o por lo menos debería aclararse si existe o no existe. Y si no existe, empecemos a trabajar en equipo, sector público y sector privado, para sacar adelante la economía”, señala y agrega que el primer gran acuerdo nacional debería ser con los empresarios. ¿Se logrará?