En el país hay indignación luego de que circulara un video grabado a comienzos de octubre, en el que se observa a Alexánder José Fernández Rodríguez, de apenas 15 años, y Jackson Enrique Arriaga, de 23, sin vida en una esquina del barrio Largo, en el municipio de Tibú.

Minutos antes los jóvenes habían sido sorprendidos y posteriormente detenidos por los pobladores, tras robar prendas de vestir de algunos comercios de ese municipio en Norte de Santander. Aunque Alexánder alcanzó a confesar su falta y se arrepintió de ella, sus súplicas no valieron la pena.

El video fue grabado el viernes 8 de octubre y en este se aprecia a ambos jóvenes atados de las manos y rodeados de varias personas. Luego, se los llevaron unos hombres que pertenecerían a grupos armados que operan en esa zona de Tibú y el desenlace fue fatal.

Horas después, sus cuerpos fueron hallados tirados en una esquina del barrio Largo, a escasos tres kilómetros de donde fueron retenidos y humillados. La imagen conmovió a Colombia y plantea desde ya un problema diplomático con Venezuela, de donde eran oriundas las víctimas.

Alexánder se encontraba boca abajo y aún sostenía su morral vinotinto; las manos seguían atadas con cinta transparente. Nadaba en su propia sangre y portaba un cartel con el calificativo “ladrones”. Jackson yacía unos metros más adelante, sobre la maleza. Ambos fueron asesinados con tiros de gracia, sin ninguna piedad, y dejados a la intemperie como hacen con los restos de cualquier animal que perece en esta zona.

El cuerpo de Alexánder fue trasladado desde la morgue de Tibú hasta Maracaibo, Venezuela.

La noticia del asesinato de Alexánder viajó 574 kilómetros en menos de 24 horas. SEMANA conoció que su tía Noeli Rodríguez había invertido, minutos antes del asesinato, unos cuantos bolívares para tener internet en su celular. Eso en una ranchería indígena wayúu de Maracaibo, Venezuela, es un privilegio que se dan pocos.

Ella reconoce que quería tener su móvil con comunicación para recibir la llamada de su sobrino, quien 19 meses antes viajó a Colombia con la promesa de conseguir recursos para lograr que los médicos de ese país trataran a su mamá y lograran intervenirle un agresivo cáncer de ovario, que la mantiene apenas lúcida.

Aseguran que el menor llegó a Colombia con la idea de alargar el tiempo de vida de su mamá. Y, aunque varias personas le advirtieron que era casi un imposible, sus sueños de muchacho tímido pesaron más en su decisión de empacar maletas. Noeli no lo vio más hasta aquel día cuando el video circuló en varios perfiles de Facebook. No alcanzó a ver la pieza completa para darse cuenta de que se trataba de su sobrino. “Ese es Alexánder”, gritó. No hubo más palabras, sino una vociferación asimétrica que estremeció la pequeña ranchería.

En un video familiar entregado a SEMANA, se ve a Alexánder compartir con su familia en diciembre pasado. Siempre sonriente y en compañía de los animales, que eran su gran pasión. Sus ojos reflejaban la inocencia de quien aún no conocía el mundo, pero tiene lo necesario para ser feliz. “El trabajo que le prometieron en Colombia fue de raspachín”, contó Noeli.

Aunque ahora tiene la certeza de que las cosas por ese lado no se le dieron, en esa travesía de necesidades Alexánder conoció a Jackson. El resto de la historia quedó plasmada en varios videos de seguridad.

SEMANA, que llegó a Tibú y siguió los aterradores pasos que terminaron en el crimen de los dos jóvenes, pudo constatar cómo en el barrio Largo, donde fueron hallados los cuerpos sin vida, el control de las disidencias de las FARC y el ELN (que han firmado una tregua y ahora comen en la misma mesa) es absoluto y atemorizante.

Los policías de Tibú saben que cualquier paso en falso significa la muerte, y ellos mismos han sido testigos de cómo sus compañeros caídos fueron víctimas de llamadas para reportar falsos casos de alteración del orden público. Ese municipio cuenta con el triste récord de ocho miembros de la fuerza pública asesinados en los últimos meses.

También, una fiscal fue víctima de la aguda violencia de esta zona. El alcalde de Tibú, Nelson Leal, es consciente de que están peleando con un monstruo de mil cabezas. “La delincuencia nos ganó, ya se apoderaron del municipio. Pedimos perdón por lo que pasó”, dijo el mandatario.

Mientras las culpas van y vienen, y los pedidos de perdón se hacen efectivos, los cuerpos de Alexánder y Jackson llegaron a Venezuela, donde finalmente fueron sepultados. Sus muertes son el reflejo de la barbarie rampante que parece tomar cada día más fuerza. Cayeron en manos de quienes piden segundas oportunidades, pero no las ofrecen, aquellos que solo hablan en el lenguaje de la violencia.