Las advertencias de Édinson Tapias, conocido como 'Chaverra', no suelen venir envueltas en papel de regalo. Los comerciantes del centro de Quibdó saben que si no pagan, se exponen a un petardo como el que estalló en el supermercado Mercames en mayo pasado y dejó cuatro muertos. El dueño de un establecimiento comercial le dijo a Semana.com que 'Chaverra', uno de los cabecillas del frente 34 de las FARC, cada tanto envía mensajes amenazantes. “Nos manda decir que si denunciamos y hacemos capturar al muchacho que recoge la vacuna, lo máximo que él podría perder son ocho millones de pesos que le costaría liberarlo. Pero que nosotros nos arriesgamos a perder la vida”, dice este hombre que se ve obligado a pagarle a las FARC un millón de pesos mensuales. Los milicianos encargados del recaudo de esos dineros no necesariamente están escondidos alrededor de los meandros del río Atrato, ese que se ve bajar sereno frente al malecón de la capital. En barrios como Kennedy, continúa la fuente, despachan y hacen sus negocios. Hace dos años 'Chaverra' citó a algunos comerciantes a una reunión que se llevó a cabo en un caserío cercano a los ríos Bebará y Bebaramá, a los que se llega luego de navegar en panga durante unas cuatro horas desde Quibdó. Aquel día los guerrilleros decretaron la forma y la periodicidad con que se debían hacer los pagos. Justamente por esa zona las Fuerzas Militares desplegaron un operativo sin precedentes en busca del general Rubén Darío Alzate Mora, secuestrado el domingo pasado. Acciones que no se han detenido, según dijo este martes desde Quibdó el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón. "Hemos encontrado en el área minería criminal, algunos caseríos (...) con pobladores evidentemente intimidados por terroristas del Frente 34 de las FARC", dijo. Pero si por selva y río es difícil detectar hombres de las FARC, la tarea en el casco urbano también resulta compleja, pues no es que los guerrilleros anden exhibiendo armas en plena calle. En los barrios los milicianos se confunden entre muchachos y hombres al servicio de bandas criminales, con quienes han pactado no hacerse daño y dividirse milimétricamente las zonas. Esa dinámica ha hecho que aparezcan fronteras invisibles, como las que separan territorios en las comunas de Medellín. “Los muchachos que viven en el norte no pueden pasar para el sur y viceversa. Es la violencia del sicariato y del microtráfico que se vive en otras partes del país”, dice uno de los jóvenes que desde la Universidad Tecnológica del Chocó están organizando una marcha de antorchas, en rechazo de los recientes actos violentos. Con ese grupo de muchachos justamente se había reunido el general Alzate. La idea del oficial era saber cuáles eran las necesidades y anhelos de los jóvenes que viven en los barrios más vulnerables de Quibdó, de cara a lo que se ha llamado Agenda Chocó 2038. “Ojalá los medios de comunicación hubieran escuchado los proyectos que tenía en mente el general Alzate, las reuniones que hizo con la comunidad. Y no ahora después de que lo secuestraron”, dice uno de esos muchachos.