Casi como si estuviera en un evento de ‘mister simpatía’ y tuviera que sonreírle al público que lo estaba viendo y a la cámara que le estaba apuntando, así se vio a Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, máximo jefe del Clan del Golfo, cuando se subió al avión de la DEA que lo llevó este miércoles rumbo a los Estados Unidos, donde deberá responder en juicio ante una corte del Distrito Sur de la Florida por los delitos de narcotráfico, tráfico de armas y homicidio selectivo.

Solo nombrando unos cuantos datos de su prontuario criminal se puede entender la magnitud de este acontecimiento: tenía 122 órdenes vigentes de detención y dos solicitudes de extradición a EE. UU., donde ahora le espera una fuerte condena.

Casi que resignado ante la suerte que le espera en los Estados Unidos y recordando los escabrosos crímenes que ordenó ejecutar, Otoniel solo atinó a sonreír, tal vez con nerviosismo, tal vez con ironía, tal vez para ocultar la vergüenza, como lo muestra el hecho de que en las imágenes aparece con la cabeza agachada, incluso en una de ellas intenta ocultar totalmente el rostro.

Extradición Otoniel | Foto: Policia Nacional

Esta misma expresión, la de la sonrisa del mal, la tuvo también el 23 de octubre del año pasado, cuando cayó en medio de un operativo. Esposado y custodiado por la Fuerza Pública que participó de la operación militar y policial, solo atinó a sonreír, en medio de la sorpresa o, incluso, como lo dijo en ese momento el ministro de Defensa, Diego Molano, como un gesto de nerviosismo.

“Era una sonrisa de nervios más bien, era una sonrisa que él mismo le expresó a nuestros soldados que le habíamos ganado, que la institucionalidad había prevalecido”, comentó Molano pocas horas después de la captura.

Una sonrisa que seguramente se borrará de su rostro en las próximas horas, cuando pise el suelo estadounidense y sea trasladado a una de las prisiones de alta seguridad, un destino al que le intentó huir con todo tipo de recursos judiciales para entorpecer su extradición. Entre estos se encontraban recusaciones al magistrado de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia que estudiaba el requerimiento de extradición y un fallido sometimiento ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

Justamente, este martes el equipo jurídico del narcotraficante había presentado una reposición alegando la vulneración de sus derechos al debido proceso y a la defensa. Esto al considerar que se le iba a juzgar dos veces por un mismo hecho, lo cual está prohibido por la Constitución Política y la ley.

Con esta petición buscaba suspender todo el trámite de extradición. Sin embargo, en tiempo récord el Ministerio de Justicia rechazó este recurso, asegurando que tanto la Corte Suprema como el Gobierno le han garantizado sus derechos fundamentales.

Estos fallidos intentos por permanecer en Colombia no son más que una muestra del temor de Otoniel por el destino que le espera en Estados Unidos.

Durante diez años, Darío Antonio Úsuga fue el hombre más buscado del país. Después de no acogerse a la desmovilización de los grupos paramilitares conformó junto al exjefe de las AUC, Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, la banda criminal de Los Urabeños, la cual buscaba manejar el tráfico de drogas en el Urabá antioqueño. Esta organización pasó luego a conocerse como El Clan Úsuga y luego como El Clan del Golfo.

De esta banda criminal formaban parte varias de sus hermanas y núcleo familiar. Durante años fueron las encargadas de manejar las finanzas y coordinar las acciones en contra de la población civil y la Fuerza Pública.

Las autoridades reseñaron que Otoniel ordenó los más escabrosos crímenes para tener el control territorial. En uno de los operativos más grandes adelantados en contra de su estructura encontraron documentación que revelaba que era un “depredador sexual”, esto mediante el reclutamiento de menores de edad de la zona, preferiblemente vírgenes, para saciar sus aberraciones.

Ahora, con su suerte echada, Otoniel seguramente tratará de mostrar su sonrisa, ese gesto que esconde el actuar de un hombre capaz de ejecutar los más escabrosos crímenes, pero que ahora tendrá que hacerlo tras las rejas.