El expresidente Álvaro Uribe se bajó al asfalto a hacer proselitismo político como lo haría cualquier concejal de pueblo.
Desde hace un par de semanas, el exmandatario se dedicó a ir por municipios y veredas a entregar papelitos a todos los transeúntes que encuentra por el camino, a quienes saluda con “puñito de codo” y luego los invita a votar por los candidatos del Centro Democrático.
Su debut lo hizo en Planeta Rica (Córdoba), un pueblo de unos 70.000 habitantes, ya entrada la noche del pasado 14 de enero.
Ya se veían los bombillos del alumbrado público del pueblo prendidos y él por las calles entregando los volantes que sacaba poco a poco de una mochila estilo wayú que llevaba al hombro y se los entregaba a quienes fueran pasando a su lado.
Los días siguientes fue a cumplir con este mismo ritual a Barranquilla, Santa Marta, Cartagena y este fin de semana estuvo en pueblos del Eje Cafetero.
Este tipo de ejercicio en todo caso representa niveles de riesgo para la seguridad del exmandatario.
En Santa Marta, por ejemplo, tuvo problemas cuando iba por el barrio Pescaíto y un grupo de contradictores salió a su paso a provocarlo, a insultarlo. “¡Paraco!”, le gritaban.
Uribe no se amilanó. Custodiado como siempre por su poderoso equipo de seguridad, los encaró con su discurso. Pero también recibió apoyos.
“Mientras algunos me decían paraco, otros me gritaban: ¡Uribe, te amamos!”, relató posteriormente él mismo.
Aunque en ningún caso hubo ataques contra su integridad, la Policía sí decomisó una especie de chuzos fabricados de manera artesanal a algunos de los boicoteadores del expresidente.
Vaya a donde vaya, Uribe de todas maneras no abandona su Twitter, el que convirtió en una de sus herramientas indispensables para el ejercicio de la política. Desde allá, en medio del bochinche con sus detractores, trinó: “Santa Marta, ante la agresión serena firmeza, invitación a los argumentos así prefieran la violencia. Respetamos la libertad de todos, pero no se puede aceptar que nos quiten nuestra libertad. Colombia puede resolver lo social sin renunciar a la libertad”.
¿Por qué lo hace?
En estos tiempos en que el poder de las redes sociales es tan grande, cuando un mensaje puede alcanzar millones de personas con solo mover un dedo, no parece que el camino sea volver a entregar volantes uno por uno en las calles de los pueblos, pero Uribe lo hace.
De esa manera logra enviar un mensaje de guerrero, de trabajador incansable y de su gran preocupación, según dice, porque Colombia no caiga en manos del socialismo del siglo XXI, es decir, de Gustavo Petro.
Quiere demostrar que no es un político cansado o derrotado y que sigue en la lucha.
Con 69 años de edad y el expediente de haber sido el más grande elector del país, haber liderado el proceso político los últimos 20 años, estar ocho años en la Casa de Nariño y hacer elegir a otros dos presidentes, no se entrega. Parece decidido a dar todas las batallas.
Aunque había dicho que no participaría en la campaña electoral para no hacerles daño a sus candidatos por estar investigado penalmente, se volvió a meter al barro.
Está repartiendo su tiempo entre hacer ese diálogo tan personal en las calles con los ciudadanos y atender la diligencia en los estrados judiciales, donde se le acusa de obstruir la justicia y manipular testigos.
Por esa causa penal, Uribe ya estuvo privado de su libertad en su casa y no se descarta que tenga que volver a prisión. Sus enemigos políticos dicen públicamente que ese es uno de sus objetivos y él lo sabe.
No hay antecedentes recientes de un expresidente de la república, bajado de su pedestal y ataviado de dril y atuendo campesino repartiendo propaganda electoral en los pueblos como si fuera cualquier político novato.
En todo caso lo ha hecho tomando cierta distancia de los candidatos, fiel a su idea inicial.
Apenas el pasado sábado interrumpió el “volanteo” en Barranquilla para acompañar a su candidato presidencial, Óscar Iván Zuluaga, a renunciar a participar en la coalición de centroderecha Equipo por Colombia, donde le hicieron ‘el feo’.
En las imágenes se vio a Uribe acomodando el micrófono desde donde Zuluaga haría su anuncio, pero en silencio total.
Fuentes allegadas al exmandatario le dijeron a SEMANA que fue el propio Uribe el de la idea de renunciar a esa coalición, tras sentir que algunos miembros de esa alianza “humillaban” a Zuluaga y al partido.
O sea que así no esté en las tarimas hombro a hombro con sus candidatos, Uribe sí está atento a revirar por lo que pase con los suyos.
El mensaje
Mediante los volantes y sus arengas, Uribe ha concentrado todas sus energías en un mensaje dirigido a advertir el riesgo de que Colombia vaya por el mismo “despeñadero” de Venezuela si Gustavo Petro es elegido presidente.
En el volante que Uribe reparte están impresos su rostro, el tricolor colombiano, unos logros del Gobierno del presidente Iván Duque y la invitación a votar por los candidatos del Centro Democrático.
“Colombia puede resolver sus necesidades sociales sin sacrificar sus libertades”, repite Uribe una y otra vez en las calles. Ese es el mensaje capital del expresidente en su recorrido por los pueblos del país.
Cada vez que Uribe entrega el volante a alguien repite conceptos como que “estos son renglones escritos desde el corazón para que nos apoyen por un país libre de violencia, libre de drogas, libre de inequidad, que supere la pobreza con libertad de empresa y de prensa, y resolvamos lo social sin revocar las libertades”.
También va diciendo a su paso que “la pobreza sería mayor de no ser por medidas sociales como Ingreso Solidario, Familias en Acción, Adulto Mayor, Jóvenes en Acción, subsidio para apoyar el empleo de cuatro millones de personas, vivienda para 500.000 jóvenes, la devolución del IVA, los tres días sin cobrar este tributo y el aumento del salario mínimo en 10,7 por ciento”, todas políticas del Gobierno del presidente Iván Duque.
Y solicita, de frente, el apoyo de los ciudadanos para los candidatos del Centro Democrático. “Pido respetuosamente todo el apoyo para el Centro Democrático. Lo hago con gratitud y humildad a quienes lo hicieron en ocasiones anteriores, a quienes no lo han hecho y a los jóvenes que por primera vez votan. Resolvamos lo social sin revocar las libertades”, dice Uribe constantemente, como si se tratara de una oración.
Uribismo en apuros
Uribe emprendió su correría de a pie “por calles y caminos” luego de notificarse del rechazo que la coalición de centroderecha Equipo por Colombia le hizo al Centro Democrático y a su candidato presidencial, Óscar Iván Zuluaga.
Era claro que tanto Uribe como Zuluaga tenían la esperanza de entrar a esa alianza, pues parece un imperativo de la nueva realidad política que las coaliciones serán una especie de pasaporte seguro a primera vuelta.
En algún momento para el uribismo no parecía una empresa difícil llegar a esa coalición, pues casi todos sus miembros fueron aliados suyos en el pasado. Muchos de ellos participaron en sus gobiernos.
Pero ante el portazo que Alejandro Char y Dilian Francisca Toro le pegaron al Centro Democrático y al candidato Zuluaga, desde Equipo por Colombia, Uribe tomó la alternativa de las calles.
En una breve declaración en su cuenta de Twitter, antes de iniciar su aventura de los volantes, Uribe les pidió a sus seguidores en todo el país “volcarse a las calles y caminos” a defender las banderas del Centro Democrático.
Después vino la dura respuesta de Barranquilla, en la que Uribe y Zuluaga respondieron al Equipo por Colombia con otro portazo. “No podemos estar en esa coalición”, dijo Zuluaga en su declaración, denunciando que se sentían humillados.
Pero el candidato parece dispuesto a ir solo a primera vuelta, con el pleno respaldo de Uribe, así eso le signifique un gran riesgo de quedar rezagado en el camino.
De poco o de nada sirvieron las invitaciones que los precandidatos David Barguil (del conservatismo) y Federico Gutiérrez (independiente), ambos integrantes de Equipo por Colombia, le hicieron al Centro Democrático para que reconsidere su determinación de no formar parte de esa alianza.
Por primera vez en los últimos 20 años Uribe no es el que manda la parada, su partido está en condición de gregario y con el riesgo de quedar por fuera del poder.