Hace siglos, buena parte de Bogotá estuvo cubierta de humedales, de los que quedan 15 remanentes que están en riesgo. Esta semana, el concejal de la Alianza Verde Antonio Sanguino, luego de recorrer con su equipo tres de esos ecosistemas, ubicados en el occidente de la ciudad, emitió una alarma por su estado crítico, que se suma a la que ya había hecho la Veeduría Distrital este año, y que muestra un panorama preocupante para las joyas ambientales que aún le quedan a la ciudad.Sobre los humedales cayeron varias plagas. Los informes de la Veeduría y del concejal Sanguino coinciden en que una de las amenazas más recurrentes es la desembocadura de aguas residuales de ellos, así como que se les tome como basurero de escombros. Pero son tan variados los problemas que incluyen hasta la presencia de perros que se comen la fauna del lugar o de bandas que los han tomado como sitio para delinquir.En el humedal El Burro, ubicado al surocciedente de la ciudad, la Veeduría detectó que hay construcciones que llevan alrededor de una década en la zona y que violan los límites de ese ecosistema. Una situación que es una amenaza doble, pues desde los edificios aledaños arrojan residuos sólidos al lugar. Además, la cercanía que tiene con la Avenida Ciudad de Cali no solo le genera contaminación, sino que esa misma vía parte al humedal.La concentración de desechos por su cercanía con la urbanización es una amenaza reiterada para el Jaboque, el Burro, La Vaca, el Córdoba, entre otros. Son residuos que se suman a los que llegan de los ríos que los conectan y que suelen llegar cargados de sedimentos que finalmente se apilan en los humedales.Puede leer: ¿Qué pasa con los humedales de Bogotá?Además de la contaminación, otra amenaza es la presencia de los animales domésticos en el terreno. En el humedal La Vaca, por ejemplo, la Veeduría reportó la presencia de perros que cazan los patos y curíes. Y otros como el Juan Amarillo o el de La Conejera no está bien protegidos en sus límites y se convierten también en el alimento de vacas y caballos que entran a pastar allí.En varios humedales la presencia de personas también es un riesgo para su conservación, pues los afectan al usarlos como zonas de residencia, donde se montan cambuches ilegales, de consumo de drogas o incluso de crímenes que se comente desde allí, como en el caso mismo de La Vaca que, por su cercanía con Corabastos, es usado como plataforma para robar en la gran plaza de mercado de la ciudad, según la Veeduría.Otro que se ha convertido en un escenario para criminales es el Tibanica, que está entre el límite entre Bosa y Soacha y que la Policía ha catalogado antes como un corredor el narcotráfico. Allí, el año pasado, la Fiscalía reportó el hallazgo de once cadáveres. Las autoridades hablaron luego de la banda los Erizos como la que dominaba el sector. A los líos de ese ecosistema se suma el hecho de estar ubicado en una de las zonas más secas de la Sabana, según la Secretaría de Ambiente, lo que pone en riesgo sus aguas.A la lista de plagas que afectan estos ecosistemas en la ciudad de suma, según los reportes, la presencia de buchón y lentejilla, plantas invasoras que cubren los espejos de agua y, entre otros problemas, afectan a las aves que llegan allí. La veeduría encuentra como denominador común en esos espacios naturales la falta de articulación entre las entidades de las localidades y el Distrito, responsables de protegerlos.En contexto: Humedales de Bogotá convertidos en botaderos de cadáveresFrente al informe de Sanguino, la Secretaría de Ambiente de Bogotá rindió un balance sobre las operaciones hechas en los ecosistemas visitados por el cabildante. En cuanto a Jaboque, informó que se han realizado tres operativos en los que de han recolectado 15 metros cúbicos de residuos y se han reacomodado otros 900. En El Burro reportan acciones para retirar las plantas invasoras del humedal.La Veeduría, por su parte, recomienda que se aumenten los recursos destinados para su protección y se revisen los planes de manejo ambiental de los humedales, entre otras acciones, para que los 15 remanentes que quedan de los ecosistemas que alguna vez ocuparon el territorio que hoy es Bogotá, no desaparezcan por completo.