El nombre de Juan Carlos Martínez no deja de sonar. La semana pasada todos los ojos estuvieron puestos sobre él por el permiso de tres días que le fue otorgado. Esta vez las declaraciones del director de la Policía Nacional, general Óscar Naranjo, a la revista Bocas, en la que declaró que se estaba analizando la posibilidad de extraditar a parapolíticos que desde la cárcel estuvieran ejerciendo influencia en las elecciones, volvieron a poner a Martínez en el ojo del huracán. El anuncio de Naranjo fue reiterado por el subdirector de la Policía, general José Roberto León Riaño, quien, en rueda de prensa, aseguró en la mañana de este lunes que "en este momento se están haciendo las coordinaciones con organismos internacionales con el fin de tener un proceso que permita lograr el acopio de pruebas para una extradición del señor Juan Carlos Martínez". El general Riaño aseguró además que dentro de la información que se está recopilando en coordinación con autoridades internacionales, está lo que tiene que ver con los posibles nexos de Martínez con narcotraficantes, que al parecer habrían financiado la campaña del excongresista, condenado por el delito de concierto para delinquir y recluido en el pabellón de parapolíticos de la cárcel el Bosque de Barranquilla. La historia de Martínez Juan Carlos Martínez nació en 1970 en una casa de madera en uno de los pueblos más pobres del Cauca, Timbiquí, al que hoy solo se puede llegar por aire o por mar. En la escuela era uno de los más pilos: "En el estudio se destacó entre los mejores", le dijo a SEMANA Jacinto Sinisterra, su maestro de matemáticas y primo lejano. Como cualquier otro niño, jugaba fútbol descalzo y era acólito en la parroquia Santa Bárbara. Su tía Felisa Sinisterra cree que la "berraquera de Juan Carlos" se debe a que le tocó trabajar desde niño, "primero, en la panadería de su mamá y, luego, en una ebanistería. Esos eran los dos oficios de la familia", recordó doña Felisa tras precisar que su hermana Teófila -la mamá de Juan Carlos- lo crió sola porque el papá -Euclides- murió cuando apenas tenía 2 años. Muy joven se fue a Popayán a estudiar carpintería en el Sena. Luego saltó a Buenaventura, donde terminó el bachillerato, se convirtió en un próspero comerciante de plátanos y después manejó un restaurante: El Sazón Timbiquireño, en el centro del puerto. En esa época, 1994, con 24 años aspiró al Concejo de Buenaventura y obtuvo 780 votos. No ganó la curul, pero fue suficiente para que el entonces senador Carlos Herney Abadía le echara el ojo y lo pusiera a trabajar en el Hospital de Buenaventura, cuando la hoy senadora Dilian Francisca Toro era la secretaria de Salud del Valle. Martínez se lanzó en 1998 a la Asamblea y ganó. Repitió en 2001 y en 2002 se retiró para lanzarse al Senado, al que llegó con 58.000 votos. "Creció demasiado rápido. Es que manejaba mucha plata, y aquí se da una política de estómago (de pedir dinero a los políticos), por eso se dio su poder", dijo a los medios, en su momento, un dirigente comunal de Buenaventura. Sin duda, no es propiamente el carisma lo que catapultó a Juan Carlos Martínez en las urnas. Dos fantasmas han rondado su figura desde que comenzó su carrera política: el narcotráfico y la corrupción. Empezando por su padrino político, el exsenador Abadía, que lo adoptó en el preciso momento en que lo estaban investigando por el proceso 8.000, que no era otra cosa que la financiación del cartel de Cali a los políticos. Abadía fue condenado por enriquecimiento ilícito y hace pocos años la Fiscalía ocupó 17 bienes suyos avaluados en 3.000 millones de pesos. Carlos Herney, con 11 visitas, fue el más asiduo visitante de Martínez en la cárcel. En segundo lugar ha desempeñado un papel importante en su carrera Olmes Durán Ibargüen, alias el Señor del Pacífico, un narcotraficante que fue extraditado a Estados Unidos en julio de 2007. Los dos no solo se conocieron en el barrio La Playita de Buenaventura y fueron compañeros de colegio, sino que Martínez fue su padrino de boda en una apoteósica fiesta de dos días en 2003, en Pizarro, Chocó -en una conversación telefónica, interceptada por las autoridades se tratan de "padrino" y "ahijado"-. El exsenador, en la audiencia ante la Corte Suprema, trató de relativizar su amistad y dijo que eran solo amigos de infancia. Y el narco desde Estados Unidos salió a defenderlo diciendo que era un complot contra Martínez. Pero su testimonio se vino a tierra cuando la Corte demostró que fue el mismo Olmes Durán el que se encargó de pedirles a los paramilitares del Bloque Calima el apoyo para la candidatura de Martínez al Senado en 2002 y, sobre todo, en el fallo queda claro que 'hicieron política' juntos. Durán apoyaba a los candidatos de Martínez en el Chocó, para tomarse el poder político y saquear al Estado. La Fiscalía ocupó hace dos años cien bienes del capo extraditado avaluados en más de 50.000 millones de pesos. Un tercer capítulo del tema narco se dio también en las elecciones al Congreso de 2002, cuando Martínez recibió el apoyo de la representante a la Cámara Nancy Montoya, esposa de Ariel Rodríguez, alias el Diablo, temido jefe de sicarios del capo Rasguño. Montoya dio a la Corte el año pasado un comprometedor testimonio en contra de Martínez en el cual lo señala de haber tenido vínculos con el también extraditado Rasguño para las elecciones de alcaldías y concejos en 2003. Y para rematar, el contador en una de las campañas de Martínez a la Asamblea del Valle resultó incluido en la Lista Clinton (de la cual ya fue sacado) como miembro de la organización de Víctor Patiño Fómeque. ¿Qué tanto incidió el narcotráfico en el poder que adquirió Martínez en Buenaventura, que como se sabe es puerto sobre el Pacífico por el cual se distribuía buena tajada de la coca al mundo? Es una pregunta que trata de responder la Fiscalía, a la que la Corte Suprema le compulsó copias del expediente para que investigue al excongresista por presuntos vínculos con el narcotráfico. Juan Carlos Martínez no es un gamonal tradicional más. Es, más bien, el mejor exponente de una nueva generación de políticos que resume las pesadillas de narcos, paras y corrupción que ha padecido el país. ¿Qué tantos de los seis escaños que tiene en asambleas, las diez alcaldías y los 145 concejales son parte de esa 'tradición'? ¿Y qué tantos los candidatos para las elecciones del próximo 30 de octubre?