Para las autoridades no hay duda de que Andrés Felipe Marín Silva, alias Pipe, dejó huella en el bajo mundo y engendró toda clase de males con la habilidad de un capo, la sevicia de un paramilitar y la sangre fría de un asesino en serie.Gracias a todas esas ‘cualidades’ logró mimetizarse durante varios años, a tal extremo que ni su alias, ni su nombre y mucho menos su foto aparecían en el radar de las autoridades, pese a ser el autor intelectual de los macabros descuartizamientos, millonarias extorsiones y atentados con granadas en el suroeste del país.La estrategia le funcionó de tal manera que su banda delincuencial se convirtió en una especie de outsourcing criminal que exportaba sus servicios a siete municipios en tres departamentos. Tuluá, Buga y Trujillo, en Valle del Cauca; Armenia, La Tebaida y Montenegro, en Quindío; y Popayán en Cauca.Puede leer: Sicarios que confesaron pero que nunca fueron imputadosY ni siquiera su captura el 26 de enero de 2015, cuando terminó en la cárcel por concierto para delinquir y porte ilegal de armas, logró sacarlo de su actividad delincuencial: desde su celda seguía delinquiendo y acumulando más poder.De hecho, alias Pipe es el responsable del homicidio de Édinson Montenegro Cardona, un guardián del Inpec adscrito a la cárcel de Tuluá. Lo increíble es que ordenó ese crimen en abril de 2017, cuando estaba preso en Cómbita, uno de los penales más severos del país. Desde ese sitio tuvo la osadía de llamar a la fiscal que lo puso tras las rejas para advertirle: “Doctora, me dan lo que pido o mato otros cinco”.Tras esa amenaza, la Fiscalía ordenó inspeccionar la celda de Pipe y descubrieron que pese al régimen de seguridad, el criminal tenía un celular, un disco duro y contaba con una cuenta de wifi. “Para esa fecha, en Cómbita solo habían cinco cuentas de internet y él era el sexto”, relató la fiscal del caso.Le sugerimos: Condena histórica contra el sicario que silenció la voz de un periodista en CaquetáMarín Silva nació y creció en La Inmaculada, un barrio vulnerable de Tuluá. A los 18 años no se graduó de bachiller, pero sí de criminal cuando recibió una condena a 10 años de prisión por el crimen de un policía durante un robo bancario. Hoy tiene 33 años y desde 2011 saltó a las grandes ligas de la delincuencia en el Valle, cuando los hermanos Javier Antonio y Luis Enrique Calle Serna, alias los Comba, antes de entregarse a las autoridades de Estados Unidos, parcelaron su estructura criminal conocida como los Rastrojos. Alias Pipe quedó de amo y señor en Tuluá y otros municipios.Marín Silva también está detrás de los macabros descuartizamientos que en 2012 aterrorizaron a Tuluá. Junto con otros criminales concibió la tenebrosa estrategia de esparcir por toda la ciudad las cabezas, brazos y piernas de sus víctimas, como señal de advertencia a los rivales.Le sugerimos: Archivan investigación contra jugadores del Santa Fe por supuesta violaciónDos años más tarde, alias Pipe volvió a sonar en el bajo mundo porque montó un supuesto esquema ilegal de seguridad privada para los comerciantes de Tuluá. En paralelo puso a rodar un sistema de extorsiones que reventó cuando entre sus víctimas aparecieron figuras públicas como el exastro del fútbol Faustino Asprilla y el reconocido cantante de música popular el Charrito Negro.No obstante, para la Fiscalía algo no encaja: la fortuna de Marín Silva sigue intacta y debe ser gigantesca porque estiman que su empresa criminal producía cada mes 3.000 millones de pesos.Aunque en su momento todos los radares de las autoridades apuntaron hacia Óscar Darío Restrepo Rosero, alias Porrón, capturado en febrero de 2015, o sea, 10 días después de la caída de alias Pipe, a este último acaban de imputarlo por la muerte de 49 personas.Puede leer: Las temibles confesiones de los sicarios de PuntillerosSumado a ello, la Fiscalía ya tenía un proceso sólido contra alias Pipe y su banda que le permitió capturar a 32 de sus miembros, sobre quienes recaen sentencias por homicidio, secuestro y extorsiones. Toda esa investigación sacó de la impunidad 55 delitos engavetados tras descubrir que la banda La Inmaculada en realidad era una multinacional del crimen, responsable del homicidio de 43 hombres y 6 mujeres. El propio Marín Silva los confesó todos.No obstante, para la Fiscalía algo no encaja: la fortuna de Marín Silva sigue intacta y debe ser gigantesca porque estiman que su empresa criminal producía cada mes 3.000 millones de pesos. Por ahora no saben dónde la esconde, pero confían en que pronto lo descubrirán porque al igual que los capos de la mafia, alias Pipe ama las excentricidades. Así lo demostró con las francachelas que hizo en su celda y porque hace poco le envió a la fiscal que lo investiga un autorretrato abstracto, en el que él aparece como un león dentro de un cerco que en cualquier momento puede saltar.