En las décadas de los años ochenta y noventa dos grandes carteles, Medellín y Cali, dominaban básicamente el negocio del narcotráfico y el crimen organizado. La escalada de violencia que desataron hizo que la mayoría de los colombianos identificara y se familiarizara con los nombres y alias de los capos y sus secuaces: Escobar, los Rodríguez o el Mexicano marcaron la memoria colectiva.Tres décadas más tarde, difícilmente un ciudadano del común sabe quiénes dominan el mundo del crimen. Esto se debe en gran medida porque a diferencia de las épocas de los grandes carteles, cuando sus jefes delinquían durante décadas, hoy la ‘vida útil’ de un narco o jefe de banda difícilmente llega a los cinco años hasta caer en manos de las autoridades, extraditado o muerto. Todo debido a la experiencia acumulada y a un aumento en la eficiencia de las fuerzas del orden.
En efecto, ya no hay organizaciones al estilo del cartel de Medellín, que se enfrenten con el Estado, pues en los últimos años los narcos se atomizaron en bandas y grupos delincuenciales con fuerte incidencia regional, pero no nacional. Aunque la mayoría de la opinión pública no los conoce, eso no quiere decir que se trate de grupos insignificantes o que sus acciones sean menos peligrosas y sanguinarias.Por eso, ha pasado desapercibido que durante 2017 el Estado sacó de circulación al mayor número de capos y jefes de bandas en más de 20 años. “Se trató de un trabajo sistémico de la Fiscalía General de la Nación con la Policía Nacional, pero también con las agencias internacionales, principalmente con DEA, ICE y FBI para desarticular estructuras, pero sobre todo capturar a cabecillas de primer nivel. Capturamos a todos los integrantes de primer nivel de todas las estructuras existentes en el país”, afirmó a SEMANA el director de la Dijín, general Jorge Luis Vargas Valencia.Puede leer: En rumba con Popeye capturan a Tom, el narco más buscado del mundoEn efecto, durante el año 45 jefes de bandas de narcos, bacrim y oficinas de cobro cayeron arrestados o murieron durante operativos (ver fotos). En uno de los más recientes, la Policía capturó a Juan Carlos Mesa el 8 de diciembre. Conocido con el alias de Tom, comandaba una de las estructuras de la temida Oficina de Envigado. El gobierno de Estados Unidos ofrecía por él una recompensa de 2 millones de dólares, la más alta por un delincuente colombiano en la actualidad. Unos meses atrás también habían detenido a los dueños del negocio del narcotráfico en Putumayo y Nariño. Aunque eran unos completos desconocidos, tan solo esos 2 hombres y sus compinches exportaron más de 300 toneladas de cocaína durante 2016, cifra que refleja su importancia.“De todas esas organizaciones la más afectada sin lugar a dudas ha sido el Clan del Golfo. Ese grupo recientemente tuvo dos golpes contundentes como las operaciones contra alias Gavilán e Inglaterra que hacían parte de la cúpula, pero también fueron capturados otros siete de primer nivel. Eso es parte de los resultados de la Operación Agamenón II a la que, por instrucciones del señor presidente y el señor ministro de Defensa, se le hicieron ajustes para fortalecerla como trabajar articuladamente con nuestras Fuerzas Militares y la Fiscalía”, afirmó Vargas.Le recomendamos: Alias Inglaterra y los asesinos adoradosSin embargo, si bien 2017 termina como un año negro para los capos, la batalla contra la delincuencia aún está lejos de terminar. La historia reciente demuestra que en el bajo mundo se aplica el adagio popular de “a rey muerto rey puesto”. Y los grupos criminales han demostrado hasta la saciedad su gran facilidad para reemplazar a los jefes caídos. “Bajo el liderazgo de nuestro director, mi general Jorge Nieto, hoy podemos ver que en 2018 se atomizaron aún más esas organizaciones. Esto ya ha sido objeto de análisis y estudio y por eso va a cambiar la forma de enfrentarlos. Por eso lo local será una prioridad con nuestros comandos locales, departamentales y regionales”, concluye el general. La guerra contra el crimen continúa.