Hay tabúes que perduran y, cuanto más pasan los años, parecen afirmarse más, uno de los más comunes es comer carne de animal doméstico: perro, gato, pájaro enjaulado. Y por eso se cuentan mitos urbanos de un restaurante cualquiera donde sirven carne muy dudosa, para que los clientes salgan espantados.Lo que no salió siendo mentira fue la denuncia de un ciudadano de Amagá —en el suroeste antioqueño, a una hora de Medellín— que se quejó porque a su apartamento llegaban olores pútridos, como de cadáver descompuesto. El hombre llamó al cuadrante de su barrio para que verificaran qué pasaba; una vez en el lugar, los policías constataron que el olor era fuerte, así que coordinaron una visita con la Policía Ambiental y Ecológica y al llegar al lugar le preguntaron al habitante del apartamento por el origen de tales olores; el hombre, desparpajado, respondió: “Si son de aquí, mato gatos callejeros, ese es mi alimento”.Lo que no sabía David Flórez era que su alimento se podía constituir en un crimen, por lo que fue capturado, pues estaba cayendo en el delito 339 del Código Penal: Maltrato animal. Según un informe de la Policía, después de informarle del delito, Flórez sacó del interior de la vivienda un costal de fibra color blanco en el que tenía pieles de gatos de diferentes colores en estado de descomposición.En la casa de Flórez, de 31 años, quien se dedica a oficios varios y es oriundo del municipio de Rionegro, se encontraron cinco pieles y cráneos de gatos, a la vez que confesó que recogía los animales en las calles del municipio mientras trabajaba. Esta es la primera captura por maltrato animal que da medida de aseguramiento en Antioquia, pues en los otros 18 casos que se han presentado en el departamento en este año, los acusados han terminado en libertad condicional.