La mayoría de las oficinas de la Casa de Nariño ya están desocupadas. Los poco funcionarios que no se han ido ya están pidiendo cajas para guardar sus pertenencias. Decenas de funcionarios que estaban acostumbrados a trabajar de sol a sol, salir a las diez de la noche y correr al acelerado ritmo uribista, están concentrados en definir lo que harán desde el 7 de agosto. En las lánguidas paredes del palacio presidencial solo quedan empotradas algunas bibliotecas y apenas siguen colgados algunos mapas. "Aquí, después de las cinco, los fantasmas asustan. La sensación de trasteo es total", dice un alto funcionario del gobierno. Hace un mes Alicia Arango, secretaria privada del Presidente, viajó a Suiza para posesionarse como embajadora ante las Naciones Unidas; Mateo Restrepo, alto consejero presidencial para la Política Anticíclica, se fue hace 15 días a estudiar al exterior; Frank Pearl, alto comisionado para la Paz, ya viajó a Boston para empezar una maestría en Administración Pública en la Universidad de Harvard, y Mauricio Carradini, quien llegó hace poco para asesorar al Presidente en temas de comunicaciones, ya tiene su tiquete de regreso a Londres para retomar su trabajo académico en la Universidad de Oxford. Paola Holguín, la asesora presidencial que reemplazó a José Obdulio Gaviria, decidió llenar sus cajas mientras define si se queda en Colombia o regresa a México, donde trabajó antes de llegar a Palacio. Los policías y edecanes hablan de sus traslados y hasta Carlina Restrepo, la mujer que apoya el trabajo logístico del presidente Uribe desde los tiempos de la Gobernación de Antioquia, dejó de ir a Palacio. "Ella, como todos, sabe que esto se acabó. Quedan 35 días de un gobierno que duró casi tres mil", dice una de las secretarias que trabajó en la Casa de Nariño durante los ocho años de la era Uribe. Sin embargo, mientras algunos se van, también llegan nuevos rostros. El ex consejero Miguel Peñalosa, uno de los miembros de la comisión de empalme que nombró Juan Manuel Santos, ya se instaló con un computador en el que anota con minuciosidad todos los datos que le transmiten los pocos funcionarios que quedan del gobierno saliente. Quienes rodean a Álvaro Uribe dicen que está tranquilo, pero que tiene más afán que nunca. Está dedicado a las rendiciones de cuentas y quiere ver cada una de las presentaciones que desde los ministerios y las consejerías se han preparado para el empalme. Y entre reunión y reunión les saca tiempo a las despedidas. Estas no le dan tregua. Comenzaron con las del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre), los ministerios de Comunicaciones, Hacienda, Cultura, Comercio Exterior, ambiente y Educación. Desde los ministros hasta las señoras encargadas de los tintos, pasando por funcionarios medios, asesores y secretarias, todos quieren tomarse una foto para la posteridad con Uribe. Algunos, incluso, le entregan cartas y regalos. Los que más le han gustado: el iPad que le obsequiaron en nombre del Ministerio de Comunicaciones y la serenata que le llevaron los funcionarios del Dapre.Todos los regalos se guardan, por ahora, en cientos de cajas que consiguen las personas encargadas de la casa privada. Porque allí también todo está listo. Desde que se cayó el referendo en la Corte Constitucional, Lina Moreno de Uribe empezó a empacar las pertenencias familiares y solo dejó por fuera la ropa que ella y su marido se pondrán de aquí al 7 de agosto. Y a Lina le preocupa qué va a hacer con tantos regalos. A los de los funcionarios se suman los de ciudadanos que quieren agasajar al Presidente en su retiro. Cuadros, sombreros de plumas, artesanías, esculturas en madera, son algunos de los objetos que están siendo inventariados. Algunos de ellos reposarán en un cuarto en El Ubérrimo, la finca del mandatario. A los objetos se suman los libros. Tras ocho años de gobierno, la pareja presidencial ha acumulado miles y miles de volúmenes. Doña Lina ya ha empacado más de 100 cajas en las que escogió una colección personal que llevará a su casa en Rionegro. También decidió donar centenares de ejemplares a la Biblioteca de la Universidad Piloto en Medellín y a la recién inaugurada Biblioteca Julio Mario Santo Domingo. Pero si la primera dama ve con ilusión su futuro, quienes la acompañaron en su intimidad están tristes y cabizbajos. Recuerdan con nostalgia cuando ella misma contestaba el teléfono y organizaba su agenda, cuando caminaba por Palacio con su pequeño perro Mao o cuando repetía incansablemente que quería que todo el mundo la llamara Lina, a secas. Los Uribe decidieron abandonar el Palacio a finales de julio y se hospedarán en un hotel para que se puedan hacer las obras de adecuación del Palacio para la nueva pareja presidencial. Por ahora están resanando paredes, lavando cortinas y brillando la madera. Todo eso para que Juan Manuel Santos, 'Tutina' y sus hijos encuentren impecable la casa, en la que hoy todo es silencio y en la que por primera vez unos huéspedes vivieron durante ocho años consecutivos.