El 11 de marzo el senador Armando Benedetti tomó una decisión: no volver a consumir alcohol. La razón: faltó a un par de reuniones y su esposa lo confrontó para que parara. Sabía que cuando este vicio lo llevara a incumplir sus responsabilidades, era el momento de parar y así sucedió. Según comenta, su esposa —preocupada— le ayudó a reflexionar y le dijo: “Ya no más. O el trago o yo”. Así que dejó el alcohol. Pocos días después de tomar la decisión se declaró la cuarentena en el país. Esto le sirvió para estar tranquilo, disfrutar de su familia y sentirse más activo. Además, ha aprovechado para hacer deporte y practicar otras disciplinas que aportan a su bienestar. “Funciona porque a los pocos días empiezas a ver los beneficios”, dice.

La cuarentena, en últimas, le ha ayudado. “Si eso no hubiera pasado en ese momento, estaría tomando mucho más y seguramente no habría sido tan responsable con el aislamiento como lo he sido. Seguiría fregando la vida y haciendo estupideces que uno hace cuando está borracho. Hubiera sido un desastre", cuenta. Benedetti comenta que, para lograrlo, el primer paso es reconocer que se trata de una enfermedad, más allá de un problema. “Esto es fundamental porque para combatir esta enfermedad primero se debe reconocer como tal”, dice. “Lo que debería aprender una sociedad es que si una madre tiene un hijo alcohólico, ella o el mismo hijo puedan decir: ‘Quiero curarme’ y el Estado tenga los protocolos y las políticas públicas de salud mental para ayudar en la rehabilitación de todo aquel que se sienta enfermo o que sepa que tiene esta condición”, afirma. Igualmente, aclara que el Estado no puede obligar a curar a la persona que padece esta enfermedad, ya que debe ser una decisión propia. Reflexiona que esta es una condición que pocos se atreven a aceptar, entre otras por miedo a sufrir discriminación social o porque está mal visto. “Lo más difícil de esta enfermedad es saber que uno está enfermo”, cuenta Benedetti. También dice que no es que las personas escojan ser alcohólicos, sino que se trata de una enfermedad que nadie quiere padecer. “El día que la sociedad entienda que somos enfermos y que si uno quiere una rehabilitación, alza la mano y el Estado te ayuda, no te van a molestar”.

Según estipula el Ministerio de Salud en su Lineamiento Nacional de Prevención y Consumo, existen dos patrones: el funcional, que contempla la etapa experimental, social y habitual, y el disfuncional, que integra el abuso y la dependencia, condiciones que reflejan que una persona necesita tratamiento.  Benedetti también agrega que los tratamientos por parte de las EPS son costosos y cuestiona su eficacia. “No tengo nada contra los psicólogos, pero estos tratamientos son un par de charlas con dos de ellos y eso no te rehabilita y el Estado sí paga el doble de lo que se necesita realmente”. Una de las soluciones que plantea como política de salud pública es enfocar los esfuerzos en la prevención, como sucede en otros países. Según dice, “en Estados Unidos, prefieren invertir 1 dólar en prevención para ahorrar 4 en salud y 7 en justicia”.

Otros problemas que genera el alcoholismo y que trae al contexto el senador son los conductores borrachos, las riñas, los problemas de violencia intrafamiliar, entre otros, que considera se podrían reducir con una adecuada política pública de prevención, que además trate no solamente el problema del alcohol, sino también de otras sustancias que generen adicción. Benedetti recuerda que al momento de tomar una copa de licor no podía parar. Siempre quería otra más y así podía durar varios días. En esos momentos pensaba que estaba feliz, pero luego se daba cuenta que esto no le aportaba nada y en cambio sí perdía tiempo valioso en las cosas que le importan, como su familia y su trabajo. “La verdad es que de esos días no tengo ningún recuerdo bueno”, dice.

Científicamente lo que ocurre al consumir alcohol es que se genera secreción de endorfinas, un neurotransmisor que produce placer y reduce el dolor, y que en muchas ocasiones lleva a la adicción de determinada sustancia. Y es cuando una persona quiere consumir cada vez más sin poder parar. “Hay una frase que nosotros usamos mucho que dice: ‘uno no será suficiente y mil tampoco’”, comenta. Y agrega que: “Tú nunca vives bien. Te da paranoia, ansiedad y hay muchas tentaciones”. Esta no es la primera vez que Benedetti toma esta decisión. En 1995 hizo la misma sentencia y duró unos trece años sin consumir alcohol. Sin embargo, posteriormente, como les pasa a muchos, lo retomó. Esta vez espera que sea la definitiva aunque sabe que no faltan las tentaciones. “El problema siempre va a estar ahí, pasará solo cuando muera”.