Hay alarma en el país por el peligro en el que se convirtieron las armas traumáticas o de baja letalidad. En las manifestaciones del paro nacional se ha visto a civiles disparando fusiles y pistolas, pero también se ha documentado que los delincuentes prefieren estos ‘juguetes’ para cometer sus crímenes. ¿Cuáles son las razones? Un caso que concentró la atención de la nación fue el de una persona usando un arma traumática, que a simple vista es similar a las de fuego, pero que en vez de disparar una bala, expulsa gomas o balines metálicos.
Se trataba de Andrés Escobar, un empresario de Cali que quedó registrado en imágenes apuntando y disparando contra las protestas en esa ciudad. A su lado había varios policías, quienes no hicieron nada para impedirlo. Pero el caso de Escobar fue tan solo el detonante de una problemática que se ha vuelto un dolor de cabeza para las autoridades. Y no es para menos; el asunto es más grave de lo que se cree.
La delincuencia común ha incrementado el uso de estos objetos en sus fechorías porque las normas y el mercado les favorecen. Estos equipos de baja letalidad son más económicos: mientras que un arma de fuego está en el mercado legal entre 7 y 9 millones de pesos, estas no superan los 700.000. No se necesita permiso para comprarlas o portarlas; se pueden modificar con facilidad si se hacen cambios en el cañón, el proveedor y la empuñadura, a fin de disparar proyectiles de verdad.
De acuerdo con las autoridades, lo más grave es que al cometer un delito, es casi imposible hacerles seguimiento. Según la Dirección de Investigación Criminal (Dijín), en lo corrido del año se disparó el decomiso de armas traumáticas que se han visto involucradas en crímenes. Mientras que en 2020 fueron incautadas 195 armas de este tipo, relacionadas con la comisión de delitos como hurto, lesiones personales y homicidio, en lo corrido de este año la cifra va en 279, un aumento del 43 por ciento.
Las ciudades con mayor número de incautaciones son Bogotá con 11 por ciento, Medellín con 6 por ciento, Cali con 5 por ciento, Barranquilla con 5 por ciento, y Cúcuta con 3 por ciento. En la capital han quedado registrados casos en los que se han utilizado estos artefactos para cometer fechorías. Uno de los que más impacto suscitó fue el violento atraco que cometieron cuatro sujetos que se movilizaban en motocicletas. Entraron a un Starbucks en la calle 116 con carrera 17, en Usaquén, intimidaron y atracaron a los clientes.
El peligro
Para conocer cuál es el verdadero riesgo de las armas traumáticas y por qué la alarma entre las autoridades, SEMANA consultó con expertos forenses de la Dijín, quienes explicaron cómo las están modificando para cargarlas con balas reales. En consonancia con los analistas en balística, el cañón de un arma traumática está diseñado para municiones pequeñas, de goma, por eso no cuenta con el mismo diámetro para una bala. Los delincuentes retiran ese cañón y ponen uno de mayor capacidad. Así pasa de un juguete para práctica deportiva a un elemento para matar.
Aun con esta modificación, estos artefactos se venden sin restricción. Son prácticamente indetectables para las autoridades cuando se comete un crimen; pues, según los expertos, en las balas no queda ninguna estría, como sí ocurre con las de fuego, que dejan en los casquillos unas marcas especiales, una especie de huella dactilar que permite hacer seguimiento en las investigaciones.
Las modificaciones La criminalidad o la mal llamada malicia indígena siempre encuentra caminos, y se han detectado varias maneras de transformar las armas de baja letalidad. Una de ellas es agrandar el cañón con un cincel hasta que por allí pueda pasar una bala real. Reemplazan el cañón original por uno hechizo; recortan las balas de fuego para que quepan en el proveedor y en la empuñadura del arma traumática.
Las modificaciones hacen que estos objetos se vuelvan desechables, ya que no están hechos con los mismos materiales de un arma de fuego de verdad. Su estructura resiste dos o tres usos, hasta que se rompe por la presión de la pólvora. Pero ahí el daño ya está hecho.
Clientes
Para conocer qué tan complejo es conseguir un arma traumática en Bogotá, SEMANA visitó una de las zonas donde más se comercializan: San Andresito de la 38. Se pudo constatar que el único requisito que exigen los vendedores es ser mayor de edad y presentar la cédula para llenar una factura. Incluso quienes comercializan estos elementos reconocen que se incrementó la venta durante el paro nacional. Señalan diversas razones por las cuales las personas están comprando cada vez más estas armas.
En primer lugar, por la inseguridad de la ciudad, como elemento de protección en los hogares; en segundo lugar, por hobby, porque se usan para prácticas deportivas; y tercero, lo reconocen, para cometer delitos. Andrés, un vendedor que pidió proteger su identidad, reveló que sus principales compradores son integrantes de la policía.
Dijo que la semana pasada un miembro del Esmad compró 14 réplicas de las pistolas Sig Sauer, que son las de dotación de la Policía. “Uno se las vende a ellos a un precio especial, pero lo que ellos hagan con esas armas por fuera del local ya no es responsabilidad de nosotros”, dijo Andrés, quien reconoció que a su local llega toda clase de personas a comprar.
Sin legislación
El caos que existe frente al control de estos artefactos de baja letalidad abrió el debate en el país para que se reglamente su venta. Para el director de la Dijín, el general Fernando Murillo, es urgente que se legisle sobre las armas traumáticas, que en algún momento se vieron como un juguete, pero que hoy son un verdadero riesgo. “Desde el momento que entran al país estas armas, no se tiene ningún rastreo por parte de las autoridades competentes. Nunca vamos a tener claro el inventario, quién las tiene en su poder y cuántas hay”, señaló el oficial.
De acuerdo con la fundación Ideas para la Paz, el vacío que hay en la ley sobre estos elementos es una oportunidad para el contrabando técnico de armas de fuego convencionales, la elaboración de armas hechizas y su uso para cometer delitos. Según este observatorio de seguridad, mientras en 2009 se importaban cerca de 17.000 armas de baja letalidad y/o de fogueo, en 2020 la cifra superó las 381.412.
¿Qué hacer ante el problema?
Incluso el Gobierno ya califica a estos artefactos como sumamente peligrosos. Un documento de la Consejería para la Seguridad señala que “las armas traumáticas son dispositivos destinados a propulsar uno o varios proyectiles de goma o de otro tipo a través de un cañón, mediante un mecanismo de combustión similar al de las armas de fuego. Los proyectiles pueden causar lesiones, daños, traumatismos y amenazas.
Al ser similares a las de fuego, las armas pueden ser usadas con el propósito de generar amenaza”. Por eso, se está estudiando la posibilidad de que el Gobierno, sin necesidad de pasar por el Congreso de la República, tome una decisión al respecto y regule la comercialización.
La clave estaría en el Decreto 2535 de 1993, que faculta al Ejecutivo para que en la medida en que surjan armas no clasificadas, reglamente su tenencia y porte. Lo cierto es que mientras no se regule el tema, casos como el de Andrés Escobar, de civiles armados y de delincuentes que encontraron otra manera de hacerle trampa a la ley se seguirán presentando, con el agravante de que quedarán en la impunidad porque no hay forma de hacerles seguimiento y el vacío jurídico que hay en el país así lo permite.