Los habitantes de Guarne se han dedicado durante años a oficios nobles como la agricultura y la ganadería. Los únicos vientos de violencia que han soplado en el tranquilo municipio del oriente antioqueño, fueron los del conflicto armado, cuando el ELN y las FARC eran dueños y señores de la autopista Medellín-Bogotá, pero el pasado sábado 18 de junio esa tranquilidad se quebró con la captura de Jaime Iván Martínez Betancur. Martínez Betancur, de 53, era el agregado –cuidandero- de una finca en la vereda Hojas Anchas, que está muy cerca de esa importante vía y a la sede de entrenamiento del Club Atlético Nacional. Es una zona rural en la que pastan vacas y los campesinos se levantan temprano a tomar los tragos.Ya desde noviembre la actitud errática de Martínez tenía intranquila a la gente: “Nosotros nos dimos cuenta de que los dos niños, que eran muy lindos, no habían vuelto a aparecer, ya no se veían por acá, y tampoco la señora, eso fue muy raro, sin embargo nunca pensamos que lo sucedido era tan grave”, le dijo a Semana.com un lugareño.La casa está protegida por una puerta de madera y hierro pintado de negro, está empotrada en dos columnas de ladrillo. Se entra a un jardín bien podado y se ve una fachada cuidada con esmero que revela que el horror se puede esconder en cualquier parte. Hay materas sobre el pasto y del techo cuelgan matas con flores moradas, azules y rojas.Alrededor hay dos árboles frutales. La vivienda está pintada de blanco con una franja café y las rejas son rojas. Un candelabro alumbra, a las dos de la tarde. Desde la entrada se ve una cortina azul que cubre la habitación del asesino, adentro hay una cama doble, destendida, un escaparate maltrecho, poco más. Adentro esperaba a los investigadores una colección completa de posesiones ajenas, que daría luces a las autoridades de quiénes serían las víctimas.La primera mujer en desaparecer, su esposa, era Natalia García Gil, de 26 años, y sus dos hijos de cinco y siete años, a quienes Martínez Betancur mató por asfixia mecánica con un nylon, y las autoridades aún investigan si hubo tortura. Después, en enero de este año, asesinó a María Gladis Arango Cuervo, de 51 años, la persona que terminó de levantar las sospechas que se cernían sobre el hombre quien, hasta ese momento, había trabajado como vendedor ambulante en Medellín y municipios cercanos.Justo en la mañana de este lunes, los investigadores del CTI encontraron los cuerpos de las personas asesinadas, gracias a la información que había brindado el que hasta ahora parece un asesino serial. La fosa está en una zanja por donde, parece, pasó una quebrada. Ya la maleza ha crecido por los bordes, lo que indica que ha pasado tiempo después de que la tierra fue removida.Los forenses trabajaban con sus overoles blancos, unos con palas grandes se encargaban del material más pesado y una mujer usaba con cuidado una pequeña por si se encontraba un hueso, la más mínima prueba. La imagen del fin de semana fue conmovedora: encontraron ropas que parecían de un niño: un pantalón rojo, una chaqueta clara, medias pequeñas: los despojos de una infamia. Las señales que dio el perpetrador han sido exactas. Según dijo Luis González, director de Seccionales y Seguridad Ciudadana de la Fiscalía, los trabajos de exhumación continuarán esta misma semana en otras veredas del municipio: “Hay un equipo de expertos que se trasladó desde el domingo desde Bogotá para la zona, son antropólogos, fotógrafos y forenses”.González dijo que todo parece indicar que Martínez Betancur está diciendo la verdad: “Él nos había dicho que en esa finca había cuatro cadáveres, esto nos da un pie de credibilidad, porque así fue. Estas personas, según hemos podido averiguar, fueron asesinadas con una cuerda de nylon sobre el cuello.El primer cadáver, él dijo que lo había quemado, al parecer todo indica que dice la verdad”, lo que indicaría que en los próximos lugares de búsqueda se hallarían más cuerpos.El modus operandi del asesino era el de un experto. Según las investigaciones, Martínez Betancur se quedaba con los celulares de sus víctimas y seguía en contacto con los familiares para darles tranquilidad, les decía -simulando que era la víctima- que estaban viviendo en otro lugar y que no se preocuparan.“En el allanamiento que realizamos encontramos evidencia de que él coleccionaba prendas y objetos de las víctimas: celulares, 16 SIM cards. Él agrupaba elementos de las víctimas”, dijo González.Al parecer, Jaime Iván Martínez Betancur se estaría enfrentando a la pena máxima que ofrece la justicia colombiana: 60 años de prisión, pues se está hablando de crímenes como tortura, asesinato y desaparición forzada.