El comienzo

El lunes 18 de junio de 2018, luego de la victoria electoral que me permitió llegar a la presidencia, activé la aceleración del equipo de empalme que venía reuniéndose con claras instrucciones mías desde el mes de abril. En ese propósito, llamé al almirante Rodolfo Amaya para que empezáramos a delinear los principales objetivos criminales de alto valor que debíamos enfrentar a partir del 7 de agosto, el día de mi posesión como mandatario de los colombianos.

Le pedí a María Paula Correa, quien era mi secretaria privada, que se encargara de coordinar una serie de reuniones con miembros del equipo programático de seguridad y que convocara encuentros con algunos expertos externos en la materia. Luego de varios espacios de conversación y con la misma claridad que lo había advertido, la conclusión fue que el desafío más grande que enfrentábamos en cuanto al narcotráfico era el Clan del Golfo y su máximo cabecilla, alias Otoniel.

Este grupo criminal, que surgió con fuerza en 2009 tras la captura de alias Don Mario, se había convertido en una verdadera máquina del terror. Su estructura central (conformada por la familia Úsuga David y por otros clanes, como el Vargas Gutiérrez, liderado por alias Gavilán; Morelo Peñate, a la cabeza de alias Negro Sarley; Durango Restrepo, conocidos como los Guagua, y el clan Giraldo Quiroz, liderado por alias Siopas) era capaz de movilizar más de 100 toneladas de cocaína al año hacia Estados Unidos, algo que, de lejos, ya superaba la capacidad que en su momento había alcanzado el cartel de Medellín.

Presidente Iván Duque | Foto: Juan Carlos Sierra

En cuanto a Otoniel, era evidente que había consolidado un mando monolítico en el Clan, y que su estrategia estaba enfocada en apoderarse de todas las redes de narcotráfico del territorio, incluso buscando alianzas con las disidencias de las Farc y el ELN. Su condición de sanguinario, reclutador de menores, abusador de niños y extorsionista lo convertía en una bestia criminal, solo comparable con Pablo Escobar.

Ante estos hechos, le asigné al equipo de empalme de seguridad la tarea de poner en marcha, con especial énfasis, un plan integral contra el narcotráfico, en especial porque el país había visto expandir de manera exponencial los cultivos ilícitos entre 2015 y agosto de 2018, hasta alcanzar la cifra alarmante e histórica de más de 200.000 hectáreas plantadas en el territorio. En este sentido, impartí instrucciones claras para que uno de los pilares centrales de esta estrategia fuera el desmantelamiento progresivo del Clan del Golfo y la captura de Otoniel. Lograr este objetivo se convirtió, para mí, no solo en una obsesión, sino en un reto personal para salvar vidas y consolidar la Paz con Legalidad.

Desde el Gobierno

El mismo 7 de agosto de 2018, a las 7:00 p. m. en la Casa de Nariño, adelanté mi primer consejo de seguridad como presidente en ejercicio. Allí, con el ministro Guillermo Botero y la cúpula de entonces, hicimos una valoración de todas las amenazas para la seguridad nacional. Recuerdo, claramente, cuando el general Jorge Hernando Nieto, de la Policía Nacional, sentenció: “Presidente, el Clan del Golfo se ha convertido en la peor amenaza para el país y viene creciendo, a pesar de todos los esfuerzos de la fuerza pública”.

Para ese momento, yo ya tenía conocimiento profundo de la campaña militar y policial Agamenón, diseñada desde 2012 para enfrentar el narcotráfico. Esta operación ya les había propiciado algunos golpes a líderes del Clan del Golfo, logrando importantes incautaciones. Pero la amenaza estaba fortalecida y, como lo expresaron los generales a pocas horas de mi posesión, “el poder corruptor de Otoniel y su capacidad de intimidación lo hacían muy difícil de cazar”.

La caída de Otoniel marca el final del Clan del Golfo como estructura criminal monolítica.

Esa misma noche, impartí instrucciones claras y empezamos a unificar trabajos entre las distintas fuerzas y a fortalecer la cooperación con las agencias de seguridad de Estados Unidos y Reino Unido para ir avanzando en lo que llamé “cerrar el círculo de mando”; es decir, golpear las estructuras de afuera hacia adentro, hasta llegar a su cúpula y darles la estocada final.

Pocos meses después, en diciembre de 2018, estructuré una nueva cúpula militar y policial, conformada por oficiales expertos en operaciones y con una trayectoria de resultados.

A partir de ese momento, con los generales Navarro, Martínez, Atehortúa y Rueda, el almirante Evelio Ramírez y, por supuesto, el ministro Botero, aceleramos la estrategia y empezamos a ver resultados; en menos de seis meses, habíamos aumentado las capturas de miembros de dicha organización y, con el trabajo de los generales Zapateiro, entonces comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales (CCOES), y el general Alejandro Barrera, director de Inteligencia de la Policía, intensificamos las operaciones contra los cabecillas, incluyendo, por supuesto, a Otoniel.

Otoniel será extraditado en los próximos días a Estados Unidos.

Fueron muchos los intentos por llegar a este criminal, pero siempre ocurría algo de último momento que frustraba nuestro accionar. Sin embargo, fuimos aplicando lecciones de operaciones exitosas, como las que desplegamos contra alias Guacho, alias David y alias Rodrigo Cadete, para examinar todas las posibilidades operacionales que nos permitieran acercarnos al cabecilla del Clan del Golfo y golpearlo con el mismo éxito.

En diciembre de 2019, se dieron nuevos cambios en la cúpula y asumió las riendas del Ejército el general Zapateiro, quien trabajaría de la mano con el general Atehortúa, de la Policía, y el general Jorge Vargas, quien estaba al frente de Seguridad Ciudadana y era un experto en la lucha contra el narcotráfico. A los dos, oficiales de excelencia y de gran conocimiento, les di la instrucción de “cerrar aún más el círculo”.

Con la llegada del ministro Carlos Holmes Trujillo, en noviembre del mismo año, la estrategia avanzó y mi seguimiento diario nos permitió estar compenetrados en lograr golpes estructurales. Empezamos a ver frutos en nuestra misión, con las capturas de alias Cuarentano, hermano de Otoniel; alias la Negra, directora de finanzas; alias Plástico, alias Llanero, alias Profe y alias Reseco, acciones que nos permitieron conocer más en detalle todo el sistema operacional del Clan y sus principales redes de comunicación.

Liderada por el presidente Iván Duque y el Ejército y la Policía, Osiris pasará a la historia como la más grande y exitosa operación contra el narcotráfico en Colombia. El intendente Edwin Guillermo Blanco murió en un enfrentamiento con el cuerpo de seguridad de Otoniel.

El comienzo del fin

La lucha contra el Clan se tornó más complicada en 2020 por cuenta de la llegada del covid-19, y porque la orden de Otoniel fue la de activar planes pistola contra policías en aquellas zonas del país donde estuviéramos golpeando sus estructuras, así como contra líderes sociales en distintas regiones, además de presionar desplazamientos y confinamientos para distraer el accionar de la fuerza pública.

Al finalizar el año, y luego de haber alcanzado la mayor cifra de incautaciones de droga en la historia de nuestro país, tomé la decisión de designar al general Jorge Vargas como director general de la Policía, y hacer una profunda reorganización operacional. Recuerdo que, al momento de designarlo, le dije, con claridad: “General, vamos por Otoniel, y tenemos que hacerlo antes de un año”. Vargas, con la motivación que lo caracteriza, aceptó el reto. Y le dije que, para lograrlo, en enero de 2021 tendríamos lista una estrategia totalmente nueva y articulada con todas las fuerzas.

El presidente Iván Duque, desde Tolemaida al confirmar la captura de Otoniel. Lo acompañan, de izquierda a derecha: Víctor Muñoz, director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República; Wilson Ruiz, ministro de Justicia; Diego Molano, ministro de Defensa, y Francisco Barbosa, fiscal general de la nación. | Foto: CESAR CARRION

Los primeros días de enero de este año, convoqué una reunión de estrategia, en la Base Naval de Cartagena, con la presencia del ministro Carlos Holmes Trujillo; el entonces director del Departamento Administrativo de la Presidencia, Diego Molano, y toda la cúpula de la fuerza pública, durante la cual puse el año 2021 como el término perentorio para capturar a Otoniel. Exigí total coordinación, y le pedí al general Jorge Vargas que consolidáramos cápsulas operacionales impenetrables y que rompiéramos los esquemas de la inteligencia, algo en lo que él es experto, para despistar y distraer la atención de la cúpula del Clan del Golfo.

Pocas semanas después de estas decisiones y de la maravillosa integración del general Vargas con los generales Navarro y Zapateiro, tuvimos la desgarradora noticia de la muerte del ministro Carlos Holmes Trujillo a causa del covid-19. Fueron unos días muy dolorosos y muchos planes se afectaron, hasta que designé como ministro de Defensa a Diego Molano, quien había trabajado con nosotros en la estrategia final contra Otoniel que habíamos activado.

Las seis fortalezas de Otoniel

Los cambios en la inteligencia, la nueva dinámica de cápsulas y la forma como fuimos leyendo la organización criminal del Clan del Golfo nos permitieron conocer las principales fortalezas de Otoniel.

Pudimos establecer, en primer lugar, que este delincuente era muy disciplinado; había dejado de consumir licor, no permanecía en el mismo lugar más de tres días, venía fortaleciendo sus anillos de seguridad con personal de experiencia armada, no permitía el ingreso de mujeres que no fueran de la región para evitar que las siguieran, y se mimetizaba con la población en sus desplazamientos.

En segundo lugar, fuimos entendiendo cómo operaba su capacidad corruptora para anticipar movimientos de tropa o acciones ofensivas en su contra, a través de redes de informantes territoriales. Tercero, logramos entender que su logística personal era administrada solo por personas de su clan familiar. Cuarto, supimos cómo operaba todo su sistema de comunicaciones y quiénes eran sus correos humanos.

Quinto, conocimos que pagaba a algunos de los habitantes de las zonas donde se movía para que no dieran información a las autoridades y desviaran estratégicamente la atención de estas. Por último, logramos entender que sus lugares predilectos eran de difícil acceso y altamente riesgosos para operaciones de asalto o bombardeos por parte de la fuerza pública.

Era un delincuente muy disciplinado; había dejado de consumir licor y no permanecía en el mismo lugar más de tres días.

Con toda esta información recaudada, lanzamos una estrategia denominada Nudo de Paramillo, la cual consistió en incrementar el control territorial y estructurar un sistema rápido de inteligencia y policía judicial, integrado con la Fiscalía General de la Nación, para golpear y seguir avanzando en cada eslabón de la estructura.

Con el ministro Molano, los generales Navarro, Zapateiro, Vargas, Murillo, Mujica, Díaz Mateus y Hoyos, constituimos una unidad muy articulada y logramos la neutralización de Nelson Darío Hurtado Simanca, alias Marihuano, el 7 de febrero, y las capturas de las hermanas de Otoniel y de alias Dimax, alias Falcon y alias Gordo Rufla, logrando, como nunca antes, cerrar el círculo y sacar a Otoniel de su zona de confort.

La Operación Osiris

Luego de la primera fase de la estrategia Nudo de Paramillo, con la cual logramos desestabilizar las estructuras de los anillos de seguridad, mediante control territorial y presiones operacionales con allanamientos y capturas, pudimos entender muchos de sus hábitos diarios y, gracias a la segunda fase, consolidamos fuentes técnicas y humanas que nos llevaron a la estrategia de cuadrantes para cazar al delincuente en el punto exacto donde se encontraba.

Osiris pasará a la historia como la más grande y exitosa operación contra el narcotráfico en Colombia, debido a que logramos infiltrar la red completa de movimientos de Otoniel e ir un paso adelante, limitando sus movimientos y bloqueando su capacidad de respuesta al acecho de nuestros soldados y policías

Se lanzó la estrategia Nudo de Paramillo, la cual consistió en incrementar el control territorial y estructurar un sistema rápido de inteligencia y policía judicial.

.Identificado el cuadrante en un área de 3,5 × 3,5 kilómetros, se desarrollaron múltiples operaciones de asalto. Fueron centenares de comandos conjuntos, una capacidad helicoportada sin precedentes y sistemas especializados de observación a profundidad los que se emplearon, al tiempo que nuestro nivel de infiltración permitió llevarlo al error.

Las horas decisivas

Bajo la más estricta reserva, en la madrugada del viernes 22 de octubre lanzamos la operación de persecución y captura de uno de los más sanguinarios y peligrosos criminales en la historia de nuestro país. Fueron horas decisivas, en las que se fue ejecutando minuciosamente la operación, que contó con la participación de 700 integrantes del Ejército y 400 de la Policía.

Para evitar sospechas, decidimos adelantar nuestra agenda normal de eventos, teniendo en cuenta que para garantizar el éxito de la operación era fundamental mantenerla en total secreto. Durante toda la mañana, iba siendo informado sobre los avances, de manera permanente, por parte del ministro de Defensa, la cúpula militar y el director de la Policía.

A medida que iban pasando las horas, crecía la expectativa y confiábamos en que hiciera buen tiempo, puesto que este había sido el imprevisto que, el día anterior, nos había obligado a cancelar el primer intento contra el bandido.

A las 10:25 de la mañana, cuando salía con la comitiva del municipio de Arjona, en Bolívar, recibí la llamada del general Jorge Vargas en la que me informó que las tropas del Ejército y el equipo de inteligencia de la Policía habían logrado llegar a los puntos de lanzamiento y se encontraban en el área del cerro Yoki, donde infiltraron los anillos de seguridad del capo.

Las tropas comenzaron a realizar las inserciones en la zona, cada vez con más contundencia, y avanzaron poco a poco hacia el objetivo. A las 4:15 de la tarde, se registró el primer combate con los delincuentes que le prestaban seguridad a Otoniel, enfrentamiento en el cual murió, sirviéndole a la patria, el intendente Edwin Guillermo Blanco, y donde también fue abatido uno de los cabecillas de los anillos de seguridad del jefe del Clan del Golfo.

Se logró infiltrar la red completa de movimientos de Otoniel e ir un paso adelante, limitando sus movimientos y bloqueando su capacidad de respuesta, hasta alcanzar su captura.

A lo largo de toda la noche continuó su búsqueda y el acopio de más elementos que nos indicaban, con certeza, que el objetivo se encontraba en la zona.

Esa noche viajé a la Base Militar de Tolemaida, donde mantuvimos comunicación permanente con los comandantes que lideraban la Operación Osiris. Fueron más de 120 llamadas las que intercambiamos con los altos oficiales que estaban en el área, desplegando todos los esfuerzos para que la misión tuviera éxito.

Al amanecer del sábado 23 de octubre recibí el reporte de que se había consolidado el cerco y que las tropas acababan de detectar en la selva a varias personas que intentaban escapar a toda costa, momento en el cual se procedió a cerrar la zona con aeronaves militares.

La presión y el despliegue de la fuerza pública, en la vereda La Pita, del municipio de Turbo, Antioquia, había sido contundente. Los comandos de la Policía y el Ejército que adelantaron el cerco cayeron por sorpresa, registraron el inmueble donde estaba el bandido y observaron su intento de escape con otros dos delincuentes. Los comandos actuaron con velocidad, identificaron a Otoniel y se escuchó el grito de nuestros héroes al detener al narcotraficante más buscado de Colombia y del mundo. Al verlos, el terrorista sanguinario gritó: “¡No me maten, no me maten, soy Otoniel!”.

A las 3:00 de la tarde de ese mismo sábado recibimos la llamada del general Murillo y el general Mujica, informándonos que una patrulla del Ejército había capturado a alias Otoniel.

Ordené a los comandantes que realizaran la identificación plena para poder anunciarle al país la buena noticia. Cuarenta minutos después, el general Vargas recibió la llamada en la que se confirmaba la noticia; se volteó a verme, con los ojos aguados por la muerte de tantos policías asesinados por el bandido, elevó la voz y me dijo: “¡Orden cumplida, señor presidente!”.

Lo felicité a él, al ministro de Defensa y a todos los integrantes de la cúpula. Era un triunfo de Colombia. Llamé para felicitar también a los generales Mujica, Murillo e Isaac Hoyos, comandante del CCOES, quienes habían liderado el histórico golpe en el escenario de la Operación Osiris.

En ese instante pensé en todos los héroes de Colombia que luchan y dan sus vidas por nuestro país. Pensé en el intendente Blanco, quien murió en esta operación, y en su familia. Pensé en los centenares de líderes sociales asesinados por Otoniel. Pensé en las decenas de policías asesinados por el Clan del Golfo y cerré los ojos, oré y le di gracias a Dios y a la Virgen de Chiquinquirá, patrona de Colombia, porque había caído una encarnación del mal, solo comparable con Pablo Escobar.

Procedí a que se convocara el equipo de Comunicaciones, luego de todas las verificaciones, y di la instrucción de trasladar a ese delincuente a un lugar de máxima seguridad.

Gracias a nuestros soldados y policías

Tan solo 24 horas después de este golpe sin precedentes, viajé a Urabá para saludar y condecorar a muchos de los héroes que participaron en la Operación Osiris, reconocimiento que recibieron con humildad, porque ellos saben que la tarea continúa. Allí les recordé que en nuestro gobierno hemos capturado a más de 2.800 miembros del Clan del Golfo; que con la Fiscalía General de la Nación hemos ocupado más de 2.200 bienes, por un valor de 10 billones de pesos; que han sido neutralizados 102 miembros del Clan del Golfo y que les hemos propiciado la mayor incautación de droga en su vida criminal.

La caída de Otoniel marca el final del Clan del Golfo como estructura criminal monolítica. Seguramente, algunos tratarán de llenar el papel de Otoniel, pero la respuesta será siempre la misma: el triunfo de la legalidad.

Le prometí a Colombia que Otoniel caería, y lo logramos en equipo, con todas las fuerzas, con toda la inteligencia y con toda la contundencia, recordando que nadie está por encima del Estado y que el que la hace, la paga.