La organización criminal que hace pocos días desarticuló la Fiscalía y la Sijín, en la Metropolitana de Bogotá y liderada por un disidente de las Farc, era tan peligrosa que hasta convirtió una zona de reserva forestal, en lo alto de la localidad de Rafael Uribe Uribe, en un cementerio para sus víctimas.
Los delincuentes lograron apoderarse de esta zona, a través de la intimidación, el secuestro, la torturas y los asesinatos. Las víctimas, otros delincuentes, consumidores de estupefacientes y hasta vecinos del sector, terminaban enterrados en un sector conocido como La Finca, una zona boscosa en la frontera entre la localidad de Rafael Uribe Uribe y Usme.
SEMANA conoció la declaración de uno de los integrantes de esta organización criminal que, tras su captura, decidió contar de qué manera alias Compa, el disidente de las Farc, preso en una cárcel de Santander, ordenaba el asesinato de sus enemigos y los propios integrantes de la organización criminal que tenían alguna deuda con la venta de estupefacientes.
“El 12 de febrero en la noche, a eso de las 7:22, me envía un audio por WhatsApp y me dice ‘amor, yo la amo mucho, yo voy a subir a hacer cuentas, pídele a Dios que me vaya muy bien’. En sí, unos días antes de que subiera por allá, me empezaba a enviar unos audios así como: amor, si me llega a pasar algo, sepa que la amo mucho”, señaló una declaración que obtuvo la Fiscalía.
Los delincuentes llevaban casi una década atemorizando a la población, generando desplazamiento y desapareciendo a las víctimas. La sentencia de muerte llegaba con una frase que incluía una invitación: “nos vemos en la finca”. Así eran citadas las personas que posteriormente terminaban torturadas y asesinadas.
“Yo como pude traté de preguntar, por lo menos me dijeran dónde estaba el cuerpo, pero cómo hago, si yo subo por allá, por allá me dejan y me dijeron: si usted quiere saber eso, le va a tocar denunciar todo, contar todo lo que usted sabe y allá van a encontrar cuerpos de todos los que han matado por allá”, señaló un testigo que buscaba a su pareja y contó cómo las víctimas eran enterradas en La Finca.
El delincuente decidió contarle a los investigadores de qué manera se desaparecían los cuerpos. Advirtió que eran obligados a ponerse overoles, guantes de cirugía, tapabocas, impermeables y hasta botas pantaneras, para poder llevar las bolsas con los cuerpos desmembrados hasta un sector conocido como la marranera, en La Finca.
“Me dijo, toca subir esas bolsas a la marranera, pero primero toca ponernos un overol negro, impermeable, tapabocas y guantes de cirugía, que no podía quedar evidencia de nada. Yo sí sabía que se trataba de cuerpos desmembrados como brazos, piernas, cabeza y tronco. Cuando me la echo el hombro, sentí como el brazo de una persona, era delgadita como de una mujer”, dijo el testigo.
La declaración de esta persona se convirtió en un elemento de prueba contundente para adelantar un gigantesco operativo en esta zona. Más de 350 hombres de la Policía y la Fiscalía llegaron en una madrugada y lograron la captura de 21 delincuentes que se encargaron de sembrar el terror entre la comunidad.