Por increíble que parezca, el capítulo de la junta directiva de Ecomoda mantuvo a los colombianos pegados al televisor como si nunca antes hubieran visto en qué terminaría la reunión entre los Valencia y los Mendoza. El apego a Betty es tanto, que este miércoles llegó a 13.5 de audiencia y demostró por qué es un clásico de las telenovelas que puede transmitirse una y otra vez y ser igual de exitosa. Por eso, SEMANA quiso desempolvar aquellos hechos de "Yo soy Betty, la fea" que nos recuerdan cómo éramos en los noventa y por qué esta historia es más actual de lo que parece. Quienes comenzaron a repetirse la telenovela -por segunda vez en 20 años- se encontraron con la vestimenta anticuada de Betty: falda por debajo de la rodilla, sacos anchos y zapatos bajitos. Atuendo que hoy en día no usaría una asistente de presidencia en una empresa de moda. Pero eso no es todo, las minifaldas de Aura María y el cabello pegado con gel a la cabeza de Fredy, el mensajero, si bien ya no son tan comunes, representan lo que alguna vez fuimos.
Foto: Captura de video /Youtube Otra sorpresa que se llevaron los televidentes más jóvenes fue darse cuenta cómo eran los medios de transporte hace veinte años, cuando se estrenó el primer capítulo. Las busetas destartaladas recogían a los pasajeros en cualquier lugar de la calle y llevaban su tradicional letrero de colores, al frente, para que los bogotanos reconocieran la ruta. Eso sí, andar colgados en la puerta del bus sigue siendo común en el transporte público de ahora. Y ni hablar de los carros lujosos que tenía Don Armando y Patricia Fernández. El del presidente de la compañía era modelo Toyota Celica coupe (1999) y el convertible de la peliteñida -con seis semestres de finanzas en la San Marino- era un Mercedez Benz descapotado antiguo; autos que ya no se suelen ver con tanta frecuencia por la ciudad. Pero quizá el choque más grande proviene del lado tecnológico. En ‘la cueva’ u oficina de Betty solo había un computador, una lámpara y un teléfono haciéndole compañía mientras redactaba los informes de Armando. El computador de trompa ancha y pantalla cuadrada - con Windows 98 y conexión a un lento internet por cable telefónico- le servía a la economista para hacer los los balances alterados de Ecomoda y al momento de presentarlos, grababa la información en diskettes. Recursos tecnológicos que distan bastante de los portátiles ultradelgados y el almacenamiento en la nube a través de internet. Los teléfonos inalámbricos fijos -ahora tan escasos- eran herramientas de última tecnología.
Foto: captura de video / Youtube El formato de grabación que tiene la telenovela es otra cosa a la que no están acostumbradas las nuevas generaciones. La imagen borrosa y reducida a una parte de la pantalla de los televisores modernos, no se compara con la alta definición en 4K con la que se hacen las producciones en 2019. “El formato era de menos resolución y por eso la gestualidad para poder representar lo que los personajes sentían era captada por las cámaras con un registro menor. Tocaba hacer más trucos con el cuerpo dependiendo del plano que hacíamos”, recuerda Jorge Enrique Abello. Incluso, la grabación de los 169 capítulos de la novela se hizo de forma muy distinta. Dago García, libretista y amigo cercano de Fernando Gaitán cuenta que las telenovelas en los noventa tenían una duración de 120 a 200 horas, pero ahora “son de 60, incluso menos, pero con el mismo material argumental. Capítulo a capítulo debemos entregar más argumentación porque la gente ya conoce otros formatos y narrativas”, afirma. Porque hace dos décadas solo existía el acceso a la televisión abierta -por donde se transmitía Betty- mientras que ahora las plataformas de streaming, como Netflix o HBO, presentan una oferta de contenidos mucho más amplia. Puede leer: Fernando Gaitán más allá de sus novelas Pero, ¿por qué seguimos viendo Betty después de 20 años? Natalia Ramírez, actriz que encarna a Marcela Valencia, cree que el éxito radica en la universalidad de la historia. “Betty siempre será una novela actual. En esa época existía el matoneo y ahora también. Betty es un ejemplo de una mujer emprendedora como lo somos las mujeres hoy en día”, dice. Otro punto a favor de la telenovela es que mostró a la mujer en una posición distinta. Aunque no lo parezca “Fernando Gaitán las hizo bellas. Realmente los hombres eran los desfavorecidos en los escritos de él”, opina Natalia. Y lo mejor, es que lo logró “desde la naturalidad que no se ve en las novelas de ahora. Sin lanzar un tiro, sin hacer un desnudo, sin crear personajes malévolos”, comenta.
Foto: “No hay telenovela colombiana sin humor, sin risa", menciona Dago García. Concepto que comparte Jorge Enrique Abello: “Armando es un protagonista con un grado de neurosis alto, intolerante, políticamente incorrecto, infiel, inmoral, tiene todos los defectos del mundo y ninguna virtud, pero trasciende como persona a través del amor”. Omar Rincón, crítico de televisión del periódico El Tiempo tiene otro concepto sobre la razón por la cual Betty no pasa de moda. "Hay quienes dicen que la televisión debe ser innovadora pero se les olvida que la televisión está basada en la estética de la repetición. Donde las personas gozan de un placer conocido", afirma. Lo que explicaría por qué la identificación con los personajes se mantiene intacta. Betty es un clásico del entretenimiento y al verla otra vez se hacen nuevas lecturas de su argumento teniendo en cuenta el contexto actual. Omar Rincón y Dago García coinciden en decir que Betty la fea, al igual que el Chavo del ocho (1971) o Los Simpsons (1989) son infalibles en la televisión colombiana por su calidad popular y por eso se siguen transmitiendo. Los usuarios de las redes sociales siguen muy de cerca la repetición de la novela y encuentran similitudes entre lo que le pasa a la protagonista y lo que les sucede en la vida real.
Pero en definitiva, lo que une a los televidentes en torno a la producción de Fernando Gaitán es el humor. En los 200 países donde se adaptó la obra se mantuvo la comedia como hilo narrativo. “Betty utiliza el humor como forma popular para hacer crítica social y el cuartel de las feas se vuelve fascinante porque se burla del estereotipo de la belleza" -afirma Rincón- "tiene lo mejor del melodrama clásico, en el cual el amor hace justicia y permite ascenso social. Pero a esa parte clásica se suma la modernidad, al poner a Betty en un escenario de la moda, donde no importa quién eres, sino lo que llevas puesto y la apariencia". Le recomendamos: Adiós a un guionista sin igual Sin embargo, la jocosidad también se vivía al interior del set de grabación. Natalia Ramírez recuerda que la escena de seducción donde Marcela se viste de verdugo y le amarra una soga al cuello a Armando Mendoza; le costó un buen golpe.“El tubo que sostenía la horca se me vino encima. Por supuesto la idea de colgarlo se redujo a otra cosa. Yo estaba con deshabille todo sensual pero con un chichón en la cabeza y casi ni me acuerdo de la letra”, cuenta con gracia. A la pregunta, ¿cómo éramos en los noventa, en términos de la televisión colombiana? los actores de Betty responden: Jorge Enrique Abello: “Me quedaría con el tiempo con el que se hacía la preproducción y con los autores que colaboraron a que Colombia tuviera una televisión de prestigio. Eran personas cultas y que conocían cómo se construían las relaciones sociales que nos daban la oportunidad de construir personajes poderosos. Hemos olvidado al autor, al escritor". Natalia Ramírez: “Éramos rigurosos, disciplinados, extraño la mística. En esa época un solo director hacía toda la novela. Había un solo capitán del barco. Él decidía quienes actuaban, maquillador, diseñador, fotógrafo...ahora los productores escogen todo”.