Llenar la plaza de Bolívar de Bogotá ha sido el hito de las manifestaciones políticas en el país. Entre las cuatro esquinas de las calles Décima y Once, y las carreras Séptima y Octava hay aproximadamente 13.900 metros cuadrados, y los expertos calculan que para llenarlos, por lo menos se necesitan 55.600 personas. Dicen algunos libros de historia que Jorge Eliécer Gaitán le metió cien mil personas la noche del 7 de febrero del 48, dos meses antes de que lo mataran. Se llamó la marcha del silencio, que el caudillo convocó contra el presidente conservador Mariano Ospina Pérez por una oleada de violencia contra liberales. Quienes salieron a la calle marcharon sin pronunciar palabra, solo cargaban antorchas en la mano. Desde entonces, la lista de los que han llenado la plaza de Bolívar es larga. El 7 de septiembre del año pasado el papa Francisco registró un lleno impresionante. Tan comparable como el del 4 de febrero de 2008 cuando miles de personas con camisetas blancas se apretujaron contra las Farc. Se ha llenado de forma tan espontánea como aquella mañana del 2 de agosto del 2007 cuando el profesor Moncayo se careó con Álvaro Uribe después de haber recorrido a pie medio país, o la tarde del 12 de octubre de 2016 cuando indígenas, campesinos, universitarios la llenaron para exigir un acuerdo de paz en la semana de guayabo del plebiscito por la paz.
Pero hay otras maneras de llenar la plaza de Bolívar. A Germán Vargas Lleras no le quedó grande hacerlo este 20 de mayo, para poner colofón a su campaña, una de las más largas, si se atienda a las palabras de sus críticos que lo ven pavimentando terreno a la Casa de Nariño desde que era ministro de vivienda de Juan Manuel Santos. Vargas lo hizo con la fórmula de la política tradicional. La que movilizan las organizaciones políticas alrededor del líder de turno, en este caso del candidato presidencial. No es otra que esa especie de pirámide que asciende desde el líder barrial, la junta de acción comunal, el edil, el concejal, el diputado, hasta el representante, el senador.
Es lo que se denomina la maquinaria política. Esa especie de red que siempre han tejido los partidos políticos o quienes se han dedicado a hacer política. La primera que Vargas Lleras tejió fue para Luis Carlos Galán a finales de los años ochenta, cuando tenía que organizar la estructura de la localidad de los Mártires, en Bogotá. Desde entonces sabe cómo también se llena una manifestación política. Vargas llevaba tres semanas anunciando que su cierre de campaña sería una manifestación sin antecedentes, lo que advierte que se venía preparando meticulosamente desde meses atrás.
Para que la plaza se viera llena, al menos en los dos tercios de área que se habilitaron para el público, se responsabilizó a varios senadores, actuales y electos, para que movilizaran su gente. Sacar miles de personas de sus casas un domingo en la tarde, para escuchar el discurso de un candidato a la presidencia, es una invitación poco atractiva. Para ello, prácticamente tienen que sacarla de sus barrios, llevarla al centro, y devolverlos a sus casas.
Además del discurso, para añadirle un atractivo adicional a la tarde de domingo, se ofrecía un concierto en tarima. Vallenato con Rafa Pérez, pop cristiano con Pescado Vivo, Mariachi internacional de Ricardo Torres, y reguetón con Mole. Por las onces no había que preocuparse, en todas las manifestaciones políticas hay refrigerio.
Aún así, para asegurar el lleno en la plaza de Bolívar había que movilizar a la gente. A las dos de la tarde, por las calles del centro había tantos trancones como en un día entre semana en hora pico. Los provocó la cantidad de buses blancos que llegaron y se parquearon en la Avenida Jiménez con carrera Octava, en la calle Sexta, en la Carrera Segunda, y hasta en la Avenida 19. Como decía una famosa propaganda: "buses a todos los barrios". Esa responsabilidad le correspondió en buena parte a los congresistas de Cambio Radical. Carlos Galán, Germán Varón, Rodrigo Lara, Juan Carlos Restrepo, Daira Galvis, Antonio Guerra tuvieron que sacar su gente. También varios de La U, Roy Barreras, Ritter López, Armando Benedetti, Efraín Torres, el concejal Torrado. Los cristianos fueron movilizados por Claudia Rodríguez de Castellanos, y un nutrido grupo de jóvenes con pancartas de David Luna. Cuando el animador mencionaba el nombre de los partidos políticos, el aplausómetro se reventó precisamente con Cambio Radical.
Llevaron gente desde todas las localidades y barrios de Bogotá. Usaquén, San Cristóbal, Bosa, Suba, Usme, Ciudad Bolívar, Kennedy, Puente Aranda, Barrios Unidos, Antonio Nariño, Mártires, Chapinero, Candelaria. También llegaron delegaciones de Sumapaz, de otros municipios de Cundinamarca, como Fusa, Girardot, Madrid, Mosquera, o Bojacá, ese municipio donde Vargas Lleras se estrenó de concejal, hace más de treinta años. Vargas aguardó refugiado en una carpa contigua a la tarima hasta que la plaza estuviera abarrotada. Cuando subió al escenario, la plaza gritaba “¡presidente, presidente!”, y aunque careciera de emoción de otras manifestaciones más espontáneas, a muchos se les notaba que acudieron con fervor y que no les hubieran tenido que llevar para estar ahí. Gente que sigue creyendo en quien está en la cúspide de la pirámide de la estructura política, o el maquinista de esa locomotora.
De lo que más emocionó a Vargas de la campaña política, confesó, fue la movilización que tuvo su ciudad. No solo por su cierre de campaña, pues mencionó como ejemplo la gran concentración que lideró Gustavo Petro en la noche del jueves. “Bogotá se sobró”, dijo. A Petro, sin embargo, fueron dirigidos los principales dardos de su discurso. “Le vamos a dar una pela en democracia el próximo domingo”, dijo como reacción a la denuncia de fraude de Petro que calificó de mal pronóstico y de generar violencia contra las instituciones democráticas. “No nos amedrenta. Sus gritos no nos asustan. No le tenemos miedo a sus amenazas”.
Y es que el cierre de campaña tuvo algo particular. Petro prefirió Barranquilla, la tierra donde Vargas Lleras juega de local, de la mano de los Char, mientras que Vargas devolvió cortesía y cerró sus actos proselitistas frente al Palacio de Liévano, ese que Petro ocupó cuatro años. Pareciera como si ambos hubieran coincidido en meterse al rancho de cada quien.Petro prefirió Barranquilla, la tierra donde Vargas Lleras juega de local, de la mano de los Char, mientras que Vargas devolvió cortesía y cerró sus actos proselitistas frente al Palacio de Liévano, ese que Petro ocupó cuatro años.Vargas fue ovacionado. Primero cuando se comprometió a ser el presidente que inaugure el metro de Peñalosa. Sobre todo cuando habló de Venezuela, “lo peor vendrá mañana cuando Maduro ya esté reelegido y millones de venezolanos lleguen en busca de alimento”. “Colombia no se merece la misma suerte, refiriéndose a Petro. También pronosticó que el domingo sepultaría el prestigio de las encuestas, y a los indecisos les pidió ir la fija y los motivó a que votaran en primera vuelta. Juan Carlos Pinzón su fórmula, dijo que Vargas Lleras será el único presidente jefe, porque por un lado el jefe estará en el Capitolio (en clara referencia a Uribe y Duque) y del otro el jefe estará en Venezuela (en alusión a Maduro y Petro).
Poco menos de una hora estuvo Vargas en la plaza de Bolívar, y anticipó que en cuatro semanas volvería a llenarla para cerrar la campaña de segunda vuelta. Su hermano Enrique, walkie talkie en mano, de un lado para otro, fue el encargado de la logística, cuya tarima registró sobrecupo por la cantidad de congresistas que querían salir en la foto del cierre de campaña. Vargas les pedía la misma organización para el próximo domingo. El voto de maquinaria, el de esos ciudadanos que creen en las estructuras partidistas, superó la prueba de la plaza pública. En ocho días tendrá que superar el de las urnas. La noche cayó y la plaza quedó vacía. En las calles de la Candelaria se podia ver una fila monumental de carros que buscaban salir del centro histórico, así como ríos de gente que buscaban el bus que los había traído.