El 16 de abril de 2004, Emmanuel Rojas llegó a este mundo en las inhóspitas selvas del Guaviare, bajo circunstancias extremadamente difíciles. Poco tiempo después de su nacimiento fue entregado por los guerrilleros de las Farc, que tenían secuestrada a su madre, Clara Rojas, a un campesino llamado Crisanto Gómez, quien lo llevó a una instalación del ICBF en San José del Guaviare.

Al llegar a ese lugar, el pequeño presentaba problemas de salud y un brazo roto. No fue hasta el 13 de enero de 2008 que Emmanuel pudo reunirse con su madre, Clara Rojas, en Bogotá, tras su liberación por las Farc; para entonces, el niño ya hablaba y caminaba.

2215 | Foto: Montaje Semana

En la entrevista, Emmanuel, quien se convirtió en una figura nacional por la que rezaron millones de colombianos para que lograra volver con su familia, cuenta cómo fue ese reencuentro. Pese a la corta edad que tenían en ese momento, en su mente están claras las imágenes de cuando vio a su progenitora por primera vez.

De la sede del ICBF en San José del Guaviare, Emmanuel fue trasladado a Bogotá a la Fundación para la Asistencia de Niños Abandonados (Fana), una institución social de carácter privado sin ánimo de lucro, que se dedica a la protección integral de los menores y que lleva 52 años de operaciones.

“Mis primeros recuerdos se remontan justamente a Fana, donde estuve tras salir de la selva. Es un hogar de acogida que recibe a varios niños. Recuerdo un campo de baloncesto, la hora del recreo, éramos muchos niños que jugábamos y coincidíamos en el desayuno y cuando veíamos películas. Es un hogar de adopción en Suba, en Bogotá. Yo me divertía, había una piscina de pelotas, incluso estuve allí la última noche antes de decirle adiós a ese sitio”, evoca Emmanuel, quien para entonces no había cumplido los cuatro años.

En el diálogo que sostuvieron Emmanuel y su mamá con SEMANA, ella continúa la historia recordando que tras ser liberada en Caracas llegó inicialmente al aeropuerto de Catam, en Bogotá, donde la recibieron y de ahí la trasladaron a recoger a Emmanuel en Fana.

“Allí nos ubicaron en una sala especial dedicada a los niños para que se encuentren con sus familias. Recuerdo la imagen de la Virgen, estábamos tan emocionados por ver a Emmanuel que nos arrodillamos a llorar de la emoción con mi mamá y mis cuatro hermanos. Fue una escena linda. Cuando llegué, me dijeron que el niño estaba almorzando y pedí que lo dejaran terminar. Y de repente lo vi entrar caminando. Ya era un niño que caminaba y no el bebé que yo había visto la última vez en la selva. Venía caminando, tenía tres años y medio y me dio un abrazo fuerte. Fue muy emocionante”, asegura Clara.

Mientras llegaba el momento del anhelado reencuentro, en Fana habían preparado a Emmanuel para volver a ver a su mamá, le permitieron ver las imágenes en televisión de la liberación de Clara Rojas, que se produjo tras un acuerdo entre el gobierno del expresidente Álvaro Uribe y el entonces mandatario venezolano Hugo Chávez.

“Así él pudo ver a su mamá, a su abuelita y a su familia cuando descendimos del avión (en la liberación), al igual que todo el país. También le habían hecho un álbum, que aún conservo, en el que se identificaban las fotos de su mamá y su abuelita con el objetivo de que para él fuera digerible en el momento de encontrarnos. Todo esto lo relato en mi libro Cautiva”, comenta la excongresista.

Emmanuel da también su versión de ese momento: “En Fana me mandaron a llamar y me dejaron ver la televisión. Mi mamá se veía saliendo del aeropuerto de Caracas. A mí me decían: “Emmanuel, ella, la que ves en el televisor, es tu madre”.

Cuando la vi por primera vez, me pareció una mujer muy bonita. Recuerdo que le di un abrazo. Después hablamos y ella me preguntó: “¿Emmanuel, tú sabes quién soy yo?”. Yo solo le di el abrazo. Luego regresamos a Fana, porque mi madre decidió pasar mi cumpleaños con los compañeros y amigos, y hubo una piñata. En las novenas de Navidad también compartimos con ellos”, rememora el hoy estudiante de derecho de 20 años.