Mía Carrascal llegó al mundo el 25 de agosto de 2022, pero su llegada estuvo marcada por desafíos desde el principio. La pequeña nació con atresia esofágica, un defecto congénito que impide el desarrollo adecuado del esófago.
Desde entonces, Mía pasó prácticamente toda su vida en el hospital. Sin embargo, el pasado 4 de agosto de 2024, la bebé de dos años, murió en un centro médico de Cartagena.
Durante su corta vida se la pasó de quirófano en quirófano. Tan solo en tres ocasiones estuvo en su casa. En noviembre de 2023, tras casi dos meses de estar en el seno de su hogar, tuvieron que llevarla nuevamente al hospital.
Mía llegó con una neumonía leve y los doctores no anticipaban complicaciones en su condición, no obstante, una bacteria agravó el caso, por lo que tuvo que ser trasladada desde Cartagena hasta Rionegro, Antioquia, para ser atendida en la clínica Somer. Allí recibió un tratamiento especial conocido como ECMO (oxigenación por membrana extracorpórea).
Fue el 21 de febrero de 2024, cuando la batalla de Mía tuvo un nuevo evento desafortunado, “allí tuvo un paro, fue una falla médica”, argumentó Laureth Valderrama, madre de la menor, quien detalló que mientras ella se estaba duchando ese día en el hospital, su bebé estaba con una terapeuta respiratoria, pero cuando salió del baño y regresó a la habitación 10 de la UCI pediátrica, encontró una escena que la dejó atónita: “No tenía signos vitales. La niña estaba muerta, prácticamente”, dijo la madre.
Ante ese momento, los paramédicos la reaniman y la dejan sedada por tres días. “Mi bebé no tenía daño cerebral, sí un retraso en el desarrollo por tanto tiempo en hospitalización. Me decían que tenía una atrofia en el cerebro”, narró Laureth.
Mía no tenía ningún tipo de lesión neurológica, pero a causa de aquel incidente presentó dos daños cerebrales: una lesión en la parte occipital y otra en los ganglios basales.
En ese instante comenzó el calvario. A Mía tenían que devolverla a Cartagena y pese a que Laureth rechazó inicialmente el traslado por tierra, pidió ayuda para una ambulancia aérea pero, al no tener respuesta, optó por la primera opción.
Cuenta la mamá que su hija desde ese episodio lloraba constante, los médicos argumentaban que “ella lloraba era porque le estaban saliendo tres muelas al mismo tiempo y yo creí”. Sin embargo, Laureth decide llevar a Mía nuevamente a Serena del Mar.
“En Cartagena me dicen los médicos que el dolor de Mía es un dolor crónico y que lo que lo causaba a ella era la misma lesión que tenía en el cerebro debido a que ella estaba muy rígida (...) por eso lloraba, porque una de las lesiones tenía que ver con la movilidad del cuerpo. A partir de ahí su cuerpo se fue deteriorando”, relata la madre.
A raíz de este nuevo diagnóstico, Mía empieza a combatir el dolor crónico con morfina, a pesar de que ya ella no estaba rígida debido a otros medicamentos, pero el dolor seguía. “A ella le ponían dos o tres gotas de morfina por día. Incluso hubo un día que el dolor era mayor y le pusieron cinco gotas. Eso es mucho para una bebé”, dice Laureth.
Con el tiempo el dolor fue disminuyendo y así las gotas de morfina hasta quedar en dos. Mía estaba en casa, pero según su mamá la veía deteriorada. Los médicos le advirtieron que sí ocurría otro paro “ellos no iban a reanimar debido a que iba a quedar peor, pero yo me opuse a eso (...) el equipo médico que estaba en casa dijeron que ellos si la iban a reanimar. Desde ahí no la quise llevar más a una hospitalización en Serena del Mar”.
Sin embargo, Laureth era consciente que el día menos esperado iba a llegar. En una ocasión, los padres de Mía la llevaron a una cita médica en el mismo hospital porque la barriga se le empezó a inflamar por la misma falla renal y los médicos decidieron dejarla hospitalizada para colocarle un drenaje, pero luego le dieron de alta.
Pasaron los días y nuevamente tuvieron que llevarla al hospital. La médica que llegó ese día en la ambulancia para recoger a Mía le pidió el historial clínico a la madre: “Allí detalló que la niña tenía parálisis cerebral, eso a mí nunca me lo dijeron y fue ahí cuando me entero de que la niña si tenía parálisis cerebral, debido a lo que pasó en Rionegro”, dijo la madre.
Laureth conoció este diagnóstico, por casualidad, alrededor de 20 días antes de que su pequeña falleciera. Esa fue la última vez que Mía estuvo en Serena del Mar, luego le dieron de alta, pero con una sonda.
Llegó el 14 de julio de 2024, Mía se encontraba muy mal a tal punto que casi le da un paro en su casa. Su madre llamó a una ambulancia y decide llevarla a la Casa del Niño para conocer otro parte médico tras el suceso anterior. Allí fue internada en la UCI.
“Ese día la internaron, ella no volvió a salir de la clínica, allí fallece. Ella ingresó con la sonda que le pusieron en Serena del Mar, ya tenía desinflamada la barriga, incluso mejoró un poco, pero me dijeron que ella necesitaba un trasplante de hígado, pero su condición no le permitía aguantar otra cirugía y tampoco una diálisis”, dijo Laureth.
Finalmente, llegó el 3 de agosto, 24 horas antes del fallecimiento de Mía. La madre recuerda que su hija ya estaba deteriorada, ese día fue con su esposo a verla, pero los médicos no le dan muchas esperanzas.
Esa visita fue muy especial, ambos padres compartieron con la pequeña y luego se fueron a casa. Cayó la noche y en la madrugada del 4 de agosto recibieron una llamada de clínica: Mía había entrado en paro. De inmediato se fueron a verla y afortunamente la encontraron con vida luego de que los médicos la reanimaran.
“Yo entré a verla, la consentí un rato y estuve orando con ella. Le dije que no tenía porque quedarse aquí con nosotros sufriendo, que si papito Dios quería llevársela al Cielo que siguiera la luz, que iba a estar mejor, que iba a descansar y que ya después se reuniría con nosotros en algún momento, pero que si sentía muy mal que se fuera”, recordó Laureth con voz entrecortada.
Minutos después de esa charla, Mía nuevamente entra en paro, intervienen los médicos y la reaniman. Ante esto, los padres ingresaron y compartieron con la bebé. Sus signos vitales ya eran débiles.
“La vimos agonizando, era como si llorara en seco, tratando de respirar. Ahí supimos que ya iba a morir. Entra en paro nuevamente y de ahí no sale”, detalló la madre.
Posterior a eso, Mía fallece sobre las 4:00 de la madrugada del 4 de agosto de 2024, marcando el triste final de una lucha constante.
Actualmente, reza una denuncia en la Fiscalía por lo sucedido en Rionegro. Llevó su caso a la Defensoría y habló con los abogados de la clínica. Incluso, tramitó un derecho de petición para que le suministren los videos de las cámaras de seguridad, para ver qué pasó ese día en la UCI. No obstante, se lo negaron.
Ante la negativa, acudió nuevamente a la Fiscalía y allí le dieron una orden jurídica, pero la clínica respondió que entregarán los videos al ente acusador y no a ella, según precisó en su denuncia pública. Hasta el momento, no hay avances judiciales de este caso.
La familia de Mía abrirá una fundación en nombre de su hija para ayudar a otras familias que estan pasando por circunstancias similares.