Más de dos horas en un quirófano, trasplante de venas, tres unidades de glóbulos rojos y al menos seis personas atendiendo la cirugía del soldado Róbinson Beleño son parte de la reseña que vislumbra la complejidad de la herida. El reto no era solo salvarle la vida, evitando que se desangrara tras ser impactado por un proyectil de fusil. El joven de 28 años tenía un 70 % de posibilidades del perder el brazo.

El uniformado herido en Putumayo estuvo a punto de perder su brazo derecho. | Foto: Ejército Nacional

Todo eso pasaba mientras el país se dividía por causa del polémico operativo que se registró en la vereda El Remanso, en Puerto Leguízamo (Putumayo), en el que 11 personas murieron.

Unos dicen que eran civiles inocentes, lideres de comunidad, menores de edad e indígenas. El Gobierno nacional insiste en que era una operación contra las disidencias de las Farc y delincuentes al servicio de las narcotráfico, argumentando su postura con videos y fotografías en mano. Beleño indica que la herida que lo dejó a punto de perder la vida, se la causó un civil con un arma de alto alcance. El soldado asegura que cuando sintió el disparo inmediatamente pensó que su brazo se había desprendido, tanto así que trató de acomodárselo como pudo.

De lo agresivo que fue el proyectil, no hay duda, los médicos fueron testigos de eso. Tan pronto cayó herido recibió atención de sus compañeros que le controlaron el sangrado, basados en las técnicas de supervivencia que les enseñan en le Ejército Nacional. Una vez llegaron los paramédicos que lograron sacarlo del área de operaciones, lo llevaron al hospital de la región. Al realizarle una tomografía axial computarizada (TAC) se dieron cuenta que en Putumayo no había un especialista que pudiera atenderlo, ni tampoco en Villavicencio.

La única opción era conseguir un avión medicalizado y trasladarlo al Hospital Militar en Bogotá. “Yo no veía la hora de aterrizar, veía mi brazo inerte”, relata Beleño desde la cama del centro de salud.

Llegó en la madrugada del martes 30 de marzo y tras realizarle exámenes especializados se dieron cuenta que no tenía fractura ósea, pero eso no era un diagnostico alentador. Las venas, arterias y músculos estaban destrozados, las posibilidades de no amputar eran mínimas. Su hermano, un uniformado del Ejército, estaba en la sala de espera. Con angustia reportó a sus familiares: los papás que no dejaban de orar; la esposa y su hija de 11 años. El brazo de Beleño se hinchaba de manera muy rápida y su color se mezclaba por tramos entre pálido y negro.

Las imágenes diagnósticas estaban siendo analizadas por el doctor Douglas Cáceres, especialista en cirugía vascular y angiología (sistema vascular arterial, venoso y linfático). “Todo era un caos”, dijo el médico a SEMANA. Ese tipo de lesiones requieren ser intervenidas en las primeras seis horas del trauma, cada minuto que pasa es mortal. En el caso de Beleño ya habían transcurrido 24 horas desde el disparo. Explica Cáceres que la única manera de saber qué tan grande era el daño y las opciones para repararlo era abrir el brazo. Así que a las 6:30 de la mañana aproximadamente subieron al paciente al segundo piso, donde están ubicados lo quirófanos de urgencias.

La herida ya no era solamente la del orificio de entrada y de salida, necesitaron abrir 20 centímetros de largo –prácticamente todo el antebrazo– y encontraron que la arteria principal, la que alimenta de sangre la extremidad, estaba rota, pero el proyectil le desapareció 3 centímetros, así que era imposible unirlo, sin contar que debían cortar un centímetro más que estaba contaminado.

La mejor opción era realizar un trasplante, hay algunas venas sintéticas, pero en realidad, era más efectivo si se utilizaba el mismo cuerpo del soldado. Los minutos para los familiares que esperaban respuesta parecían una eternidad, mientras que en el quirófano el personal de la salud estaba contra el reloj.

“Vamos a utilizar la vena safena”, indicó Cáceres a su equipo. Esa es la misma vena que esta ubicada en donde normalmente se brota la vena varice, como es conocido popularmente. La misión era cortar 4 centímetros de esta y ese trozo llevarlo para que funcione como nuevo ducto en el brazo.

No era una tarea fácil, pero tampoco era la primera vez que el médico se enfrentaba a esta situación. Lamentablemente durante su vida militar ha tenido que ver casos críticos de uniformados. Los primeros años como teniente y capitán los dedicó a la atención de los heridos de combate en el área, tenía que evacuar y rescatar; después de especializarse como cirujano asistió con un equipo quirúrgico a los puestos de cirugía avanzados en carpas o en San Vicente del Caguán, donde realizaba cirugías de emergencia de los soldados evacuados.

El comandante del Ejército, el general Eduardo Zapateiro, visitó al soldado Beleño en el Hospital Militar, en Bogotá. | Foto: Ejército

Pero ahora contaba con el respaldo de los avances y la tecnología de punta con la que cuenta el Hospital Militar. Según su directora, la general Clara Galvis, este hospital es catalogado como uno de los mejores en trauma de guerra. Así que Cáceres no dudó en hacer hasta lo imposible por salvarle el brazo al soldado Beleño, minuciosamente, con una lupa especial, una herramienta tal delgada como un cabello y sin casi respirar empezó a trabajar en la conexión de las venas. Luego de varios minutos por fin respiró tranquilo: era el momento cumbre, las venas de Beleño respondieron y ya estaba irrigando sangre.

Posterior a eso necesitó controlar la hemorragia y realizar una fasciotomía que consiste en controlar la inflamación de los músculos que están contenidos en la piel por la afectación de flujo sanguíneo. Así que abrieron la piel del soldado para liberarlos y hacer que mejore la circulación. 24 horas después cierran la herida externa.

Beleño celebra que ya puede mover su brazo y espera que con las terapias que vienen pueda recuperarse en su totalidad, pues anhela el momento de volver a estar activo para servirle al país. “Quiero decirles que estoy orgulloso de ser un soldado, estoy dispuesto a luchar y defender al pueblo colombiano”, fueron sus palabras.

Una frase que conmovió a más de uno, entre ellos el comandante del Ejército Nacional, general Eduardo Zapateiro, quien aseguró que: “Lo único que al final del servicio de nuestra nación nos llevamos los soldados son las cicatrices que nos deja nuestra vocación y el amor a la patria”.