¡Bienvenidos al concierto más grande del mundo desde Bogotá, Colombia, por la verdad y la paz”. Con esta frase, la alcaldesa de la capital dio inicio al evento musical que marcó un hito en el país y en la historia de récord Guinness.
Una orquesta compuesta por 16.000 músicos, donde el más pequeño tenía tan solo cuatro años y el mayor 70, superó a Venezuela cuando en el 2018, 12.000 músicos de ese país se reunieron en un mismo lugar para interpretar varias obras en homenaje al maestro José Antonio Abreu, quien había fallecido días antes.
En este caso, el propósito principal de la Orquesta Filarmónica de Bogotá no era romper el récord Guiness, sino realizar un gran concierto donde el país pudiera observar una muestra del talento de los 30.000 músicos colombianos que se están formando actualmente. Asimismo, enviar un mensaje de paz y reconciliación a través de las notas de sus instrumentos musicales, en homenaje al informe final de la Comisión de la Verdad.
“Nosotros le estamos haciendo un homenaje a la verdad y a la memoria en Colombia (...) con la Filarmónica queríamos rendir un homenaje a todas las víctimas del país, a la verdad y a la memoria. Y de otra parte también mostrar el talento, la diversidad cultural que tiene Bogotá, que tiene nuestro país, porque quienes viven en Bogotá, pocos nacieron en Bogotá. Muchos vienen de diferentes regiones, muchos vienen de regiones que son familias desplazadas. Aquí hay una representación de todo el país”, indicó David García, director general de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.
A las 12:11 de la tarde, Juliana Peña Ojeda, percusionista de la Orquesta Filarmónica de Mujeres, empezó a mover su batuta para dirigir a los 16.000 músicos que la observaban en las dos pantallas a cada lado del escenario. Con solo 20 años, esta joven, quien lleva en el sistema de orquestas desde los 12 años, dirigió el Himno Nacional de Colombia. El movimiento de sus manos no indicaba nerviosismo, sino que demostraba su experiencia en la música y los conocimientos profesionales que ha obtenido durante su carrera universitaria.
“Yo creo que uno de los mayores retos personales que uno enfrenta al momento de asumir este tipo de espacios es sentirse uno capaz. El reto principal es sentirse capaz y tener la seguridad de pararse frente a tantas personas”, cuenta Peña.
Siete meses de coordinación musical en colegios, barrios de Bogotá y teatros fue el tiempo de preparación para ‘El concierto más grande del mundo’.
El himno de Bogotá, un fragmento de la Oda a la alegría de la novena sinfonía de Beethoven, Palomita de la paz, Canción con todos y Latinoamérica (Calle 13) fue el repertorio que dirigió Rubián Zuluaga, director Musical Asistente de esta orquesta. Aunque los ensayos segmentados habían ocurrido meses antes, solo hasta una hora antes del evento, se realizó el primer y único ensayo general.
“He visto cómo todos los papás de los niños creen en este proyecto. Que toda esta gente está convencida de que a partir del arte, de las humanidades, nosotros podemos construir sociedad. Para mí eso es lo más significativo. Que a través de la diferencia podemos construir algo juntos, porque cada uno de ellos toca de una manera e interpretan los instrumentos de manera diferente. Ese es el valor más poderoso que tiene este evento”, señaló Zuluaga.
Los niños y jóvenes fueron los protagonistas. Morado, rojo, verde, azul, naranja y amarillo fueron los colores que se observaban en aquel arcoíris que formaban las 16 mil sillas ubicadas a lo ancho del Parque Simón Bolívar. Simón Pérez tiene 10 años y desde hace 2 años la flauta traversa le cambió la vida, como él mismo lo indica. “Su regalo” (así la nombra) lo llevó a vivir una gran experiencia a su corta edad.
“Esto significa mucho para mí porque es el fruto de todo el trabajo que yo he hecho (...)Yo al primer día que me dijeron lo del concierto yo me asusté un poco porque no tenía las obras listas, pero entonces me puse a ponerme juicioso. En los tiempos libres, sacaba el tiempo para tocar la flauta y ensayar. Y fui ensayando cada vez más”, expresa con ternura este pequeño músico.
Aunque de a ratos las nubes amenazaban con posponer el evento, ‘El concierto más grande del mundo’ se realizó con éxito. Los violines entonaron la solemnidad de los himnos, mientras que los sonidos caribes ambientaban la letra de la canción famosa “Latinoamérica”. “Tú no puedes comprar al viento, tú no puedes comprar al sol, tú no puedes comprar la lluvia, tú no puedes comprar el calor”, cantaba la artista Diana Perea, al lado del director de la orquesta.
“Bogotá decidió ser epicentro de paz y reconciliación, haciendo inversión social, mejorando la educación, invirtiendo en Sumapaz, invirtiendo en Ciudad Bolívar y Soacha, que son los sitios donde hay más víctimas de la violencia que viven en Bogotá; pero también abrazando la verdad. Desde que conocimos el informe de la Comisión de la verdad decidimos abrazarlo, darlo a conocer, lo estamos leyendo en los colegios, lo vamos a representar en los diferentes barrios. Hoy hicimos el concierto más grande del mundo para que los niños y niñas del sistema orquestal de Bogotá honren también el trabajo de quienes hicieron el informe de la Comisión de la Verdad”, le contó a SEMANA, Claudia López, alcaldesa mayor de Bogotá.