La Universidad del Rosario enfrenta una situación inédita en su historia. La consiliatura de la universidad, tras semanas de controversia alrededor de la gestión de Alejandro Cheyne en la rectoría, acaba de tomar la decisión de desvincularlo del cargo.
La situación es producto de una serie de cuestionamientos alrededor de la gestión de Cheyne, los resultados financieros de la universidad, los posibles conflictos de interés en el gobierno del claustro y la inconformidad enorme de sectores muy importantes de esa comunidad académica.
Desde comienzo de semana, el rector Cheyne había salido a varios medios a decir que no había contemplado su renuncia.
Pero su permanencia en el cargo se había vuelto insostenible. Desde el viernes pasado, la comunidad académica, en diferentes cartas, le había pedido que se apartara del cargo. Los profesores de planta de varias facultades, los egresados e instituciones como la Asociación Rosarista y el Colegio de Abogados Rosaristas se habían pronunciado en ese sentido.
Pero la carta definitiva llegó en la noche del miércoles, cuando los exrectores del claustro decidieron pronunciarse. En una carta que publicaron en sus redes sociales le pidieron públicamente a Cheyne que diera un paso al costado.
Aseguraron que la renuncia era necesaria “para poder iniciar el proceso de recuperación de la confianza y gobernabilidad, y continuar con la buena marcha de la Institución”.
La misiva la firmaron Guillermo Salah Zuleta, Rafael Riveros Dueñas, Hans Peter Knudsen Quevedo, José Manuel Restrepo Abondano y la exrectora encargada María del Rosario Guerra de la Espriella.
Antes de la carta de los rectores hubo otro hecho que fue demoledor para la estadía de Cheyne. En una entrevista en La W, el abogado Jaime Lombana, había sido categórico frente a la crisis que vivía el Rosario y la necesidad de que recupere su rumbo.
“Ese rector se tiene que ir, es impresentable, es un rector que no saluda ni a alumnos ni a profesores, no pisa el claustro. Es un rector que se eligió sin hacer una convocatoria, fue una elección amañada”, dijo.
“Este rector es la tapa del descaro, es un tipo displicente. Es un señor que se dio a conocer cuando lo eligieron rector del Rosario; si quieren echarme por esto que estoy diciendo, que lo hagan”, agregó. Su salida disipó el principal rumor que había a favor de Cheyne: que era la izquierda la que estaba detrás de presionar su salida.
Hasta ese momento, muchas personas se habían manifestado en cartas colectivas. Pero nadie había expresado con tal sentimiento y públicamente las molestias que existían con lo que estaba sucediendo en el Rosario. El hecho de que lo hiciera alguien que no es subalterno del claustro y, a su vez uno de los egresados más importantes de la emblemática facultad de jurisprudencia, fue también determinante.
Mientras estos personajes se pronunciaban, en el Rosario se vivía una enorme efervescencia. En su sede en el claustro, los estudiantes salieron como nunca antes a protestar. El movimiento fue pacífico, pero multitudinario. Había carteles, canciones y arengas.
Nadie anticipaba que la salida de Cheyne pudiera darse de la manera en que finalmente sucedió. El gobierno de la universidad, criticado en medio de esta controversia por haber utilizado el método del yo te elijo, tú me eliges, al final encontró una salida.
El rector, que es elegido por los cinco consiliarios y los 15 colegiales, fue destituido por su mismo órgano directivo. Los consiliarios emitieron el comunicado que confirmó su salida. Con eso, muchos rosaristas de tradición esperan que el cambio que viene en el Rosario no sea radical. Pero la realidad es que la universidad está en un escenario inédito en donde cualquier cosa puede pasar.