Al mejor estilo de los asesinos a sueldo, a los autores del crimen del fiscal antimafia paraguayo Marcelo Pecci sus excesos los dejaron al descubierto. Se dedicaron a la rumba, a comprar joyas, ropa de marca y otros artículos de valor que llamaron la atención por donde vivían y de las autoridades, que ya les seguían los pasos. Y no era para menos, la banda de sicarios que fue contratada para cometer el homicidio habría recibido como pago medio millón de dólares, unos 2.000 millones de pesos colombianos.

La banda estaba compuesta por cinco personas, entre ellas un venezolano de 31 años, que fue quien disparó a quemarropa los tres tiros con pistola 9 milímetros. Una mamá y su hijo fueron los campaneros encargados de seguir al fiscal Pecci y su esposa, Claudia Aguilera. Otro más manejaba la moto acuática y, el último, era el jefe y el encargado de conducir el carro que los esperaba a pocos metros de la playa, en el cual emprendieron la huida.

Pocos días después del homicidio, el equipo de investigación de la Policía y la Fiscalía, con el apoyo de las autoridades de Paraguay y de la DEA, los fueron identificando uno a uno y estableciendo el rol que cumplían en el plan criminal que segó la vida del fiscal antimafia. Eso permitió que los hombres de inteligencia, en los últimos días, les respiraran en la nuca, llegaran hasta sus escondites en Medellín e incluso los siguieran por los barrios de la capital antioqueña.

Así lo hicieron durante los últimos días por los sectores de Robledo, Estadio, Laureles y Lomas del Bernal, donde se movían libremente porque creían que habían engañado a las autoridades y que seguían buscándolos en Cartagena y sus alrededores.

Con los seguimientos paso a paso, con horas de grabaciones de interceptaciones telefónicas legales y registros de video de cámaras de seguridad, tanto en Cartagena como en Medellín, fueron identificados plenamente y capturados en la mañana del viernes, señalados de ser los autores materiales del homicidio.

SEMANA conoció que uno de ellos, al verse descubierto, y en medio de la angustia, atinó a decir, en voz baja, que los había buscado una gente de Paraguay. Sus cómplices, más tranquilos, o tal vez con más experiencia en el mundo criminal, solo dijeron que era una equivocación y que hablarían cuando llegaran sus abogados.

Así se planeó el crimen

Lo que descubrieron las autoridades es que los miembros de esta banda se habrían reunido a finales de abril en por lo menos tres ocasiones, en Envigado y Medellín. Los emisarios que venían desde Paraguay los contrataron mediante un enlace del oscuro mundo de la criminalidad en la capital antioqueña.

Siempre dijeron que era una ‘vuelta’ fácil, que era un empresario que se movía solo con su esposa, estaba de luna de miel y no tenía escoltas, lo que les facilitaba las cosas para cometer el asesinato. Nunca pensaron que su blanco era un reputado investigador que dio el golpe más importante que se les haya dado a las organizaciones narcotraficantes en Paraguay. Según confirmó el propio fiscal general, Francisco Barbosa, tras varias semanas de investigación conjunta entre el CTI y la Policía Nacional, se lograron estas capturas en dos allanamientos en Medellín. En un trabajo conjunto que terminó con la detención de estas cinco personas, a quienes se les está legalizando su situación y se pedirá una medida de aseguramiento.

El fiscal, junto con el director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, se había comprometido a llegar hasta los responsables de este crimen. El general Vargas había confirmado que se trataba de un crimen con financiación transnacional, con dinero de mafias.

La banda de sicarios recibió el 5 de mayo las últimas informaciones sobre la pareja, antes de tomar camino hacia Cartagena. El asesino, al lado de uno de sus compinches, se había instalado en un modesto hotel del sector de El Laguito. Al día siguiente, la mamá y el hijo llegaron a otro hotel en una zona diferente para no despertar sospechas. Se quedaron inicialmente del 7 al 9 de mayo. Mientras tanto, el otro compinche había alquilado un carro estándar para moverse por la ciudad sin llamar la atención.

La mamá y el hijo se mostraban como turistas y se dieron a la tarea de seguir mañana, tarde y noche a la pareja de enamorados. Así fueron quedando sus rastros, sin que ellos sospecharan, en las imágenes de video. Sabían que el 10 de mayo era el día D, la clave que usaban entre ellos para ejecutar su plan siniestro. Tenían claro que ese día el fiscal Pecci y su esposa terminarían las vacaciones y volverían a Paraguay.

Madre e hijo se hospedaron como una familia normal entre el 9 y 10 de mayo, en el hotel Decameron, en donde estaba la pareja. Su objetivo era no perderlos de vista ni un minuto, entre las pruebas recopiladas están los recibos de este hotel por un valor cercano a los 3 millones de pesos. Los investigadores tienen colillas de facturas de cada uno de los pagos que hacía la banda de sicarios.

El asesino y su cómplice permanecían el mayor tiempo resguardados, no se movían mucho de su hotel. Esperaban el momento e iban averiguando el alquiler de moto acuática, cuánto tiempo tardaba el trayecto entre ese punto y la playa donde se alojaba Pecci. Además, coordinaban dónde debía parquear el carro en el cual emprenderían la huida.

Retrato hablado de presunto homicida del fiscal paraguayo Marcelo Pecci | Foto: Policía y cuenta en Instagram: aguileraclaudi

Esa mañana, la pareja empezó a vigilar desde muy temprano a Pecci y a su esposa. Los observaron en el restaurante, luego los siguieron mientras caminaban unos minutos por la playa, hasta cuando se sentaron a descansar y a tomar el sol. Ese era el momento que habían estado esperando. Llamaron al sicario y le dieron la indicación exacta de cómo estaban vestidos Pecci y su esposa, y el punto exacto donde estaban ubicados para no dar lugar a errores. Su plan se dio y el fiscal fue acribillado.

Las autoridades cuentan con registros de por lo menos 80 llamadas que cruzaron los miembros de la banda el día del crimen y el anterior a este. Madre e hijo abandonaron el hotel rumbo a la terminal de transporte, donde tomaron un bus que los llevó a Medellín. Hay registros de que los otros tres miembros de la banda hicieron lo mismo en momentos diferentes, para no despertar sospechas y regresar a la capital de Antioquia.

Santería cubana

Al llegar al apartamento donde se refugiaban el sicario y uno de sus compinches, la sorpresa de las autoridades fue encontrar un altar con una especie de calaveras, comida, velas, amarres, propios de la santería cubana, que utilizaban para buscar protección, pero no les dio resultado. Tampoco quisieron hablar de ello, en medio de su captura no quitaban la mirada a esas figuras, buscando, al parecer, una explicación o un milagro del más allá.

Se han realizado de manera casi simultánea otros operativos, en búsqueda de la pistola 9 milímetros con la que se ejecutó el crimen, pero esta no ha aparecido. Solo se ha encontrado un arma traumática, documentación y celulares que están siendo analizados. Ahora, las autoridades de Colombia, Estados Unidos y Paraguay tienen otro reto, dar con los autores intelectuales del asesinato, y todo apunta a que están relacionados con la Operación Ultranza, que encabezó Pecci y en la que se desarticuló una gran red de tráfico, con tentáculos que llegaban incluso a importantes políticos de este último país.