Un reacomodo de fichas. Eso ocurrió entre el Ministerio de Justicia y la Procuraduría. Al mejor estilo del mercado de transferencias del fútbol, Margarita Cabello dejó el gabinete y pasó al Ministerio Público, mientras que Wilson Ruiz aspiró a este último, pero, tras ser derrotado por Cabello, ingresó al gabinete. Eso quedó confirmado el miércoles cuando el presidente Iván Duque anunció el nombre de Ruiz para la cartera de Justicia, huérfana desde hace casi un mes cuando el Senado eligió a la nueva procuradora general. De esta forma, aterriza en la silla de quien fuera su oponente y heredará sus iniciativas.
Cabello estuvo solo 14 meses en el ministerio, pero no pudo sacar adelante una reforma estructural de la justicia. Tampoco logró sortear las limitaciones judiciales que evitaron el regreso de la aspersión aérea, una de las principales promesas de Duque en campaña. Padeció, además, la crisis más grande del sistema carcelario en décadas cuando un motín en La Modelo dejó un saldo de 23 internos fallecidos y más de 80 heridos. Ya en su recta final, en la nueva legislatura radicó en el Congreso varios proyectos de ley que tangencialmente abordan problemáticas del sistema judicial. Entre estos, una nueva jurisdicción agraria, el fortalecimiento de mecanismos alternativos de solución de conflictos y la consolidación de las Comisarías de Familia. Todos útiles pero insuficientes.
Ruiz asume la cartera con ese panorama. De entrada, deberá impulsar las mencionadas iniciativas, que no tendrían que superar mayores percances. A su vez, tendrá que lidiar con un elefante en la habitación que hasta el momento nadie en el Gobierno parece ver: la cadena perpetua para violadores. El ministerio aún no ha reglamentado este proyecto, aprobado en junio y por el que el presidente saca pecho. Es decir, le corresponderá a Ruiz hacerlo y exponerse al estudio de exequibilidad de la Corte Constitucional. Los magistrados probablemente declararán la inconstitucionalidad, con lo que se caería. Es un desenlace cantado desde hace tiempo, pero el peso político del fracaso recaerá sobre Ruiz, a quien de carambola le cayó una papa caliente en la que no tiene responsabilidad alguna.
No obstante, su principal reto consistirá en concertar una reforma a la justicia con las altas cortes, una misión esquiva por años para sus antecesores. Ya existe un documento en borrador, que Cabello compartió con los presidentes de estas corporaciones. Plantea modificaciones en los periodos de los magistrados, que pasarían de ocho a doce años, y nuevos mecanismos de elección para los miembros de la Corte Suprema y el Consejo de Estado. Estos provendrían de convocatorias públicas y no de listas enviadas por el Consejo Superior de la Judicatura. También pretende garantizar la equidad de género en estas colegiaturas. En este aspecto a Ruiz lo medirán por su capacidad de llegar a acuerdos.
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Su historial parece demostrarla. Saber moverse le ha garantizado formar parte de ternas para Contraloría, Defensoría del Pueblo, Consejo de Estado (en dos ocasiones) y, recientemente, Procuraduría. Adicionalmente, integró el Consejo Superior de la Judicatura, en el que alcanzó la presidencia, y se ha desempeñado como árbitro, conjuez del Tribunal Administrativo de Cundinamarca y docente de varias facultades de Derecho. Es el tercer ministro de Justicia en solo dos años. Gloria María Borrero y Margarita Cabello se fueron sin pena ni gloria. Wilson Ruiz tiene la palabra.