En el último año, Orlando Porras cambió 20 veces su número celular. Difícilmente pasaba más de tres semanas con el mismo aparato antes de literalmente botarlo a la basura. No lo hacía para protestar por el servicio o porque los artefactos fueran defectuosos. El hombre sospechaba que las autoridades interceptaban sus comunicaciones y que además lo seguían. No estaba equivocado.Porras no imaginaba, sin embargo, que detrás de él estaba nada menos que el Servicio Secreto de Estados Unidos. Desde hace 18 meses miembros de esa agencia y policías del grupo contra la falsificación de moneda de la Dijín comenzaron una cacería contra él y otros diez integrantes de su banda. El tema se había convertido en una prioridad para los estadounidenses; tanto es así que desde su país viajaron a Colombia varias veces para respaldar a sus colegas de la embajada y trabajar en llave con los investigadores de la Dijín.
Le recomendamos: Los colombianos ladrones de joyas que están entre los más buscados por el FBIEl Servicio Secreto tenía entre ojos a Porras desde hace más de 15 años cuando entró a formar parte de los más buscados. Y no era ningún aparecido en el delito. Las autoridades de Estados Unidos y Colombia lo consideran uno de los mejores y más prolíficos falsificadores de billetes, especialmente de dólares y euros. No es para menos, pues pertenece a la tercera generación de varias familias cuyos integrantes se han dedicado a esa actividad ilegal por varias décadas, la mayoría desde Cali, Valle del Cauca. Varios de ellos resultaron presos en alguna oportunidad, y el propio Porras estuvo en la cárcel en ocho oportunidades por el mismo delito.Esa gran cantidad de veces tras las rejas, lejos de regenerarlo, hicieron que le perdiera el miedo a la cárcel y aprendiera a aprovechar hábilmente las ventajas que ofrece el sistema judicial. Tras cada arresto aceptaba cargos, con lo que automáticamente reducía en 50 por ciento la condena que podía superar los 8 años. Por estudio y trabajo obtenía otros descuentos, de tal forma que solo pasaba 2 o 3 años máximo a la sombra. Y al salir simplemente retomaba lo que mejor sabe hacer: falsificar billetes.Porras al igual que muchos de sus ‘colegas’ optaron por salir del Valle del Cauca hace un par de años porque las autoridades los tenían detectados y les daban frecuentes golpes en los que les decomisaban lotes enteros de millones de dólares o euros en billetes falsos. Mudaron sus actividades a Medellín, en un humilde barrio clavado en una de las montañas de la capital paisa.Le sugerimos: La peligrosa mezcla entre narcos y farándulaEl rastro del dineroLa búsqueda del falsificador comenzó porque en varias ciudades del sur de Estados Unidos las autoridades locales detectaron billetes de 100 dólares falsos. Al cotejarlos con las bases de datos y al realizar los análisis, descubrieron pistas que les señalaban que, por las técnicas usadas, podría tratarse del trabajo de Porras. Con esos datos contactaron a sus colegas de la Dijín, quienes comenzaron la dispendiosa labor de buscar informantes que les dieran pistas sobre el paradero del sujeto. A comienzos del año pasado les dijeron que lo buscaran en la capital paisa. “Fue una labor de más de un año y medio de trabajo de campo, trabajo técnico y de fuentes para dar con esta red de falsificadores que es una de las más sofisticadas de la historia. Nos articulamos con el Servicio Secreto y la Fiscalía General. Sus métodos de falsificación y las impresoras y planchas que usaban son de las mejores según nos confirmaron los agentes norteamericanos”, dijo a SEMANA el general Jorge Vargas, director de la Dijín.Por semanas enteras, agentes encubiertos comenzaron a recorrer palmo a palmo a Medellín en busca de datos más concretos. A finales de 2017 sus pesquisas los llevaron a las comunas. Allí descubrieron que Porras y sus secuaces habían alquilado cuatro casas distribuidas estratégicamente. En cada una de ellas tenían máquinas de impresión de diferent es estilos que convirtieron los sitios en fábricas de billetes. Empezó a trabajar ayudado por viejos socios, entre ellos una pareja de esposos y dos hermanos de apellido Muñoz.“Era muy cuidadoso. Cambiaba de número con mucha frecuencia y era muy complicado seguirlo porque, por ejemplo, para ir a un lugar se subía y se bajaba constantemente de buses y taxis para eludir a los policías. Con esa técnica varias veces logró eludirnos”, contó a SEMANA un investigador de la Dijín que participó en el caso.Hace dos semanas, tras meses de recolectar evidencia y centenares de horas de grabaciones entre Porras y su banda en las que conversaban abiertamente sobre las falsificaciones, la Dijín y la Fiscalía efectuaron 11 allanamientos simultáneos en diferentes lugares de Medellín. Allí quedaron detenidos Porras y sus 10 cómplices.Puede leer: La fortuna perdida del Clan del GolfoEn uno de los talleres las autoridades encontraron cerca de 2,5 millones de dólares, así como 1.700 millones de pesos, todos falsos. “Hacer un billete de 50.000 pesos les costaba 1.000 pesos en materiales. Vendían a otras bandas cada uno de esos billetes falsos en 8.000 pesos, y cada billete de 100 dólares en 25.000 pesos. Esto les dejaba ganancias mensuales de 500 millones de pesos”, explicó el investigador.En los últimos dos años, la Dijín y el Servicio Secreto realizaron 10 operaciones en las que capturaron a 110 personas dedicados a la falsificación. En 2016 incautaron 1,7 millones de dólares y 36 millones en pesos falsos. El año siguiente cayó otro millón y medio de dólares en poder de las autoridades. Por la cifra encontrada recientemente es claro que el caso de Porras sin duda es la operación más grande contra las redes de falsificadores. Un récord histórico.