La guerra de independencia dejó unos efectos profundos. El primero, en la dimensión ideológica: suprimir la soberanía de la Corona española significó apostar por la modernidad política; la élite tuvo que crear de cero nuevas instituciones y reconocer actores, como los políticos profesionales, que no existían antes de 1810. Convertir a los súbditos en ciudadanos planteó un desafío mayúsculo que comenzó desde la Constitución de Cúcuta, en 1821. La segunda consecuencia está en el orden territorial. Los puertos marítimos, Cartagena, Santa Marta y Riohacha, y todos los fluviales del río Magdalena pagaron el mayor costo por la independencia. Al desaparecer la clase encargada de los negocios con el exterior, conformada por los comerciantes de Cartagena, el país perdió las relaciones con el Caribe. De ahí la profunda “andinización” vivida durante el siglo XIX. Poco a poco este fenómeno ha venido cediendo, pero quedó en la conciencia colectiva una representación del espacio nacional donde predominan las montañas. Le puede interesar: Pedaleando el bicentenario: tres aventureros recorrieron en bicicleta la ruta libertadora La desgracia de la destrucción de ciudades, acompañada por la pérdida de vidas y patrimonios, también significó oportunidades para otras. Las provincias menos afectadas por las acciones militares se beneficiaron de los nuevos escenarios, especialmente de la libertad de comercio. Antioquia, en su aislamiento montañero, comenzó la república con un gran poder económico y una fuerte expansión territorial. Bogotá, incólume, confirmó sus funciones como centro administrativo de la naciente república.
Taller quiteño oficial de caballería s. XVIII-XIX También aparecieron las fronteras, que no existían hasta 1810. Hasta entonces, las colonias disfrutaban de un mercado común y un sistema monetario único. Estos cambios significaron un trauma para las provincias fronterizas y serias dificultades en el desarrollo económico, que pesan hasta el presente. Por ejemplo, los llanos orientales, unidad geográfica y cultural, quedaron separados de manera ficticia, lo que también le pasó a la comunidad wayúu. Le recomendamos: ‘1819‘, un libro que celebra el bicentenario sin lugares comunes o frases gastadas La crisis de independencia y los desafíos republicanos pusieron en evidencia las personalidades históricas de los países implicados en esta gesta libertadora. Simón Bolívar sintetizó esto en una frase: “Venezuela es un cuartel, Quito un convento y la Nueva Granada una universidad”. En esta edición especial, SEMANA se dio a la tarea no solo de mirar desde hoy lo ocurrido hace 200 años en la batalla de Boyacá, sino analizar las consecuencias más importantes que tuvo la vida de la Nación, cuyas huellas aún están presentes en muchos campos.