SEMANA: El Néctar es un referente en Guaduas, cuéntenos un poco de la historia de esta bizcochería donde no ha cambiado ni el letrero… Vicente Enciso: La bizcochería fue fundada por don Floro Enciso, quien a fines del siglo XIX trabajaba en la galletería de las hermanas Gracia, muy reconocida en Bogotá. Allí adquirió los conocimientos necesarios en el arte de la pastelería y galletería que luego trajo a Guaduas. Él y Víctor Enciso -que era el socio capitalista- emprendieron la tarea de montar el negocio, que muy rápido se convirtió en un referente en el municipio por los nuevos sabores de panes y bizcochos, elaborados según fórmulas traídas de Europa. Por cuatro décadas El Néctar solo se conocía en Guaduas, pero a mediados de 1940 empezó a hacerse famoso en el resto del país, gracias a la construcción de la carretera Bogotá-Honda y a que en el local vendían los tiquetes de las empresas de buses, como Flota Triana y Rápido Tolima.
En el local de la entrada de Guaduas, Vicente Enciso solo ofrece domicilios en estos días de cuarentena. La otra sucursal permanece cerrada. SEMANA: ¿Cuál ha sido la época de oro de la pastelería? Vicente Enciso: En los años ochenta y noventa. En ese entonces Guaduas era paso obligado para los cientos de turistas que viajaban a Honda, la ‘Ciudad de los puentes’, un destino vacacional tan importante como Melgar y Girardot. Muchos paraban aquí exclusivamente para comerse un postre en El Néctar. SEMANA: ¿En 119 años siempre han vendido lo mismo? Vicente Enciso: Siempre los mismos bizcochos, con las recetas que han pasado de generación en generación. Pero al principio no solo era pastelería sino una miscelánea y tienda de abarrotes en la que se conseguían rancho y licores, espermas, munición, clavos, chinches, aceites de linaza y almendras, semillas, cigarrillos. Más tarde, también vendían el reconocido periódico El Campesino y el almanaque Bristol.
SEMANA. ¿Y en todos estos años de historia habían vivido una crisis como la que atraviesan? Vicente Enciso: Nunca. En los años 70 el negocio sufrió una crisis económica fuerte, pero gracias a los consejos de un primo de mi abuelo, contador de profesión, pudieron manejar sus finanzas y sacar a flote el negocio. Les tocó sobreaguar comprando solo lo del día, casi como nos toca ahora con la pandemia.
Luis Eduardo Enciso y Carlos Julio Enciso. El primero abuelo y el segundo padre de Vicente. SEMANA: ¿Hoy, en medio de la cuarentena, cómo están trabajando? Vicente Enciso: En Guaduas hay dos locales de El Néctar: el que abrió en 1901, que queda en la Plaza de la Constitución, y otro situado a la entrada del municipio, sobre la carretera nacional. El primero está cerrado y el segundo funciona con entregas a domicilio los viernes, sábados y domingos. Hoy día se redujo la producción un 70 por ciento, pues nuestros principales clientes son los visitantes: los que vienen a las notarías, a las oficinas de registros, a los bancos. También el motorista que llega a hacer diligencias, o lo que viajan para asistir a un funeral. La mayoría paran a comprar un bizcocho o un presente, o un ‘pararayos’, como suelen decirle. SEMANA: ¿Cómo así un pararrayos? Vicente Enciso: Así le dicen a los regalitos que llevan para que los atiendan rápido o les ayuden con alguna diligencia o una cita médica. SEMANA: ¿Y cuál cree que será el pararrayos de El Néctar en la pandemia? Vicente Enciso: Pues será difícil comenzar de nuevo, pero sobran fuerzas y recurso humano para lograrlo. Son pocas las veces que el Néctar ha cerrado sus puertas, apenas dos días que yo recuerde: cuando murió mi abuelo y cuando falleció mi padre. Ahora hemos empezado con apoyarnos otras herramientas virtuales, como WhatsApp, Facebook y próximamente con Instagram. El problema es que todo está detenido. Por ejemplo, hace unos días nos hicieron pedidos de bizcochos para San Martín (Meta), pero como Inter Rapidísimo está trabajando a media marcha no se pudieron enviar. Hoy un pedido que antes tardaba un día en llegar, hoy se demora hasta cuatro. Eso es demasiado para un producto de bizcochería. Por ahora tenemos que trabajar en buscar alternativas. Estoy seguro que en algún momento encontraremos el camino. Si hay que reinventarnos, lo hacemos; si hay que si hay sacar nuevos productos, los sacamos, y si hay que buscar nuevos clientes, también lo haremos. Tendremos que adaptarnos a unas nuevas formas de comercio y sabemos que esto va para largo y al menos por varios meses las cosas no volverán a ser como antes. Pero no dejaremos que una tradición de más de cien años se acabe.
El brazo de reina, una receta centenaria que la familia ha transmitido de generación en generación. SEMANA: ¿Hoy cuál es la situación de los empleados de El Néctar? Vicente Enciso: En el local de la entrada, trabajamos un ayudante, yo y un domiciliario. En el otro, que gerencia mi tío, no están trabajando. Todos esperan que el local abra pronto y mientras tanto siguen recibiendo su sueldo. Allí los empleados son de toda la vida, los conozco desde que yo era un niño. El más antiguo lleva más de 45 años, y el más nuevo, no menos de 25. De los ocho trabajadores, hay dos que están a punto de pensionarse. Otro ya se pensionó y, con más de 80 años, conduce una moto en la que hace mandados en el pueblo.
SEMANA: A pesar de las circunstancias usted está muy seguro de que el negocio resurgirá, ¿de dónde le viene ese optimismo? Vicente Enciso: De mi padre. Él trabajó desde niño en la bizcochería, era lo que más quería. Y siempre nos decía que uno tenía que ser positivo y nunca dar un paso atrás. Yo heredé ese amor por El Néctar, creo que es algo que se lleva en la sangre: es lo que hemos vivido. Yo estudié en la universidad, pero regresé, para que este negocio no se acabe nunca. Ahora espero que esta pandemia termine y que alguno de mis dos hijos decida seguir con este legado.
Las calles de Guaduas permanecen desoladas. Solo dos locales de la plaza están abiertos.