El atraco ocurrió a las seis de la mañana, cuando dos trabajadores del restaurante mexicano Cantina y Punto, en la Zona G de Bogotá, iniciaban sus labores. A esa hora, extrañamente, un hombre tocó la puerta, cargando un balde, y se presentó como un empleado de la limpieza. Mientras uno de ellos intentaba llamar a su jefe, el supuesto trabajador se agachó y sacó un arma de fuego del balde. Les apuntó, ingresó a la fuerza, los encerró en una bodega y se robó 13 millones de pesos en distintos licores, un computador y teléfonos celulares. Nadie vio nada. Nadie hizo nada. Nadie pudo evitarlo. A pocas cuadras, en un negocio de postres, cuatro delincuentes en moto ya habían atracado días antes a todos los clientes.

Lo mismo ocurrió en un parqueadero cercano, cuando los ladrones se llevaron, en la noche, todo lo que encontraron en la caja. “Nos sentimos muy solos, cada semana le toca a alguien diferente”, dice una trabajadora. Las cámaras de seguridad en Bogotá son testigos de que la ciudad cambió y cada vez es más peligrosa.

En Chapinero Alto quedó registrado en video cómo una mujer que paseaba a su perro fue atacada por dos hombres en moto. “Tiraron a matarme”, dijo. Después de quitarle sus pertenencias, las imágenes muestran que el delincuente se asegura de apuñalarla por la espalda antes de huir.

En otra zona muy reconocida del norte de Bogotá un hombre se ve tranquilo, hablando en la calle por teléfono, mientras camina de lado a lado. De pronto un individuo lo sorprende y le roba su celular. Un motorizado esperaba al ladrón para ayudarlo a huir. Entre tanto, 20 personas que iban a bordo de un SITP fueron despojadas de sus objetos personales en una noche bogotana. Los feligreses de una iglesia que departían en una tienda cercana también fueron víctimas de los ladrones. Ya ni en los centros religiosos se puede estar tranquilo.

Y dos comediantes, Diego Camargo y Tato Devia, no pudieron salvarse de los atracadores. Cinco se les subieron al carro, los golpearon, los amenazaron con armas de fuego y se llevaron todo. Esta semana terminó con una carta de los padres de familia del Liceo Francés rogándole a la Alcaldía que ponga en marcha un plan de seguridad en la zona porque los están asaltando cuando llegan a dejar o a recoger a sus hijos.

Las historias se cuentan por decenas y están en cualquier lugar de la ciudad. ¿Pero cuál es la razón para que Bogotá se haya convertido en la capital del terror en Colombia? El director de la Policía Nacional, el general Jorge Luis Vargas, reconoce con preocupación lo que está pasando y le dijo a SEMANA: “La dinámica criminal cambió y así lo hemos advertido. No es un asunto exclusivo de Colombia. Hay alertas de Interpol que indican un reacomodamiento del delito en la pospandemia. El país vive una situación inédita, no solamente por las consecuencias de la covid-19 y la crisis económica, sino que las dinámicas cambiaron después de los acontecimientos del 28 de abril”.

jorge luis vargas Director de la Policía Nacional

Aunque algunos quieren culpar a la Policía de no hacer su trabajo de manera más efectiva, el general Vargas tiene su propia explicación. “Nosotros estamos haciendo nuestro trabajo y creemos que la Fiscalía y los jueces también hacen el suyo como corresponde. El problema es de ley, tenemos un sistema garantista que privilegia la ausencia de medidas de aseguramiento y es eso lo que genera reincidencia. Colombia debe dar ese debate porque la corresponsabilidad frente al crimen no es solamente de la Policía”, dijo el oficial.

Las cifras de la criminalidad en Bogotá hablan por sí solas. Entre enero y agosto de este año, en comparación con 2020, aumentaron los homicidios (15,3 por ciento), los homicidios en atracos (32 por ciento), el hurto a personas (22,8 por ciento), el robo de celulares (18 por ciento), las lesiones personales (41,3 por ciento) y la extorsión (23,7 por ciento).

En particular, los atracos tienen aterrorizados a los ciudadanos, así como la violencia que los asaltantes están infligiendo a sus víctimas. Ese es el caso de una peluquería. Laura estaba planchándole el pelo a su clienta, a las 4:30 de la tarde, cuando un hombre le puso una pistola en las costillas. “Quédate quieta, que si no te voy a matar”, le dijo el delincuente ofuscado, mientras la empujaba hacia la caja y le exigía entregarle todo. De la misma manera les quitó su celular a ella, a su clienta y a sus otras dos compañeras. No pudo llevarse todo lo que quería, porque tuvo que huir cuando el vigilante del edificio accionó la alarma.

Aunque la Policía logró capturar a los hombres y recuperar casi todo lo que se habían robado, uno de los celulares no apareció. El GPS lo mostraba en el sur, pues rápidamente uno de ellos logró escapar, llevándose el aparato más costoso de los cuatro que intentaron hurtar.

Xenofobia inaceptable

El exalcalde Gustavo Petro, hoy candidato presidencial, tiene su propia explicación sobre lo que está pasando. “La inseguridad de Bogotá se debe al hambre en la ciudad, antes que a otra cosa. Por eso, una política fuerte de inclusión de los más marginados de la juventud es la propuesta más eficaz”, le dijo Petro a SEMANA.

gustavo petro Exalcalde y candidato presidencial | Foto: ESTEBAN VEGA LA-ROTTA REVISTA SEMANA / REVISTA DINERO

“Yo volvería a plantear el programa Jóvenes en Paz, que vinculó a 10.000 integrantes de pandillas al estudio a cambio de un salario mínimo legal bajo el compromiso de dejar de hurtar. Ese programa debería llegar hoy a 30.000 jóvenes, incluida la juventud venezolana”, agregó. Petro criticó a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, quien permanentemente ha señalado a los venezolanos como los responsables de la ola de inseguridad en la ciudad. “La estrategia de macartizar a la población venezolana solo es populismo que puede traer como consecuencia mucha más violencia en los barrios”, señaló.

Enrique Peñalosa, también exalcalde y aspirante presidencial, estuvo sintonizado con la preocupación de Petro y encendió una alerta. “Hay un riesgo infinito de que aquí se genere un problema de xenofobia. Donde nosotros sigamos haciendo eso, vamos a llegar a la situación en la que un grupo de ciudadanos enardecidos va a terminar agrediendo y hasta matando a ciudadanos venezolanos inocentes. Y eso sí sería la peor tragedia humana y la peor vergüenza internacional”, advirtió Peñalosa.

Enrique peñalosaExalcalde y candidato presidencial | Foto: Guillermo Torres Reina

Si bien es cierto que en el 15 por ciento de los delitos hay involucrados ciudadanos venezolanos, según las cifras de la Policía, en más del 80 por ciento restante los delincuentes son colombianos, con lo cual estigmatizar a los migrantes del vecino país, como lo hace únicamente la alcaldesa, resulta xenófobo y, por tanto, inaceptable.

Quizá uno de los peores problemas que impide frenar la criminalidad en Bogotá es la ruptura entre la Alcaldía y la Policía Metropolitana, generada por la animadversión de la alcaldesa Claudia López contra la institución. Algunas fuentes expertas en seguridad le dijeron a SEMANA que el daño en la relación es imposible de reparar, especialmente porque la mandataria ha sido incoherente. “Un día nos aplaude y felicita, y al otro día pide acabarnos. Hoy solicita ayuda, y mañana nos maltrata”, aseguró un alto oficial que pidió mantener su identidad en reserva, precisamente, por miedo a retaliaciones de la Alcaldía.

Alcaldesa Claudia López | Foto: Juan Carlos Sierra

“Comienzan mal las cosas cuando de entrada la alcaldesa los condena de criminales y de asesinos sin ningún tipo de juicio. Se requiere un gran esfuerzo para recuperar el liderazgo y la motivación de los policías”, dijo Peñalosa.

Para el exsecretario de Seguridad de Bogotá Daniel Mejía, “la Policía tiene un gran resentimiento, pero los uniformados no lo pueden decir públicamente. En privado la alcaldesa es muy querida, pero le ponen un micrófono o el teclado de Twitter y dice otras cosas. El rol de la Alcaldía es coordinar, y en eso se perdió terreno totalmente”.

En Bogotá no existe un plan de desarme efectivo. Si a eso se le suma el protagonismo que han adquirido las llamadas armas traumáticas en la comisión de delitos, el tema se vuelve aún más grave. Según el propio Ministerio de Defensa, el decomiso de este tipo de armamento aumentó en 105 por ciento entre 2018 y 2021. Solo este año han sido utilizadas esas armas en 125 atracos. De acuerdo con la Fundación Ideas para la Paz (FIP), en 2020 ingresaron al país cerca de 190.000 armas traumáticas, el número más alto registrado en los últimos años. Con estas armas, si bien no son consideradas letales, los delincuentes consiguen su objetivo de reducir a sus víctimas y causarles lesiones. Según el Ministerio de Defensa, con el decreto que reglamentará la tenencia y/o porte de armas traumáticas, se busca llevar un registro de cerca de 500.000 elementos de estas características que hay en el país.

No aguantan más

Los dueños de los restaurantes están desesperados porque se han convertido en blanco de la delincuencia y la clientela empieza a tener miedo. En Niza, en la calle 127 con carrera 70, el turno de esta semana fue para un restaurante español instalado en una casa. El flujo de clientes era menor y dos de ellos estaban sentados en las mesas, mientras un administrador y un trabajador de cocina los atendían.

Esa tarde, un domiciliario del restaurante recibió un pedido y salió a entregarlo. Segundos después, como si hubieran estado esperando ese momento, dos hombres con cascos, tapabocas y dos pistolas “grandísimas” entraron y apuntaron a las cuatro personas que se encontraban allí, exigiéndoles que entregaran sus celulares.

Por fortuna, en el local había poco dinero en efectivo, porque su dueño vive cerca del lugar y suele vaciar la caja para evitar, justamente, que mucha plata quede en el restaurante. “Ocho noches antes, más o menos, por una hora estuvieron dos ladrones merodeando acá, el día anterior nos habían robado el candado”, cuenta el dueño del establecimiento. De hecho, solo algunos días atrás, un grupo de ladrones robó la oficina ubicada sobre su negocio y también otros restaurantes de la zona. A pesar de que el dueño dice que advirtió a la Policía del riesgo que corría su local, no hubo respuesta previa hasta que se consumó el robo.

“Hay un evidente deterioro en la percepción de inseguridad de Bogotá, cuya confirmación se manifiesta de manera muy sensible en eventos criminales en contra de establecimientos gastronómicos y de sus clientes. Son hechos que impactan mucho”, señaló Guillermo Henrique Gómez, presidente de la Asociación Colombiana de la Industria Gastronómica (Acodres).

“No es posible que resistido el golpe de la pandemia ahora la inseguridad venga a doblegar a trabajadores y empresarios. El país descansa sobre la espalda de su ciudadanía productiva y por ello somos un activo a cuidar frente a la ventaja mediocre que alimenta la operación de organizaciones criminales resueltas a subsistir despojando del fruto de su trabajo a la gente de bien”, agregó Gómez.

Por su parte, Camilo Ospina, presidente de Asobares, sostuvo: “Lo que genera una mayor sensación de inseguridad para los comerciantes es la falta de justicia, se tienen todos los mecanismos probatorios, pero después de las capturas, de que son detenidas las bandas, es frustrante verlas cometiendo sus fechorías a los dos días”.

Los robos cometidos a lo largo y ancho de la ciudad son cada vez más violentos y no respetan ni los espacios religiosos.

El problema es que la inseguridad impacta en la reactivación de la economía. Julián Ríos, propietario de La Casa de la Cerveza, bar ubicado en la Zona T, afirma que “las personas no se acercan de la misma forma a la zona, temiendo la salida de los establecimientos. Se han presentado varios episodios, específicamente por la carrera 13, cuando unos clientes, el fin de semana, se devolvieron corriendo porque los cogió una banda de cosquilleros y de jaladores, les quitaron los celulares, el dinero que llevaban, los accesorios y joyas. El tema es bastante preocupante”, dijo. “Nos hemos visto afectados en el sentido de que estamos desprotegidos”, añadió Ríos.

Detrás de esta dura realidad delincuencial de Bogotá está el narcotráfico a gran escala y a niveles barriales, además de la presencia de bandas criminales, milicias del ELN, disidencias de las Farc y violentas pandillas. Las autoridades tienen un monitoreo detallado de algunos de estos grupos dedicados al delito. Interceptaciones a las que tuvo acceso SEMANA dejan al descubierto la manera como operan las células de atracadores en las calles que les reportan a organizaciones criminales sólidas.

“Huy, Chucho, ¿pero hasta ahora se me reporta, Chuchito? Eh, no, yo estoy por acá lejos. ¿Qué? ¿Cuándo vamos a salir a camellar, papi o qué? Usted sabe que ahí estamos disponibles, hábleme para ir a hacer algo temprano. El sábado aguanta madrugar y cogerlos, coger unos quietazos allá en la 80, los que salen de fiesta, coger a esos gomelos con iPhone 12”, se escucha en una de las grabaciones.

Como esta interceptación hay centenares en poder de la Policía. De hecho, los investigadores han logrado armar una especie de diccionario delincuencial. Por ejemplo, “cortar manzanas” significa hurtar, “activo” quiere decir que el ladrón está disponible, “lenguas estiradas” hace referencia a personas que están hablando por celular, a los vehículos donde guardan los elementos hurtados les llaman “lata” y a las pertenencias que roban las llaman “coroto”. Al acto de abordar a una víctima le dicen “lance”, al que vigila la llegada de la Policía le dicen “controlador”, a la ruta para cometer los ilícitos le llaman “pista” y al que los comete le dicen “arranchador”.

Peñalosa se resiste a creer que la inseguridad que ha sembrado el terror en Bogotá se deba a la pobreza. “Insisto, siempre he dicho, que hay un derecho que se nos olvidó incluir en la Constitución y es el derecho a vivir sin miedo, y eso es más importante que cualquier otra cosa. Pero aquí no, cada vez que se dice que se va a hablar de seguridad, salen los demagogos a hablar cosas que son falsas y absurdas como que la inseguridad es causada por el hambre o la pobreza y que lo que hay que invertir es en educación, eso es mentira”. Aunque los delincuentes están cometiendo sus delitos en toda la ciudad, la Policía ha identificado unos puntos críticos, como Usaquén, Chapinero, Engativá, Suba y Fontibón. Mientras tanto, los investigadores señalan que puede haber casi 200 bandas criminales, especialmente en las zonas de Tunjuelito, Usaquén, Ciudad Bolívar, Bosa y Engativá.

Lo que pasa en la localidad de Kennedy es preocupante, puesto que el homicidio tuvo un aumento del 157 por ciento, mientras que en Bosa se incrementó en 57 por ciento.

El robo de celulares se ha convertido en el delito más recurrente. El general Jorge Eliécer Camacho, comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, entregó detalles de las pesquisas en esta materia. “Nosotros hoy tenemos cerca de 1.000 celulares recuperados en las estaciones de Policía, en los que la persona ha sido dejada en libertad, e incluso el mismo propietario ni se entera de que su celular fue recuperado”.

Jorge E. Camacho, Comandante de la Mebog | Foto: GUILLERMO TORRES

Igualmente, el alto oficial señaló que hay otras zonas en Bogotá en las que viene creciendo el hurto. “Se nos están afectando sectores como la calle 82, la Zona T, el parque de la 93, Cedritos y algunos sectores de Usaquén”.

Esta es la radiografía de la Bogotá del terror, a la cual Claudia López parece querer darle la espalda. La asistencia militar a la operación de la Policía en la ciudad es la nueva esperanza para frenar el avance de la criminalidad, pero está claro que se necesitan otras medidas, que pasan por la prevención, el fortalecimiento de la inteligencia, el endurecimiento de penas, la construcción de cárceles y el diálogo constante con la comunidad. La única que puede articularlo todo es la alcaldesa. Los ciudadanos necesitan recuperar la tranquilidad.