“¡Vamos bien, sigamos reduciendo nuestro consumo!”, exclama el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, en su cuenta personal de la red social X, en la que diariamente va posteando la evolución del nivel de los embalses que suministran el agua a la capital colombiana, desde la entrada en vigor de restricciones al consumo de este recurso el pasado 11 de abril.
“Bogotá se surte de agua del sistema Chingaza, conformado por dos embalses principales (Chuza y San Rafael). Estos se encuentran en la macro cuenca del Orinoco”, explica a DW Jairo Guerrero, oficial en gestión del recurso hídrico en WWF Colombia. “Debido al déficit de precipitación, este sistema se encuentra en un punto muy bajo en sus niveles de agua, lo cual ha generado las restricciones que se viven en Bogotá en este momento”, agrega.
“La escasez de agua en Bogotá actualmente se debe, principalmente, al fenómeno de El Niño y sus efectos en el clima, que han provocado una disminución significativa en las precipitaciones”, complementa Tatiana Céspedes, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia.
Aunque este fenómeno ha sido apuntado como el culpable de esta situación, “El Niño no es el único factor que contribuye a la crisis del agua en Bogotá. El crecimiento de la población y la rápida expansión urbana, especialmente la construcción de nuevos edificios y viviendas, ha aumentado la demanda de agua sin considerar suficientemente la disponibilidad de recursos hídricos”, apunta a DW Carlos Carrillo, director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNDRD).
A ello se unen otros factores que contribuyen a la degradación de dicho recurso, “como la contaminación ambiental y la transformación de ecosistemas estratégicos, como los humedales y páramos que se conectan directamente con la calidad y cantidad de agua en la zona”, agrega María Eugenia Rinaudo Mannucci, directora de sostenibilidad de la Universidad EAN.
Aunque las lluvias del pasado fin de semana han dado un respiro, el mandatario local recuerda que hay que seguir haciendo esfuerzos para paliar la escasez de este preciado bien. “Las lluvias en Bogotá no llenan los embalses, necesitamos meses y meses de lluvias sobre los embalses del Sistema Chingaza para que recuperen sus niveles”, explica en otro tuit, recordando que “el agua de lluvia puede ser usada para tareas que no requieran agua potable”.
Por este motivo, hoy la capital colombiana encara su tercer ciclo de restricciones. Durante 24 horas, los habitantes de la zona 1 no podrán lavar automóviles, edificios ni ventanas. Tampoco podrán hacer acopio del recurso y deberán limitar sus duchas a 3 minutos.
“El racionamiento actual nos presenta una especie de simulacro de lo que podría pasar en 10 o 20 años si el cambio climático se sigue acentuando de la manera en la que actualmente lo hace”, alerta Rinaudo Mannucci.
¿Un problema que se puede prevenir?
“Mientras que el suministro de agua dependa del sistema Chingaza, es difícil que no haya dependencia de las lluvias que, de alguna manera, ayudan a mantener los caudales de los ríos que alimentan el sistema y que reponen el agua que se va consumiendo en la ciudad de Bogotá”, asegura el portavoz de WWF Colombia, apuntando a la protección de suelos como medida para facilitar la regulación hídrica.
“Nos debemos apoyar en las soluciones que la misma naturaleza nos brinda”, asegura la académica Rinaudo.
Por su parte, Carrillo apuesta por diversificar las fuentes de agua, apuntando a la reutilización de aguas grises, el desarrollo de sistemas de captación de agua de lluvia y la optimización en el uso y distribución de la misma mediante tecnologías eficientes. “También es crucial fomentar el uso eficiente del agua en la agricultura, porque, sí, Bogotá también es rural, y en la industria, mediante prácticas como el riego por goteo y la reutilización de aguas residuales tratadas”, dice el directivo, que accedió el pasado mes de marzo al cargo.
En la misma línea, se manifiesta la portavoz de Greenpeace, quien, además de diversificar las fuentes de agua, propone entre otras acciones: “Mejorar la gestión para reducir pérdidas, proteger y conservar fuentes naturales, promover la conciencia pública sobre la importancia del agua y desarrollar infraestructuras adicionales de almacenamiento”.
Pasando a la acción
Para el alcalde de la ciudad, el problema se remonta a hace años y es “estructural”. “Nuestros embalses debieron ampliarse hace años, pero esto no se hizo”, ha lamentado en redes sociales, anunciando que se va a “ampliar la capacidad de tratamiento del Sistema Norte, para poder aliviar el Sistema Chingaza”. No obstante, mientras se trabaja en ello, ha apelado a los ciudadanos para ahorrar agua y cambiar de hábitos.
“Todos somos gestores del agua, debido a que, durante toda nuestra vida, estamos haciendo uso de esta”, recuerda Guerrero, de WWF, recalcando que “todas las medidas que realicemos para disminuir el consumo en nuestros hogares, trabajo y actividades en general son positivas”.
“Sin duda, todos podemos contribuir a reducir el consumo de agua en nuestras actividades diarias, pero también es crucial abogar por políticas públicas que promuevan una gestión sostenible del agua, incluyendo la protección de fuentes de agua, la regulación del uso industrial y agrícola, y la implementación de medidas para prevenir la contaminación de cuerpos de agua”, agrega Céspedes.
Según datos de la Ocde, Colombia tiene uno de los índices de consumo de agua más elevados. “Este está asociado a varios factores, como el crecimiento demográfico, la expansión de actividades agrícolas e industriales y, en algunos casos, prácticas ineficientes de uso del agua”, detalla el director de la UNGRD. Y apunta que los motivos que lo explican son “la falta de conciencia sobre la importancia de conservar el agua, la falta de incentivos para la adopción de prácticas más eficientes y, en algunos casos, la ausencia de regulaciones efectivas para el uso responsable del recurso”.
*Con información de DW