El último censo poblacional refleja una situación que tomó por sorpresa a los capitalinos: los bogotanos se están envejeciendo rápidamente. Esa situación, que es una realidad con implicaciones sociales profundas, es contundente. La ciudad tiene hoy 53 adultos mayores por cada 100 menores de 15 años, lo cual se traduce en un adulto mayor por cada dos jóvenes. En los últimos 13 años, los menores de 15 años pasaron de ser el 27 por ciento de la población al 19 por ciento, y se calcula que para 2050 habrá dos adultos mayores por cada joven. Un elemento clave en este fenómeno en la ciudad, según varios analistas, ha sido el empoderamiento femenino. La cobertura en escolaridad, las altas tasas de participación en la educación superior en comparación con el resto del país y los programas de salud reproductiva de las últimas alcaldías han incidido en el panorama demográfico. Tan solo entre 2005 y 2018, las mujeres en Bogotá pasaron de tener tres hijos a dos. Y la edad para ser madres se ubicó de un promedio de 23 años a 26. Adicionalmente, el número de divorcios es casi igual al de matrimonios, y la decisión de los jóvenes de no casarse y vivir solos está en auge. A esto se suma que la esperanza de vida ha mejorado y hoy en Bogotá es de 73 años en promedio. El fenómeno es propio de las grandes ciudades. En países como Canadá o Alemania es tal el envejecimiento urbano que ya existen políticas para “importar” población joven, como los incentivos para estudiantes y para quienes quieran tener hijos en esos países. En España y Francia también se ha establecido sueldos para quienes cuidan de familiares ancianos, pues muchos mueren solos y las autoridades se enteran días después, cuando los vecinos se dan cuenta por el hedor de los cuerpos. Ni en Bogotá ni en Colombia hemos llegado a esos niveles. Sin embargo, esta situación estructural ya plantea varios desafíos para la ciudad. Puede leer: Colombia envejece: la importancia de adoptar un buen estilo de vida para evitar enfermedades a futuro Uno de los mayores retos es mejorar el acceso a una vivienda digna. La informalidad sigue siendo un problema en la capital, y de 2002 a hoy el costo del inmueble aumentó 11 puntos porcentuales por encima de la inflación, mientras que los sueldos no suben a la misma velocidad. Esto hace que el acceso a vivienda sea casi un sueño difícil de lograr para un bogotano, y más aún para un adulto mayor si se considera que sus ingresos son menores al no estar en edad productiva. Durante la administración de Enrique Peñalosa, la Secretaría de Integración Social ha atendido cerca de 140.000 personas mayores, con una inversión de 134.000 millones de pesos. En este momento, hay 2.361 cupos en centros de protección con atención 24/7 para los más vulnerables. Además, se han entregado 97.916 apoyos económicos para los que están en una situación más difícil. Ese es el caso de Héctor Catamuscay, de 75 años. Cuando su esposa Nelly murió, hace 12 años, su vida se derrumbó. “Empecé a tomar mucho. Mis cuatro hijos me abandonaron y terminé en las calles”, dijo a SEMANA. Un día, mientras dormía en un andén, un animal lo mordió en su pierna derecha; se le infectó a tal punto que tuvo que ser amputada. Si bien fue una tragedia, por otro lado le permitió llegar al Centro de Protección Bosque Popular del Distrito. “Vivo muy bien, pero quisiera entender por qué mis hijos me abandonaron, por qué no me visitan”, dice. Si no fuera por este hogar, su historia sería otra. El problema es que no hay cupo para todos y muchos hombres que como él necesitan de su familia o ayuda del Estado. Recomendamos: Viejos, enfermos y pobres: el panorama en Colombia

Héctor catamuscay. Foto: Semana. Otro de los grandes desafíos, además del vinculado a las condiciones económicas, es combatir la soledad y la violencia contra los adultos mayores. En Bogotá se pasó de 1.706 casos de violencia contra ellos en 2017 a 1.943 en 2018. Medicina Legal alertó sobre la violencia contra esta población y el Distrito ha hecho un llamado para que las familias no olviden que son las primeras responsables de lo que pase con sus ancianos. Además, el censo más reciente arrojó en sus resultados que en la capital hay menos gente de la que se pensaba. Según el Dane, la ciudad tiene 7,2 millones de habitantes y no los 9,5 millones que se esperaban. La población mayor desaparece de manera natural, mientras que la joven deja de crecer. Por eso se prevé, incluso, que el número de habitantes disminuirá. Carlos Roberto Pombo, presidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, asegura que una ventaja enorme de este suceso es que la sociedad puede elevar sus condiciones de vida. “Si ya no hay que preocuparse por crecer, es decir, por construir, los esfuerzos se pueden enfocar en mejorar la infraestructura que ya existe”, dice. Está disponible: “Muchos colombianos llegarán a la vejez con muy bajos niveles de educación y sin protección económica" En contraste, el Distrito considera que si bien es cierto que hay que mejorar lo que ya está, también habrá que construir más viviendas en las que puedan vivir dos o más personas. Según la Secretaría Distrital de Planeación, hoy el 40 por ciento de los hogares bogotanos tiene ese tamaño. Y para 2030, se espera que este tipo de familias superen el 50 por ciento, y por eso estos inmuebles serán cada vez más necesarios. Existen otros retos que no parecen tan obvios, pero que son igual de importantes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para cambiar la calidad de vida de los adultos mayores hay que mejorar la calidad del aire, pues estas personas son más propensas a enfermedades respiratorias. Para lograrlo se tendría que pensar en la reducción de la huella ecológica. Como las fuentes móviles producen el 55 por ciento de los contaminantes en Bogotá, una de las estrategias es incentivar el uso del transporte público y desestimular el del carro. Para la población mayor, más que el carro, son útiles los servicios que brindan los taxis y las plataformas como Uber y Beat, aún sin reglamentar. Pero lo más conveniente para los mayores, y para todos los ciudadanos, es que no tengan que moverse en largas distancias. En el caso de las personas adultas eso trae ventajas como caminar más y tener que invertir menos recursos económicos en temas de transporte. El Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que está pendiente de discutirse en el Concejo plantea que en las localidades existan centros de salud, universidades, comercio, entretenimiento y vivienda. Los espacios públicos de calidad también son esenciales. En la misma línea, otra política para la población de mayor edad debe ser reducir la brecha tecnológica y facilitarle el uso de las herramientas digitales que evitan los trámites burocráticos, transacciones, compras y otras tareas. Puede ver: Los jóvenes de hoy: más solitarios que los viejos Finalmente, la ciudad deberá pensar en políticas que incentiven la economía plateada, es decir el trabajo y actividades de los adultos mayores. Si bien la expectativa de vida es de 73 años en la ciudad, después de esa edad un porcentaje muy alto de personas sigue teniendo capacidades productivas, que podrían aprovecharse. De hecho, la situación de no tener empleo es lo que hace que muchos de ellos formen parte de la denominada pobreza vergonzante. Se trata de esa población que en el pasado tenía buenos ingresos, pero que con el pasar del tiempo los ha ido perdiendo y cuyo empobrecimiento no quiere que se haga público. La Secretaría de Integración Social atiende varios casos de personas que siguen viviendo en casas costosas aunque no tienen con qué pagar el mercado y por eso acuden a los comedores comunitarios. En las campañas políticas, el problema de los adultos mayores suele ser tratado desde el asistencialismo y la emocionalidad. Sin embargo, las cifras evidencian que el envejecimiento urbano en Bogotá necesita soluciones racionales y apuestas de ordenamiento territorial. Definir el urbanismo, la economía y los proyectos teniendo en cuenta esta nueva realidad debe ser objeto del próximo debate electoral porque la madurez y grado de civilización de una sociedad se mide en cómo protege a sus niños y cuida a sus adultos mayores. n