Residuos orgánicos, regueros de basura, llantas, muebles, colchones y hasta cualquier tipo de escombros se convirtieron en el común denominador del paisaje en Bogotá en los últimos meses. Las calles, los andenes, los parques, los puentes peatonales y vehiculares así lo demuestran. El basurero a cielo abierto en la ciudad, como bien lo han denunciado muchos expertos en el tema, se volvió un problema de nunca acabar.
Basta con hacer un recorrido por algunos barrios de las localidades de Ciudad Bolívar, Bosa, Kennedy, Usme, Suba, Santa Fe y Puente Aranda, entre otras, para observar que no se trata de una percepción, sino de una realidad. Las calles, literalmente, en gran parte del día, se la pasan inundadas de basura.
Esto sucede a pesar de que Bogotá está dividida en cinco grandes áreas para las labores de recolección de residuos. Son cinco los operadores (Promoambiental, Lime, Ciudad Limpia, Bogotá Limpia y Área Limpia) a los que les fue adjudicada la licitación hasta 2026 y que tienen a su cargo diferentes localidades. A diario, la capital del país cuenta con más de 6.000 operarios de aseo, pero todo parece insuficiente.
De acuerdo con la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp), el problema de la basura en Bogotá obedece a la falta de cultura ciudadana, puesto que las personas no solo arrojan infinidad de residuos a las calles, taponando en muchas ocasiones las alcantarillas, sino que también sacan los desechos de sus casas a cualquier hora del día, sin importar el horario y la frecuencia de la prestación del servicio. Incluso, en algunas zonas, los operadores se han visto obligados a realizar recolección diaria de la basura hasta tres veces al día, pero en cuestión de tres horas vuelve el reguero de desechos a las calles.
“La directora de la Uaesp (Luz Amanda Camacho) se escuda en que el problema se trata de cultura ciudadana, por supuesto, es una realidad, pero tampoco hay control ni autoridad. Las personas, efectivamente, arrojan la basura a las calles, pero lo hacen por el desgobierno caótico de esta administración”, denunció la concejal Lucía Bastidas, de la Alianza Verde.
La propia Uaesp tiene identificados 743 puntos críticos de arrojo de residuos en toda Bogotá. Las localidades con más sitios críticos son Engativá (156), Kennedy (77), Suba (61), Bosa (61) y Barrios Unidos (60), concentrando el 56 por ciento de las áreas con mayor incidencia. Cada día se recogen de estos puntos cerca de 700 toneladas de basura, operación que le cuesta a Bogotá 30.000 millones de pesos al año.
Para tratar de contrarrestar esta situación, en agosto, la Uaesp lanzó la campaña ‘No sea mugre con Bogotá’, con el propósito de crear conciencia y cultura ciudadana sobre el adecuado manejo de la basura, principalmente en el espacio público. Pero dos meses después de lanzada la estrategia, el problema aún continúa. “Esto no se trata de una campañita, aquí lo que necesitamos son sanciones fuertes, ejemplares, o de lo contrario, el problema va a seguir y la ciudad va a ser la única perjudicada”, agregó Bastidas.
A la fecha, en lo corrido de 2022, las autoridades han impuesto 952 multas a ciudadanos y comercios por incumplir el Código Nacional de Policía y Convivencia al no respetar los horarios y frecuencias de recolección de basura o por no separar de manera adecuada los residuos generados. Del total de comparendos, el 30 por ciento fue por multas tipo 4 (incumplimiento, desacato, desconocimiento e impedimento de la función o la orden de Policía), cuyo valor supera el millón de pesos.
Según la Uaesp, estas 952 multas significan un aumento del 74 por ciento respecto al mismo periodo de 2021, en el que se registraron 547 sanciones a ciudadanos por abandonar residuos en el espacio público. “El tema del comparendo hay que saberlo georreferenciar, porque si las autoridades van e imponen una multa, por ejemplo, en El Paraíso, en Ciudad Bolívar, donde las personas a duras penas tienen plata para subsistir, es obvio que no lo van a pagar.
La sanción no aplica de igual forma para todo el mundo, porque son realidades sociales diferentes, aquí lo que necesitamos es educar a la gente y en eso también ha fallado la Alcaldía porque las familias no saben cómo reciclar, en los conjuntos residenciales no hay control, y en los barrios, en muchas ocasiones, las personas desconocen los horarios de la recolección del servicio de aseo”, afirmó la concejal Diana Diago, del Centro Democrático.
Escombros
Como si fuera poco, en Bogotá hay otra cruda realidad que se ha venido presentando con mayor frecuencia ante la mirada atónita de las autoridades y la administración distrital: el arrojo de escombros y material de construcción en cualquier esquina, canal o parque, que hacen de la ciudad no solo un basurero, sino también una escombrera a cielo abierto.
Si alguna persona o comercio hace un arreglo en su inmueble y quiere que le recojan los residuos generados, debe llamar a los concesionarios del servicio público de aseo para que recolecten los escombros, lo cual tiene un costo de acuerdo al estrato. Los precios oscilan entre 50.000 y 127.000 pesos por metro cúbico.
Pero ante la falta de control y los elevados costos de los operadores, la ciudadanía está optando por arrojar estos residuos en puntos clandestinos.
“Los carreteros son los que están cobrando entre 10.000 y 15.000 pesos para recoger estos escombros y botarlos en cualquier parte, pero la ciudad está llena de cámaras por todos lados, ¿por qué no se aprovechan para identificar y sancionar a los responsables?”, dijo Bastidas.
“La Uaesp ha hecho un tema interesante con los recicladores, pero resulta que el reciclador no es el mismo carretero, entonces los carreteros están siendo utilizados para botar los escombros en cualquier parte y están convirtiendo a la ciudad en un basurero, y mientras tanto la directora de la Uaesp no hace sino lavarse las manos”, comentó Diago.
Estos residuos de arrojo clandestino contienen, en su gran mayoría, materiales de construcción y demolición, que se denominan RCD, como tierras, madera, lodos, productos de excavación y plásticos, entre otros.
En promedio, se recogen 22.000 toneladas mensuales de residuos provenientes de puntos críticos o de arrojo clandestino generados en la ciudad, de los cuales aproximadamente el 80 por ciento corresponde a RCD. Teusaquillo, Los Mártires, Puente Aranda, Antonio Nariño, Rafael Uribe Uribe, Tunjuelito, Ciudad Bolívar y Bosa tienen los puntos más críticos.
Actualmente, Bogotá cuenta con varios ecopuntos dispuestos por la Uaesp para que se arrojen allí, de manera gratuita, los escombros y que posteriormente sean recogidos por los operadores y llevados a El Uval, en Usme, en donde los residuos RCD son reaprovechados, pero los esfuerzos siguen sin dar grandes resultados. “Bogotá no tiene gerentes, tiene amigos politiqueros de Claudia López administrando la ciudad, y la directora de la Uaesp no sabe ni dónde está parada”, concluyó Diago.