Cada año aparece un motivo para que el país se escandalice por lo que sucede en Buenaventura. El más reciente ocurrió el lunes 31 de agosto cuando el alcalde, Bartolo Valencia, fue detenido junto a dos de sus exfuncionarios y seis contratistas, señalados de corrupción. La sorpresa en este puerto no es que hayan apresado a un alcalde, sino los cargos que le imputan ya que son casi los mismos con los que él había denunciado a su antecesor: robarse la plata de la educación a través de estudiantes fantasmas. Esta crisis institucional sucede justo ahora que las autoridades nacionales y los empresarios le apuestan para sacar a esa ciudad del agujero negro en que se encuentra. Desde 2014, el gobierno se la jugó al intervenirla militar y socialmente; no solo puso en marcha la ejecución de 30 obras prioritarias que cuestan 230.000 millones de pesos, sino que gestionó un crédito por 400 millones de dólares para todo el Pacífico. La captura del alcalde, sumada a otros hechos recientes, hizo recordar que en Buenaventura parecen condenados a sufrir y repetir la maldición de las siete plagas. 1. Narcotráfico Desde el cartel de Cali hasta los del Norte del Valle y el Pacífico han usado a Buenaventura como centro de operaciones para enviar toneladas de cocaína hacia Centroamérica y Estados Unidos. Y no ha dejado de serlo. En los últimos tres años la Armada incautó nueve toneladas de cocaína solo en Buenaventura, sin contar la droga que ‘pesca’ la Policía antinarcóticos dentro de la sociedad portuaria. El fantasma mafioso sigue presente en el puerto a tal punto que en sus calles aún se habla de la presencia de confesos narcos, que ya purgaron sus penas en Estados Unidos y que quieren de nuevo retomar las riendas de Buenaventura. 2. Bandas criminales La historia reciente de Buenaventura está marcada por la estela criminal de grupos armados ilegales. Primero fueron las Farc, en la década de los noventa. Luego aparecieron las motosierras de los paramilitares del bloque Calima en 2000 y tras su desmovilización, La Empresa, una organización criminal que comenzó como una tenebrosa oficina de cobro, se quedó con el control ilegal en alianza con los Rastrojos. Sin embargo, una facción de La Empresa se apartó, montó su propia estructura criminal disidente y se alió con los Urabeños, hoy clan Úsuga, grupo que a su vez está enfrentado a los Rastrojos. Esas dos bacrim se disputan el puerto, y son las causantes de cientos de muertos, decenas de decapitados y miles de desplazados en Buenaventura. 3. La violencia Es quizás una de las plagas que más dolor les ha causado a los bonaverenses. Nadie olvida los macabros relatos de las temidas ‘casas de pique’ denunciadas a comienzos de 2014, que no eran otra cosa que viviendas rústicas donde a la gente la desmembraban viva. En dos años, las autoridades reportaron 30 descuartizamientos y se descubrieron ocho fosas comunes con nueve restos humanos. Ese hallazgo encendió las alarmas frente a otro problema que aterroriza a los porteños: los desaparecidos y cementerios clandestinos. Se estima que en la última década en la ciudad hay casi 500 personas que se ‘esfumaron’. A esta barbarie se suma el hecho de que Buenaventura es el único municipio del país donde la violencia entre bandas causó desplazamiento masivo interurbano. Entre 2012 y 2013 fueron expulsadas 28.000 personas que le huían a las balaceras y las temidas fronteras invisibles en los barrios. José Miguel Vivanco, director de HRW para las Américas, en su momento resumió la difícil situación con una frase, “tan solo caminar por una calle equivocada puede provocar que uno sea secuestrado y desmembrado”. 4. Pobreza Casi todos los malos indicadores sociales se pasean por Buenaventura. Pobreza, indigencia, necesidades básicas insatisfechas y desempleo llevan décadas enquistadas, algo que no se compadece con la realidad fiscal del puerto. Basta recordar que por allí se mueve la mitad de las exportaciones del país y cada año ese municipio maneja casi medio billón de pesos para inversión. Pese a ello, 80 por ciento de su población es pobre, de la cual 43 por ciento vive en la indigencia y otro 13 por ciento en la miseria. Es decir, casi 200.000 personas viven en la penuria. Todd Howland, representante de la ONU en Colombia, resumió el panorama en 2012, “creo que el nivel de pobreza de Buenaventura es como el del Congo”. 5. Corrupción “En solo diez años que llevo aquí, he visto pasar por esa Alcaldía a 16 mandatarios”, dice el obispo Héctor Epalza, una frase que resume la decadencia de la clase dirigente que ha gobernado a Buenaventura, en donde la corrupción es el salitre que todo lo destruye. Los últimos tres alcaldes, Saulo Quiñones, José Félix Ocoró y Bartolo Valencia, tienen problemas con la Justicia por cuenta de manejos irregulares de los dineros de la educación de los niños del puerto. De hecho, SEMANA denunció en 2012 el tema de los estudiantes fantasmas así como el asesinato del concejal Stalin Ortiz, quien había dado a conocer un aparente entramado de corrupción en la salud en ese municipio que podría salpicar a dos congresistas liberales (un senador y un representante). 6. Sed Pese a ser una ciudad costera, con alta pluviosidad y bañada por una docena de fuentes hídricas, la mayoría de los 400.000 habitantes no tiene agua potable. Desde 2002 maneja el acueducto Hidropacífico, una firma paisa cuya concesión culmina en 2022. Las directivas explican que no tienen cómo hacer las inversiones porque necesitan 60.000 suscriptores y solo han logrado llegar a 45.000. Mientras tanto, el agua potable solo aparece durante nueve horas al día y por sectores. En invierno el bombeo se suspende por exceso de sedimentación y en verano porque los ríos se secan. 7. Aislamiento Los 118 kilómetros que separan a Buga y Buenaventura son el típico ejemplo de cómo un sueño se convierte en pesadilla. En 2008 se contrataron las obras para ampliar la vía y acercar el puerto al interior del país, pero esta nunca se entregó en 2012 y por el contrario el gobierno Santos tuvo que inyectarle nuevos recursos. Es decir, costará el doble y solo estará lista en 2017. Esta doble calzada comprende 16 túneles, 46 puentes y viaductos. La obra concentró tantos problemas que hace un año el presidente Santos la calificó de “diabólica”. La más reciente polémica surgió con la autorización que Invías le otorgó a uno de los contratistas para cerrar el tramo Mediacanoa-Loboguerrero, durante 12 horas diarias hasta diciembre, una medida necesaria pero que ha aislado más al puerto.