La mujer les ofrecía a algunos de los jefes del Clan del Golfo protegerlos de todo mal. Con rezos, ungüentos y pócimas les garantizaba barreras infranqueables contra las balas de los enemigos, librarlos de la cárcel y asegurar la llegada segura de los cargamentos de droga. Gustavo Hernán Sepúlveda, conocido en esa banda criminal con el alias de Máscara, la consultaba más que ningún otroHace varios meses, la pitonisa les aseguró a él y a otros dos de sus secuaces, alias Rubén y alias Felipe, que estaban “protegidos” por el rito de “reencarnación” que les había hecho. Según les informó, tenía en su casa tres pequeños gatos negros que los representaban a cada uno. Confiado en esto, Máscara aceptó la misión que le encomendaron los capos del clan: tomarse a sangre y fuego una vasta región en la selva en el Pacífico de Nariño, clave para procesar y exportar la droga.Le sugerimos: ‘El Indio‘, las excentricidades del tercero del Clan del Golfo que fue abatidoAsí, debidamente ‘protegido’, a finales de octubre llegó a la zona de Leyva, acompañado de 30 sicarios fuertemente armados. Allí el clima es uno de los más duros del país, con más de 80 por ciento de humedad y noches en las que la temperatura baja a 10 grados o menos. A las pocas semanas desertaron 20 de los hombres. Máscara se vio obligado a viajar al popular barrio Manrique de Medellín, donde ofreció salarios de 1.600.000 pesos a quienes se enrolaran en sus filas. Con esa promesa convenció a más de 50 jóvenes que viajaron en varios buses. Pero desconocía que, para ese momento, oficiales de la Dirección de Antinarcóticos de la Policía llevaban semanas tras él y habían logrado reclutar a Jeison como informante.Al poco tiempo de llegar a su destino en la manigua, el informante dio la ubicación del campamento a los agentes antinarcóticos. Dos de ellos se infiltraron en la zona bajo la fachada de ser raspachines de coca. Con el tiempo lograron documentar las extorsiones y cobro de vacunas a los dueños de laboratorios y cultivos en la zona, así como a narcos. Para evitar que otra vez desertaran sus hombres, Máscara les llevaba licor y mujeres cada tres días.El pasado 6 de marzo, 20 comandos Jungla de Antinarcóticos desembarcaron a varios kilómetros del lugar. El capo estaba escondido en una choza de madera. Cuando detectó que los uniformados lo iban a detener, se inició un feroz combate que duró más de una hora. Máscara quedó herido en una pierna, pero logró escapar.Le recomendamos: Capturan y dejan libres a diez miembros del Clan del GolfoDurante varias semanas se refugió en la casa de la bruja, que le curó la herida. Pensó que estaba a salvo, pero no contaba con que los analistas de inteligencia tenían en el radar a la bruja de los narcos y la vigilaban permanentemente.Una vez más mediante varias fachadas, los agentes esperaron el momento oportuno para enfrentar nuevamente a Máscara. Ese día llegó el 26 de marzo a las seis de la mañana. Varios comandos irrumpieron en una casa y allí en uno de los cuartos estaba dormido el capo y no pudo reaccionar. Su protección, los tres gatos y la bruja salieron a correr.Puede leer: Los invisibles: así es la nueva generación de capos del narcotráfico colombianoLa captura de este hombre tiene una gran importancia estratégica. No solo porque se trata de un poderoso lugarteniente del clan, sino porque lo arrestaron cuando estaba en pleno proceso de consolidación territorial. Esta acción demuestra que es posible anticiparse y evitar que este tipo de delincuentes tomen mayor fuerza, control y terminen convertidos en una amenaza mucho peor a la seguridad.