Alias ‘Pelé’ fue uno de los 38 guerrilleros del ELN que compartieron con el padre Camilo Torres Restrepo los 115 días que el sacerdote estuvo en las montañas de San Vicente de Chucurí, Santander, antes de que una bala acabara con su vida el 15 de febrero de 1966. Pedro Vargas, alias ‘Pelé’, habló con RCN radio hace 32 años en la cárcel La Modelo de Bogotá, donde purgó una larga pena. Fue la única entrevista que concedió a un medio de comunicación. Semana.com tuvo acceso al archivo de audio, en el cual el insurgente revela detalles inéditos y humanos del religioso que optó por irse al monte. Vargas recuerda que lo primero que les dijeron cuando llegó el cura al campamento el 24 de octubre de 1965, fue que los que conocieran a Camilo no contaran quién era y lo llamaran con el nombre de Argemiro. Víctor Medina Morón, segundo al mando después de Fabio Vásquez Castaño, comandaba el grupo.“Todos sabían quién era Camilo, pero nadie decía nada. El campamento estaba cerca de una quebrada, ese día se fueron a bañar en un pozo muy bueno, el padre se desnudó totalmente y nos dijo: ‘¿Ya quedaron contentos, ya le vieron las güevas a un cura, o no quedaron satisfechos?‘ Por la noche hubo una reunión para presentar a los nuevos, una charla política y la colaboración del uno a otro".Por esos días llegó un tal Pedro Vásquez Rendón, máximo líder del EPL, en plan de unificación de los grupos. “El EPL era muy pequeñito. Hubo discusiones con Fabio, y escondieron por esos días a Camilo para que Pedro no se fuera con la información porque él conocía a Camilo”, señala Vargas. Después de un entrenamiento, Fabio Vásquez planteó que Camilo hiciera parte de la dirección del ELN. “Él dijo: Yo simplemente soy un soldado raso, el día que participe dentro de la dirección es porque me lo he ganado, yo aquí cocino, presto guardia como centinela, todas las labores que hace cualquier guerrillero” .Comenzaron entonces las prácticas de tiro, a Vargas le cambiaron el revólver por una pistola 45, de la cual Camilo se enamoró y le pidió que se la cambiara por su arma corta. Ante la insistencia, acota Vargas, le propuso que la jugaran al tiro, a ver quién le pegaba mejor al blanco.“Pusimos un tablero, hubo incluso apuestas, yo me consideraba que no era malo para disparar, en los tres tiros que él hizo pegó mejor y me ganó. Yo le entregué la pistola y él se quedó con ella”, cuenta el guerrillero desde el patio de la cárcel.En el campamento había tres o cuatro fusiles, con los cuales el cura rebelde hizo entrenamientos. “Pero como no estaba bien adaptado a la montaña, el fusil le servía más como bastón que como arma y por eso se adaptó más a la pistola”.Llegó diciembre y en el campamento hicieron una velada, desde la ciudad otros camaradas llevaron trago. Se acostumbraba a que, diariamente, se rotaba la cocina entre todos y el día que le tocó a Camilo propuso muy entusiasta, asar carne con dos marranos de monte que ya habían sido cortados en lonjas.“Prendió la candela y trató de asarlas al carbón, pero se quemó y se volvió una nada, entonces dijo: ‘No, no, vaya coma mierda, yo no le hago carne ni a la madre’, y cortó cruda la carne; cuando todo el mundo iba pasando le entregaba el plato con la carne y el plátano, les decía que si la querían asada, que lo hicieran ellos mismos”.Alias ‘Pelé’, con su memoria prodigiosa, agrega que por esa época el sacerdote comenzó a preparar lo que se llamó la “Proclama de Camilo” en el sitio ‘Rancho Marrano’, bautizado así por los dos marranos montañeros que preparó el sociólogo.Camilo aseguraba que en unos cinco años estarían votando por ellos para llegar al poder porque consideraba que los obreros estaban con él y tenía el respaldo de las masas. “Y uno también se entusiasmaba, yo no creo que Fabio tuviera la culpa de la muerte de Camilo, es que él era demasiado impetuoso”, acota Vargas, quien dice que el comandante del ELN le aconsejó al cura que no estuviera en el campo de batalla.“Compañero, usted no debe ir al combate. Aunque no lo crea, es un líder político y no debe ir”. Y Camilo le respondió: “Es que yo tengo las mismas güevas que ustedes. Si yo vine aquí de niño bonito, no acepto esto, yo voy al combate porque voy, o si no esto para mí y se acaba. Yo vivo convencido de que a través de la guerra es que se llega a la paz, si no hacemos la guerra, yo aquí no sigo”.El sacerdote presionaba al comandante Fabio para que salieran a pelear y es así como arrancaron hacia el cerro Los Andes a buscar una patrulla del Ejército.Llegaron a la casa de un campesino que les contó que media hora antes estuvieron 21 soldados, que intentaron violar a su hija, por lo que estaba resentido. “Nos dijo: compañeros yo los llevo por montañas para que le salgan adelante a esos malparidos. Nos paseó unas tres o cuatro horas por la montaña para salir primero. Mandamos un guerrillero que tuviera la cara más humilde de campesino para seguir la tropa a ver dónde acampaban, él los siguió en la travesía como tres o cuatro días”.Vargas relata que prepararon la emboscada y pusieron a alguien que vigilara la casa donde se alojaban los soldados, cerca de 45. “El baluarte de guerra con el que íbamos a combatir lo componía un pelao que le decíamos Camilito, de 13 años, encargado de sacar a Julio César Cortés, que no conocía nada, ni sabía dónde estaba. Ese pelao tenía un revólver lechuza amarrado con alambres; Julio César cargaba un revólver 32; Fabio, una pistola; Ramiro Plata, una escopeta calibre 16; Camilo, la pistola calibre 45; Toro con otra escopeta calibre 16; yo con un revólver calibre 38, el que le cambié a Camilo”.El guerrillero estaba convencido de que era una pelea “de burro amarrado con tigre” y que los soldados no daban un brinco. “Yo fui uno de los que pensaron, carajo vamos a hacer una matazón tremenda, soñaba que iba a quedar bien uniformado con una buena metralleta, mínimo una M2 “.El campanero que vigilaba la casa les avisó que el Ejército estaba saliendo hacia donde estaban ellos. “Fue cuando Camilo me dijo: ‘Compañero, en caso de que a mí me maten, me corta la cabeza y las manos para no darle gusto a la burguesía’. Compañero, qué va a pensar en morirse, nosotros estamos ganados, le respondí. Es que uno aguza el oído, los oíamos desde lejos, a uno se le viene algo en la barriga, no es miedo, sino algo amargo que fluye”, subraya Vargas.Como si estuviera contando una película, hace una corta pausa de suspenso y sigue su relato: “Pasó el primero, pasó el segundo y pasó el tercero; cuando Fabio disparó, nosotros disparamos, pero en el sector de nosotros, no sé cómo, el tercero, que era un sargento al que le dieron bastantes tiros, rodó hacia abajo.Camilo se arrastró seguramente a quitarle el arma, esa era la ilusión de nosotros, cuando ¡pum!, un tiro, y comenzó Camilo a quejarse, ay, ay, entonces Isidro se bajó y yo me fui detrás. Él le quitó el fusil a un soldado, lo vio quejándose y le pegó con la escopeta, le metió el último tiro y le quitó el fusil y me lo pasó a mí. Yo con el deseo de quitarle el morral y él siguió hacia adelante porque vio rodar al sargento a quitarle lo que llevaba de arma. Es un tiroteo de unos 15 minutos, se hizo silencio, se oían por ahí las carabinas y los revólveres, sólo ocho o nueve soldados entraron en la emboscada, porque venían muy largos. Entonces flanquearon y comenzaron a disparar, se metieron por encima por una cordillera, rroooaarrr, ta,ta,ta, volaban palos, chillaban micos, al soldado que nosotros le quitamos el arma tenía una cintilla en la nuca que decía Patarroyo”, dice ‘Pelé’ en su relato. “Camilo seguía quejándose, nosotros ya estábamos en el camino, pero tirados en el suelo. Camilo se quejaba ay, aaay, aaaay, entonces Fabio le dijo: Compañero, ¿está herido? Y Camilo respondió: No siento las piernas”, relata Pedro Vargas, como si estuviera viviendo el momento. Recuerda que enseguida “volvió otra vez a sonar bala y comenzó la desbandada, Ramiro que, estaba de primero con Fabio, dijo: ‘Mataron al compañero Camilo’ y se metió a tratar de sacarlo de un pie, y ¡pum! quedó ahí. Entonces Camilito, el pelao, que estaba bien adelante, se vino y dijo: ‘¡Mataron al compañero Argemiro ¡y se metió y también ¡prruumm,! quedó ahí”. ‘Pelé’ contó entonces, que nunca supo qué pasó con el cuerpo de Camilo Torres porque el Ejército lo recogió y lo enterró en un sitio en el caserío de El Carmen en la montaña. “El Ejército tenía como costumbre que guerrillero que moría lo enterraba en la montaña”. En una entrevista a María López Vigil, autora del libro Camilo Camina Colombia, Nicolás Rodríguez, hoy máximo comandante del ELN, recordaba: “Al día siguiente llegamos a una casita campesina y cuando prendieron el radio escuchamos al coronel Álvaro Valencia Tovar dando la noticia. Camilo había muerto. Y lo gritaba como un gran triunfo”. Días después de la muerte de Camilo Torres, el 15 de febrero de 1966, hace 50 años, el ELN publicó un comunicado en el que daba a conocer los nefastos resultados del primer y único combate en el que participó el cura guerrillero: “Con profundo dolor y concentrado rencor contra las clases oligárquicas, el Ejército de Liberación Nacional informa al pueblo colombiano y a los revolucionarios del mundo entero la muerte del gran líder revolucionario CAMILO TORRES RESTREPO, ocurrida el 15 de febrero del presente año en un fatal combate entre las fuerzas propias y destacamentos punitivos del Ejército vendepatria del Frente Nacional. En dicho encuentro nuestros heroicos combatientes hicieron frente a las armas oficiales causándoles numerosos muertos y heridos, confiscándoles varias armas de largo alcance, diverso equipo militar y rechazando una vez más los intentos de aniquilamiento total efectuados por el ejército oficial. Sin embargo, tuvimos la irremediable pérdida de cinco valerosos patriotas, entre los cuales cayó el irremplazable Camilo, abatido por la fusilería reaccionaria junto con otros aguerridos compañeros que trataban de rescatarlo de la zona de peligro”.