El domingo pasado, mientras en el pais se realizaban las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente, en Estocolmo se hacía entrega del premio Nobel Alterno de la Paz a un esfuerzo comunitario que logró la pacificación de una violenta región de Colombia, al margen de la demagogia politica, en contra de la totalidad de los intereses creados y en medio de varios fuegos cruzados. Paradójicamente, mientras en el pais se le resta importancia a la construcción de formas de convivencia basadas en la colaboración ciudadana y estimuladas por el instinto de supervivencia y la ambición de lograr una mejor calidad de vida, en el extranjero se reconocen estos esfuerzos con los máximos honores. Tal es el caso del Premio Nobel Alterno. Alterno en el sentido de complementario, porque premia lo que el Nobel tradicional no premia: las contribuciones al mejoramiento de las condiciones de vida de una comunidad. El otro Nobel premia individuos: éste busca apoyar y honrar proyectos que pueden ser replicables; de los cuales se puede aprender. Con ese propósito lo fundó y destinó los recursos su fundador, Jacob von Uexkull. En este caso se premió el trabajo colectivo realizado por los campesinos del corregimiento de la India, municipio de Cimitarra, quienes tomaron la determinación de realizar, por su propia cuenta y riesgo, el análisis de la violencia que padecían y las acciones necesarias para pacificar su región. Según su propia versión, el proceso de paz en Cimitarra surgió como reacción al miedo que paralizaba la zona por la guerra que se adelantaba desde 1974 entre la guerrilla y el Ejército Nacional, la que se intensificó a partir de 1983 con la participación de grupos "paramilitares".
El abandono del Gobierno Central y la inexistencia de otras formas para resolver los conflictos, condujo a que los Campesinos evitaran cometer un vicio generalizado en los análisis sociales, que es el situar en mundos diferentes a quienes diagnostican, producen el conocimiento y toman las decisiones sobre las situaciones problemáticas, y a quienes las padecen directamente. Actuando bajo la presión de los distintos grupos participantes en la guerra, que trataban de obligarlos a comprometerse con alguno de ellos, bajo amenazas de muerte, los campesinos se vieron encerrados en un callejón sin salida. Las siembras casi desaparecieron. "Cada quien sacaba su madera y listo, se iba". Decidieron, entonces, reunirse para enfrentar el problema. Hasta ese momento, según cuentan, nunca se habian aunado más de cinco. Pero esa vez se reunieron 12, escribieron una carta y se la mandaron a la guerrilla, pidiéndole que hablaran con ellos. La guerrilla respondió afirmativamente y la primera reunión se hizo el jueves 21 de mayo de 1987, con la participación de unos 50 campesinos. Algunos, todavía escépticos, iban solamente por curiosidad. Pero la fuerza que tomó el diálogo, que duró más de cuatro horas, hizo que la reunión trascendiera y la noticia seregó por toda la región. Al planteamiento inicial de la guerrilla de que aquellos que mandamos somos nosotros y los que tienen que obedecer son ustedes, los campesinos respondieron diciendo: "nosotros no venimos a que nos pongan condiciones, venimos a poner las muestras". Al final de la reunión se pactó que no habría ningún otro campesino muerto por la guerrilla ni se le prestaria un servicio más a ésta. La semana siguiente, aprovecharon la visita del Comandante de las Fuerzas Militares para informarlo sobre su propuesta de paz y solicitarle su apoyo. Posteriormente hicieron una reunión en la que participaron los militares de más alta jerarquia en la región y alrededor de 5.000 campesinos, quienes a traves de sus voceros denunciaron cómo habíar sido colaboradores obligados, sirviendo a la guerrilla por temor. Allí rompieron la criminal ley del silencio, y se inició para ellos una nueva etapa. Así nació la Asociacion de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) bajo la fuerza de la solidaridad y la premisa de que la paz no consiste simplemente en evitar los muertos. La Asociación consiguió un crédito estatal de casi seis millones de pesos con los que montó una tienda comunitaria y compró dos canoas con motor para prestar el servicio inexistente de transporte. Y presentó un plan de desarrollo a seis años a las entidades estatales correspondientes, para construcción de vías, mecanización de la producción, mercadeo de los productos, educación, salud y vivienda, con un costo calculado en 2.823 millones de pesos. Para apoyar su solicitud, hicieron una comparación con el costo de la guerra: el Estado invertiría, en beneficio de 3 .000 familias, 157.000 pesos anuales por familia, frente a un millón que vale armar y sostener a un hombre al año. El plan ha ido avanzando. La horripilante masacre ocurrida en Cimitarra el 26 de febrero de este año, en la cual murieron las tres personas que más activamente habían liderado el proceso Miguel Angel Barajas, Josue Vargas y Saúl Castañeda-, no frenó ni desmontó la pacificación de la región. La correcta concepción del problema y de su manejo, hizo que la acción no dependiera de un liderazgo. El proceso avanza porque se creó una estructura de base, sobre la cual se desarrolla y se relaciona la comunidad. Esta historia fue conocida por los investigadores del Area de Desarrollo Rural del Cede Centro sobre Estudios de Desarrollo Económico, de la Universidad de los Andes quienes buscaron de inmediato la forma de vincularse con el ánimo de que aquella experiencia tan extraordinaria fuera conceptualizada y divulgada. Según los investigadores María Constanza Ramírez, Marta Lucía Zuluaga, Hugo Aristizabal y Constanza Chacón -que trabajaron bajo la dirección del profesor Alejandro Sanz de Santamaria-, el elemento crucial e innovador del proceso del Carare es que no separa la teoria de la practica; la reflexión de la acción. Ni una ni otra están determinadas por ideologías. Las ideas surgen de la reflexión colectiva y de la experiencia cotidiana; no hay lugar al paternalismo, tan constante en nuestras relaciones sociales. La preocupación de los investigadores por evitar las abstracciones propias del trabajo académico condujo a que optaran por realizar su tarea recolectando testimonios grabados, para que fueran los mismos campesinos quienes dejaran registrada su experlencia. Desarrollaron con ellos una interlocución permanente: recopilaban y transcribían los testimonios para devolverlos a la comunidad como material de estudio y base de reflexión para el avance del proyecto. En un discurso de presentación del proceso de paz de los campesinos de Cimitarra que realizó el profesor Alejandro Sanz de Santamaría ante la Cámara de los Comunes en Londres, mencionó una cita del fallecido maestro Estanislao Zuleta que dice: "El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuan próximos se encuentran una de otro la idealizacion y el terror. La idealizacion delfin de la meta, y el terror de los medios que procurar en su conquista. La Asociación de Campesinos del Carare parece haber entendido a cabalidad esa advertencia; por ello no define a nadie como enemigo suyo. Ante el asesinato de sus tres miembros, la decision de la junta directiva fue la de incrementar sus esfuerzos para acercarse y hacerse entender de sus opositores.