El senador Rodrigo Lara le acaba de solicitar al fiscal Francisco Barbosa que busque la forma para que Carlos Lehder responda por el asesinato de su padre, Rodrigo Lara Bonilla. El crimen del entonces ministro de Justicia, acribillado por el cartel de Medellín el 30 de abril de 1984, partió la historia del país. Un mes después, Lehder, socio de Pablo Escobar, fue capturado y extraditado a Estados Unidos, donde estuvo preso por más de tres décadas, hasta hace dos semanas cuando sorpresivamente le quitaron los grilletes.

Ahora, con 70 años, es un hombre libre en Alemania, su segunda patria. En 1991, SEMANA habló con Lehder en su celda. Se trata de la única entrevista que el capo ha concedido desde que cayó. Sus respuestas cobran particular interés dados los recientes sucesos. SEMANA: Usted está condenado a cadena perpetua y 135 años más. Debe pasar el resto de sus días tras las rejas. ¿Cree que existe alguna posibilidad de salir de aquí? Carlos Lehder: Siempre he considerado mi sentencia un acto político, retaliatorio, simbólico y hasta racista. Fui traído a este país ilegalmente, mi juicio fue ilegal y mi sentencia es ilegal. Creo que después de la caída de la extradición y de que la mayoría de los sindicados por narcotráfico se han entregado a las autoridades, los Gobiernos de Colombia y Estados Unidos tienen una obligación política que es la de solucionar mi problema. Lógico que yo tengo que poner de mi parte. SEMANA: ¿Estaría dispuesto a convertirse en testigo del juicio del general Manuel Antonio Noriega? C.L: Mis abogados están en contacto con el Gobierno norteamericano. Entiendo que si quiero salir de esto tengo que colaborar. Noriega traicionó a muchos colombianos. Los entregó a una potencia extranjera, solo para quedarse él mismo con sus propiedades, cocaína y dinero.

SEMANA: Otra carta suya para buscar salir de prisión es a través de la repatriación a Alemania, el país de su padre. ¿En qué va eso? C.L.: Sí, efectivamente, Alemania es parte del Tratado de Estrasburgo y Estados Unidos es parte de ese tratado. Como ciudadano alemán estoy aplicando mi repatriación a Alemania. Uno de los requisitos para solicitar este mecanismo es que el individuo haya agotado todos los recursos jurídicos en los Estados Unidos. Los míos ya están agotados. SEMANA: Los extraditables decían “Preferimos una tumba en Colombia a una celda en los Estados Unidos”. ¿Después de llevar cinco años preso aquí sigue pensando lo mismo? C.L.: La extradición no solo fue la entrega jurídica de Colombia. Fue la entrega de sus hijos a una justicia que en ningún momento ha sido imparcial. Sabíamos que todos los que fuéramos extraditados a los Estados Unidos estábamos condenados de antemano. Sabíamos que nos iban a tratar como a los delincuentes más peligrosos del mundo y que ante una corte norteamericana no tendríamos la menor posibilidad de demostrar nuestra inocencia. Y eso ha ocurrido. SEMANA: Entonces, ¿usted considera que su juicio no fue imparcial? C.L.: Fue un juicio montado, manipulado, con testigos comprados, pruebas falsas. Así se me condenó a cadena perpetua, más 135 años. La publicidad que antecedió al juicio demostró la inmensa deficiencia jurídica y penal que existe en los Estados Unidos para juzgar a un colombiano acusado de narcotráfico. Se me dio una sentencia por un delito que se llama conspiración de coca y no por un acto violento. Pero después de todo lo que he soportado no tengo ninguna queja contra este Gobierno ni contra el Gobierno colombiano. SEMANA: ¿Qué piensa un hombre confinado durante 24 horas del día en una celda de dos por dos? C.L.: Me siento como un turista. Sé que esto no va a durar para siempre. Tengo una fe inmensa en mi patria y sé que voy a salir pronto de aquí. En ningún momento me he desesperado, pero lógico, hay momentos de tristeza. Dos veces he visto mis lágrimas caer en el piso de esa celda. Una cuando murió mi padre, un mes después de mi secuestro, y otra cuando asesinaron a Carlos Pizarro.

Desde 1991, Lehder le venía pidiendo a Estados Unidos que lo entregara a Alemania, su segunda patria. Eso ocurrió solo después de más de tres décadas de encierro. SEMANA: ¿Usted cree que todo lo que ha ocurrido en estos años en Colombia fue producto del asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla? C.L.: La muerte de Lara Bonilla fue una muerte anunciada. Se cometieron errores tremendos de parte y parte. El más grave de los errores fue que Betancur salió de discurso en discurso declarando la guerra y, al declararla, descartó toda solución judicial y política. Y ocurrió lo que ocurrió. SEMANA: ¿El asesinato de Lara Bonilla dividió a los carteles de Medellín y Cali? C.L.: No lo veo en ese contexto. El conflicto de Cali y Medellín es un conflicto que nació después de mi extradición fulminante a los Estados Unidos. SEMANA: ¿Quién lo entregó a usted a las autoridades? C.L.: Tengo entendido que las autoridades montaron un operativo durante varios meses para lograr mi captura. Falta saber cuáles informantes fueron los que dieron el lugar de mi paradero. No quiero entrar en más polémicas sobre cómo llegué aquí. Pero hay muchos factores: 1) No me presto ni me he prestado nunca a financiar paramilitares a cambio de protección semioficial; no me presto para ese tipo de carnicerías. 2) Es claro que la extradición no existía en ese momento y podía movilizarme tranquilamente, pero me cogieron y me enviaron ilegalmente.

SEMANA: Usted ha repetido que Pablo Escobar y Lehder son como el agua y el aceite. ¿Por qué se convirtió en enemigo de él? C.L.: Nacimos en dos medios distintos, tenemos culturas distintas, pero teníamos una causa común que era la lucha contra la extradición. Hace más de cinco años que cortamos nuestra amistad y no tengo ninguna relación con Escobar. Yo no tengo enemigos, tengo detractores, opositores, calumniadores. SEMANA: Cuando usted habla de calumnias, detractores y opositores, ¿son calificativos con los cuales se quiere referir a Escobar? C.L.: Yo me refiero a que hay mucha gente interesada en vincularme a mí y a los tres hermanos Ochoa con asuntos de asesinatos y masacres con los cuales no tenemos nada que ver. Nuestra lucha contra la extradición era política y no militar. SEMANA: ¿Quiénes se opusieron y quiénes respaldaron la lucha militar que se desató a raíz del tema de la extradición? C.L.: La lucha militar se vino a conocer después de mi extradición. Comenzó con la presencia de mercenarios israelíes, los cuales participaron en la ejecución del plan para asesinar a Luis Carlos Galán.

SEMANA: ¿Había entre ustedes gente que se oponía al enfrentamiento militar para combatir la extradición o se llegó a ella por un consenso al ver que no había una salida a través de la vía jurídica? C.L.: Nunca existió un consenso general de los sindicados por narcotráfico en lo que se debía hacer. Nunca hubo grupos, nunca estuvimos juntos, cada uno trabajaba lo suyo por su lado. Los que crearon la historia de los carteles fueron las autoridades. Hoy, al ver la caída de la extradición no voy a denunciar o a criticar a quienes dieron su lucha armada. Ese fue su concepto propio. Ellos creían que era la única manera de actuar. Pero yo y los hermanos Ochoa nunca estuvimos de acuerdo con la lucha militar para tumbar la extradición. Lo único que nos identificó con los demás sindicados del narcotráfico fue que teníamos que hacer algo para acabar con la extradición. SEMANA: ¿Cómo fue su relación con los Ochoa? C.L.: Mi amistad con los integrantes de la familia Ochoa data de mi infancia. No de negocios ni de luchas, ni de narcotráfico. Hay mucho en común entre nosotros. El ganado, los caballos, los restaurantes. Ellos visitaban mucho a Armenia. La amistad con ellos es una confraternidad. SEMANA: ¿Cómo era Rodríguez Gacha? C.L.: Era un personaje bastante folclórico. Era un hombre producto de su mismo ambiente y era uno de sus mejores exponentes. Era un bandido que aprovechó la bonanza del narcotráfico para ayudar en lo que él encontró satisfactorio y benéfico a las clases más marginadas que compartían con él. No compartía sus ideas, teníamos conceptos muy distintos sobre la lucha contra la extradición.

SEMANA: ¿Cómo es Pablo Escobar? C.L.: No, no tengo comentario alguno. No tenemos una relación de amistad. Estando él en este momento preso y yo preso, no creo conveniente hacer ningún comentario. Él responderá por sus hechos, por sus creencias. Me gustaría ver que las familias de Cali realizaran un acercamiento de amistad con las de Medellín para evitar que continúe la guerra.