Cuando la cuarentena obligatoria fue decretada en toda Colombia, apenas había pasado un mes desde el fin de la edición 2020 del Carnaval de Barranquilla. Aunque la fiesta no tuvo contratiempos derivados de la existencia del coronavirus (la pandemia arrasaba Asia y Europa, pero era incipiente en nuestro país), comenzaron las preguntas entre los organizadores del evento.
“Tuvimos la sospecha desde el primer momento, porque dijimos que si no se pueden hacer fiestas, eventos masivos, nada de esto, pues va a ser muy difícil que haya un Carnaval”, admitió Mayra Pájaro, quien diseña gran parte de los vestidos que los artistas usan en el Carnaval.
Un pálpito similar fue el que inquietó a Carla Celia, directora del museo del Carnaval y de la corporación que todos los años organiza el evento.
“Nosotros arrancamos en marzo a trabajar como si se pudiera, como si fuera a haber un Carnaval normal en 2021, pero a medida que pasaban los meses, nos fuimos convenciendo –como equipo de trabajo– de que había que trabajar de una manera diferente. Pero realmente fue muy triste, muy duro”.
Entonces solo quedó una pregunta: ¿Se debe realizar o cancelar el Carnaval del siguiente año? El de Barranquilla se considera el segundo carnaval más grande de América, superado solo por el de Río de Janeiro.
La decisión estaba en manos del alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, basado en los los datos recopilados por su equipo de epidemiólogos y la visión de su secretaria de Cultura. Con más de 2 mil muertos y 70 mil contagiados por coronavirus, nadie discutió la necesidad del aislamiento.
“Decidimos seguir adelante con el Carnaval, pero virtual: eso significa que no vamos a tener eventos masivos como los recordamos los barranquilleros, como por ejemplo el de la vía 40, la batalla de flores, la guacherna, los desfiles, los conciertos y todos los eventos que pongan en peligro la salud de los barranquilleros”, explicó María Teresa Fernández, la jefe de la cartera de Cultura.
Para entender los estragos que dejó la falta del Carnaval presencial en la vida de la “Arenosa”, Fabián Yáñez, reportero de SEMANA, analizó el fenómeno desde 4 miradas distintas:
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2021: el año en que Joselito no revivió
El 24 de febrero de 2020, los barranquilleros enterraron a Joselito Carnaval. Lo que parecería una efeméride judicial para un cachaco, es en realidad un rito centenario, vernáculo, que le da sentido al Carnaval de Barranquilla.
“Joselito era un personaje de antología, del cual dicen que existió y que tenía una borrachera tal que no lo pudieron despertar. Esa misma alegoría ha sido llevada al Martes de Carnaval, en el cual este personaje jocoso, que deja un pocotón de viudas y de hijos, se muere, pero vuelve a vivir en el próximo Carnaval”, explica Carla Celia.
Si bien se decidió que en 2021 la versión virtual de la festividad lograría compensar la falta que haría este personaje en las calles, lo cierto es que Joselito les pertenece a los parranderos que lo personifican y simulan esa expresión, esa alegoría, era imposible. Por eso este año el popular borrachín no volvió, tal como decidió María Teresa Fernández: “Lo que no vamos a ver es la batalla de flores, no vamos a ver la coronación, no vamos a ver el bando, no vamos a ver el festival de orquestas ni los conciertos”.
Sin una calle por donde ser velado, ni viudas que lo lloren, este 2021 Joselito Carnaval seguirá atrapado en el sueño de Tánatos. Con resignación, los barranquilleros aceptan el Carnaval virtual para no desprenderse de su esencia.
Los estragos de la pandemia en el Carnaval
Si bien con la medida de llevar a cabo un Carnaval virtual se busca evitar las grandes pérdidas económicas y “morales” que hubiera conllevado su cancelación, aun así la economía de Barranquilla se verá afectada.
Cerca de 2 millones de personas llegaron en 2020 para disfrutar del espectáculo, lo cual le generó a la ciudad ingresos por 408.000 millones de pesos, gracias al consumo, hotelería y souvenirs, dinero que este año no llegará.
Alrededor de 55.000 personas dependen de manera formal o informal del Carnaval, según la Cámara de Comercio de Barranquilla: 25 mil son músicos, bailarines o diseñadores de carrozas alegóricas, quienes hoy pasan dificultades al no poder recibir el dinero proveniente de la convocatoria anual de la Secretaría de Cultura.
“En el año 2020 el portafolio de estímulos fue de 4.200 millones. Con la edición virtual, esperamos recibir unos 600 proyectos, para impactar a 2.000 operadores”, explica María Teresa Fernández, secretaria de Cultura de la ciudad.
El Carnaval pasó de costar 3.900 millones de pesos en 2020 a 2.500 millones de pesos en 2021. Aunque esta es una buena noticia para las arcas del Distrito, la ayuda es apenas para el 8% de esos 25 mil, a quienes hoy les tocó “irse con su música para otro lado”.
El drama de los ‘hacedores’
El término, acuñado desde mediados del siglo XX, hace referencia a quienes construyen con su arte y sus servicios el Carnaval de Barranquilla. Su profesión todo el año es ser carnavaleros. “Normalmente desde octubre preparamos todas las coreografías. Los bailarines ensayan y los músicos los acompañamos”, cuenta Róbinson Liñan, director del grupo folclórico ‘Los Chamanes’.
Los tradicionales talleres de costura en Soledad (Atlántico) que vestían a la reina, al rey Momo o las comparsas, hoy se marchitan por la falta de trabajo. “El equipo base son 25 personas, pero ahora estamos solo 6 u 8”, admite con tristeza Mayra Pájaro, diseñadora de modas. “Muy probablemente podemos haber perdido 300 millones de pesos”.
La necesidad de disfraces, trajes típicos o artistas se redujo drásticamente en 2021 y son pocos los participantes. El resto, serán ‘hacedores’, pero de tareas menos alegóricas: “A la mayoría de los músicos nos ha tocado dedicarnos a otra actividad como vender buñuelos, vender pasteles, algunos hacen “carreras” con sus autos como domiciliarios, etc.”
Barranquillero sin Carnaval, es como yuca sin suero...
“Estoy enamorado del Carnaval de Barranquilla porque a través suyo entiendo esa fanaticada con el Junior, con las playas, con la fruta; esas cosas que no veía en otros lados están aquí, reunidas y resumidas”, cuenta con orgullo Francisco Castillejo, constructor de carrozas festivas.
Muchos barranquilleros consideran un contrasentido realizar un festival virtual, porque para ellos su esencia es la calle, el jolgorio. Pero para la Alcaldía, dejar de realizar una sola edición es impensable, pues el Carnaval es guardián de la identidad cultural de Barranquilla.
“El Carnaval se lo lleva el barranquillero cuando está en Berlín (Alemania) y tiene nieve en sus zapatos, pero aun así se conecta a la batalla de flores que se está transmitiendo y se disfraza”, afirma María Teresa Fernández.
“Ser barranquillero es jugar bola e’trapo, es comer en el bordillo, es ponerse una máscara para mamar gallo, es tomarse una cerveza y pasar un buen rato. Aquí la gente se divierte con pocas cosas, porque es sencilla”, puntualiza Francisco.