Cuando Miguel Nule Velilla se codeaba con círculos de poder en Bogotá y era más elocuente, pronunció una frase que le dio la vuelta al mundo: “La corrupción es inherente a la naturaleza humana”.Él pocas veces se defendió de las cinco acusaciones que lo llevaron a prisión. Y cuando decidió colaborar, fue para enlodar a cuanto funcionario tuvo relación con su grupo, que se quebró “precisamente porque no somos corruptos”, según dijo aquella vez.Su padre, el exgobernador de Sucre Miguel Ángel Nule Amín, dijo entonces que a sus hijos no les habían perdonado el hecho de ser costeños y además, de ese departamento, de la tierra donde se aposentaron las siete plagas de Egipto.La última vez que la firma MNV, del grupo Nule, trató de contratar con el Estado fue en la licitación de la doble calzada Sincelejo-Toluviejo, obra que está paralizada por varios problemas. El contrato de interventoría, tasado en más de 3.000 millones de pesos, lo tumbaron para entregarlo a otra firma, pero por 10.000 millones de pesos. La prensa le fue adversa, pues todo lo que oliera a Nule era relacionado con corrupción.Ahora, después de pasar un tiempo en la cárcel de Corozal (Sucre), destinada a servidores públicos pero donde pagaba su condena, Miguel Eduardo Nule está en Venecia, un barrio aún distinguido pero languidecido, en el noreste de Sincelejo, una ciudad pequeña donde los hogares ubicados en los estratos 5 y 6 no llegan a los 1.000.La que fuera la casa de los Nule Amín en el antes exclusivo y ahora comercial barrio Ford funciona hoy un restaurante de comida árabe. Cerca de allí está la tienda del profesor Oswaldo Vergara, un consagrado folclorólogo que recuerda a sus antiguos vecinos con cariño: Cuando eran niños, llegaban a pedir dulces y se escapaban sin pagarlos.Para los sincelejanos, tanto el Ford como el Venecia tuvieron mejores tiempos. Los pomposos barrios de antaño se fueron convirtiendo de a poco en las residencias de exgobernadores, exsenadores y otros exfuncionarios, varios condenados por parapolítica.También allí tienen su asiento antiguos capos de las AUC que participaron y cayeron en el marasmo de una región duramente penetrada por la corrupción y en una ciudad enclavada en una especie de bomba de tiempo, donde al que no está preso lo andan buscando.Así como en antaño todos querían pertenecer al pomposo Club Sincelejo, ahora la gente quiere vivir en la Toscana u otros barrios que si bien son de menor estrato, están más libres de la lengua viperina de quienes se reúnen en las tardes para componer y descomponer el mundo.La capital sucreña, que debió crecer hacia el norte para aprovechar los bellos paisajes andinos de la Sierra Flor, volcó en cambio su desarrollo urbanístico hacia las pajas de Venecia, donde las acacias antes resistían el embate del tiempo, pero hoy se marchitan lentamente en medio de uno que otro escombro.Para la muestra, la casa del desparecido exjefe de las AUC Rodrigo Mercado Peluffo, ‘Cadena’, en donde los arbustos y la construcción amenazan ruina. En diagonal está la residencia del exsenador Álvaro García, condenado por la masacre de Macayepo. La edificación está un poco más presentable porque, desde la cárcel, el ‘Gordo’ sigue eligiendo senadores, alcaldes, gobernadores y funcionarios del sector de la Educación.En el barrio también hay historias que marcaron derroteros y comportamientos. Un prestigioso ganadero, de aquellos que aparecen en los porros y que provenía de las clases populares, jamás fue admitido en el Club Sincelejo. En represalia, mandó hacer la fachada de su casa igualita a la del Club.Pero Venecia fue permeada de otras formas porque los lotes de engorde abundaban, eran amplios y de libre venta. De ese modo, exalcaldes con empresas que figuran en los ‘Papeles de Panamá’, funcionarios investigados por corrupción, ‘paras’ y testaferros de servidores públicos, entre otros, sacaron pecho al mudarse allíLos tradicionales habitantes fueron dispersándose por otros sectores, en conjuntos modernos. Y Venecia terminó pareciéndose al variopinto barrio Los Nogales de Barranquilla, construido en la década de 1980 por los marimberos de La Guajira.No todos los que viven allí son cuestionados, pues también reside gente sin tacha, como catedráticos, excelentes abogados y hasta el más grande folclorista de la sabana, Ismael Vergara del Castillo, ‘Pey’, quien es el más querido amigo de los Hermanos Zuleta, entre muchos otros.Ellos, quienes lograron su bienestar limpiamente, no tienen por qué pagar el acecho de los paparazis criollos que por estos días montan sus cámaras al frente de una casa recién remodelada de la carrera 49A, en busca de una fotos de Miguel Nule, un tipo al que también se le fue la lengua, al parecer.Él pasará sus días en esta amplia casa, luego que un juez le otorgó el beneficio de detención domiciliaria, tras acoger el dictamen de varios médicos que le diagnosticaron obesidad, síndrome metabólico, intolerancia a los carbohidratos, dislipidémia tipo hipertrigliceridemia, nódulo tiroideo, hipotiroidismo de novo, cardiomiopatía isquémica, hipertensión arterial, síndrome de apnea obstructiva del sueño, trastorno de ansiedad, trastorno de bipolaridad y depresivo mayor.Este hombre, que cuando estuvo más sano ayudó al desfalco de las finanzas públicas de Bogotá, quizá mejorará de sus males pronto en Venecia. Su hermano Guido, mientras tanto, disfruta también de la casa por cárcel en el barrio Golf de Barranquilla. Es majadería decir que lograron hacerle el quite a la cárcel.