María Jimena Duzán publicó en la última edición de la revista SEMANA una entrevista con la guerrillera Laura Villa, una las personas que representa a ese grupo armado en la Mesa de Diálogos en La Habana, Cuba.En la misiva, Laura Villa expresa su profunda molestia porque considera que el reportaje que se publicó “hace parte del trabajo de los medios para construir “realidades” ficticias a través de la manipulación de la información, revelando su carácter de clase en favor del dominante bloque de poder neolioberal (sic)”.La insurgente también manifiesta su desazón porque “me muestra con el rótulo de exguerrillera (lo cual es un insulto para mí)”.Hay que aclarar que la calificación de “exguerrillera” se puso en el sumario de la entrevista que se publicó en la edición de Semana.com y nunca en la versión impresa de la revista. El error duró solo unas horas y fue corregido de inmediato. Semana.com presenta excusas a Laura Villa y a María Jimena Duzán por las molestias ocasionadas.A continuación se publica íntegra la carta de la guerrillera a la periodista de SEMANA “Carta de las FARC *La “entrevista” de María Jimena Duzán a Laura Villa: Otra manipulación mediática* *Señores revista Semana. La presente para lo siguiente:* Diré de entrada que la “entrevista” a la que me refiero en el título de este texto me parece un libelo de propaganda política contrainsurgente. Sin duda el escrito hace parte del trabajo de los medios para construir “realidades” ficticias a través de la manipulación de la información, revelando su carácter de clase en favor del dominante bloque de poder neolioberal (sic). Peligrosa mujer María Jimena. Ella sabe organizar su farsa: diseña su versión de la guerrillera frustrada que actúa en la Mesa de Diálogos, sin mayor formación, como chapoteando en un mar de incertidumbres, para contraponerla a la imagen de la mujer negociadora del Gobierno que la misma gran prensa ha mostrado con bombos y platillos como exitosa, preparada, y respaldada. María Jimena, no tiene rostro sino careta; y bajo la máscara de atenta mujer conversadora, que sólo busca charlas desprevenidas, casi amistosas o de extraña curiosidad filosofal, va armando conversaciones difusas, impulsadas por adulaciones hipócritas entremezcladas con afirmaciones-preguntas infundadas, que apuntan a presionar respuestas que se acomoden a sus hipótesis aviesas. Después, según se ve, terminan convirtiéndose en textos acomodados a manera de entrevista que desechan lo esencial, las verdades que más interesan al entrevistado, los contextos que dan sentido a lo que éste siente y sueña, las razones por la causa a la que entrega su vida, para convertir todo en falacias atiborradas de fragmentos sacados del discurso con las pinzas de la malintención. María Jimena logra su propio personaje de ficción, pero con los peores propósitos de la guerra sicológica. Durante la “entrevista” primero me muestra con el rótulo de exguerrillera (lo cual es un insulto para mí) atendiendo a su propia urgencia estipendiada de sugerir a los jóvenes, hombres y mujeres, que luchan con heroismo en las montañas de Colombia, el camino de la desmovilización. De inmediato, desconociendo mi condición de médico titulado, pone sus mentiras en mis labios para convertirme en la estudiante que no terminó su carrera, cuyo sueño es seguir estudiando para recuperar el “tiempo perdido”. Debería tener un poco de pudor y al menos no haber colocado sus invenciones como argumentos míos. Bajo criterios subjetivos y arbitrarios escoge e inventa juicios para crear la fábula que mejor se acomode a la tarea de cancerbero del statu quo que le imponen sus amos; pero no colocó, por ejemplo, mi opinión sobre el proceso de paz, mi explicación clara y precisa de que en la Mesa hay dos visiones contrarias: la del gobierno, la cual al servicio del capital busca cambiar armas por votos pero para hacer realidad sus proyectos minero-energéticos, agroindustriales y de extranjerización del territorio. La otra posición es la de la guerrilla, la que yo comparto y defiendo con convicción, sencillamente porque es la posición que defiende a las mayorías, con objetivos claros como el de la reforma agraria integral, los cambios profundos en la estructura del Estado, la reforma política, la reforma a la justicia y al sistema electoral, entre otros. Fui clara en expicarle mi apresiación (sic) política del proceso, que quedaban bastantes temas pendientes y que estos solamente se podían resolver a través de una Asamblea Nacional Constituyente. Y agregué que respecto a mi expectativa frente a un posible acuerdo, pensaba que era bastante difícil concretarlo por la actitud mezquina del gobierno, por su práctica de actuar con unilateralidad, poniendo obstáculos el marco jurídico y el referendo; le expresé también, que quien realmente estaba sosteniendo el proceso era el pueblo colombiano. Pero parece que nada de esto le interesaba a la doña. Ella me indagó en tono de afirmación sobre que por datos de encuestas se sabía que los colombianos no querían que la guerrilla ejerciera la política, en torno a lo cual le expliqué que eso correspondía a una matriz mediática, que obviamente nadie iba a gritar a los cuatro vientos su intención de voto por Timoleón Jimenez porque eso en Colombia el terrorismo de Estado no lo perdona, pero que le preguntara a cualquier ciudadano sobre temas como el desempleo, la pobreza, el sistema electoral, el congreso, el desempeño de los presidentes, a ver si se sentían identificados con estas política,s y la conclusión palpable sería la del descontento popular. Agregaría, entre tantas otras cosas de importancia para el país, no chimes y falsedades sobre asuntos personales, que ante la eventualidad de un acuerdo mis proyectos particulares son lo de menos, porque ser guerrillero implica despojarse de todo interés personal para encaminarse hacia una transformación social, y en ese sentido, más allá de pensar el futuro en función de alguna actividad personal, mi interés principal es ocupar un espacio al servicio de la sociedad. En la guerrilla uno se despoja de pensamientos individualistas y se proyecta más hacia el colectivo, fue la lección que traté de darle a María Jimena. Al parecer no la aprendió. Aunque tengo claridad de que la democratización de los medios solamente se podrá conquistar democratizando la sociedad, y que esta se logra a través de la acción organizada y decidida de las masas, aspiro a que esta necesaria réplica contribuya en algo. Ojalá María Jimena, usted le dé a esta nota la misma difusión que a la suya. Si mal no estoy, esto tiene que ver mucho con la cacareada ética periodística. Laura Villa Guerrillera de las FARC-EP”.