A diez días de ir a las urnas para definir candidatos presidenciales y nuevo Congreso, de lo que fue el proyecto político Centro Esperanza no queda prácticamente nada.
Quedan unos precandidatos que de todas maneras irán a las urnas por la fuerza de las circunstancias, porque jurídica y técnicamente ya no pueden desbaratarse más. Pero proyecto ya no queda.
Los precandidatos de Centro Esperanza representan hoy cada uno lo suyo. Son muchas más las cosas que los distancian que las que los unen.
Aunque obviamente iban a competir entre ellos para quedarse con la candidatura presidencial del “centro”, sus protagonistas convirtieron la coalición en un cuadrilátero. En una batalla campal.
El proyecto de coalición en vía de extinción ha dedicado más tiempo a tratar de subsanar sus ataques internos que a las propuestas.
De los siete precandidatos que inicialmente irían a disputar la candidatura que se presentaba como la solución a la polarización, a las contiendas entre las extremas izquierda y derecha, quedaron cinco.
Pero los cinco que quedaron y que irán a la consulta este 13 de marzo (Alejandro Gaviria, Jorge Enrique Robledo, Juan Manuel Galán, Sergio Fajardo y Carlos Amaya) ni se hablan. Algunos ya dieron por rota la alianza y pase lo que pase en las urnas, su viaje a segunda vuelta estará marcado por la ruptura.
Íngrid Betancourt, quien decidió aspirar a la Presidencia a última hora, protagonizó el primer round en la coalición cuando acusó a Alejandro Gaviria de meterse con corruptos y clientelistas y de violar los acuerdos internos.
Ella quiso echar a Gaviria de la coalición, pero al fracasar en su intento se fue ella. Hoy avanza en solitario hacia la primera vuelta.
El encono con sus anteriores aliados la ha llevado a pedir públicamente que nadie vote por el Centro, porque es un proyecto clientelista, todo lo contrario de lo que habían acordado.
“Los miembros de la coalición están secuestrados por las maquinarias de Alejandro Gaviria, porque tienen un compromiso legal”, dijo Íngrid.
Pero la dureza de los ataques de Íngrid a Gaviria fueron superados por Jorge Enrique Robledo, quien sí dio por “terminados” sus compromisos con Gaviria.
“Nos sentimos relevados de cualquier compromiso con Alejandro Gaviria. Cualquier compromiso que haya con Gaviria, terminó”, dijo Robledo, visiblemente molesto.
Eso quiere decir que si Gaviria gana la consulta, Robledo no lo apoyará para primera vuelta.
Las relaciones entre Gaviria y Fajardo también están “reventadas”, por utilizar el término de Íngrid.
Gaviria ha calificado a Fajardo de “tibio” y “fundamentalista moral”. Y le ha cuestionado que no asuma posiciones firmes sobre los principales problemas del país.
Gaviria le echó en cara a Fajardo que tuviera investigaciones por su gestión pública, mientras él no.
Fajardo, poco dado al insulto y a la reacción en caliente, dijo: “Lo que he visto alrededor de Alejandro Gaviria es perturbador, yo nunca me imaginé que eso fuera a ser. Y entiendo muy bien lo que dice Jorge Robledo”.
Lo que todos le cuestionan a Gaviria es que haya decidido apoyarse en maquinarias para conseguir votos.
En el acuerdo fundacional de Centro Esperanza se determinó que no recibirían apoyos de sectores que estuvieran con el actual gobierno de Iván Duque o que se hubieran opuesto a la implementación del proceso de paz con las Farc.
La ira de los miembros de la coalición contra Gaviria ha ido en aumento porque este no para de recibir apoyos de estructuras que a juicio de sus compañeros son corruptas.
Si la relación de Robledo y Gaviria es irreconciliable, según lo dicho por el primero de manera pública, con Fajardo no es menos grave.
Más allá de que Gaviria haya recibido los apoyos que sus compañeros consideran una “traición”, lo que también es cierto es que hay toda una preocupación porque el exrector de Los Andes les gane.
Hoy Gaviria es una seria amenaza para Fajardo. Hasta hace unos meses, muchos creían que como Fajardo estuvo a punto de ir a segunda vuelta en 2018 con una amplia votación, tenía todo ganado, pero eso ha cambiado.
De hecho, sectores importantes que lo apoyaban en 2018, como Claudia López y Angélica Lozano, lo abandonaron. Angélica ha dicho que Fajardo significa el “pasado”.
Gaviria lo ha entendido así y por eso dijo que no vino a la coalición Centro Esperanza a ser “subordinado de Fajardo, sino a competir”.
Si Gaviria gana la consulta no tendrá el apoyo “decidido” de sus compañeros, que hoy son más vistos como “enemigos” que como aliados.
Si la gana Fajardo no será tan fácil tener el apoyo incondicional de Gaviria después de tantos ataques, aunque en política todo puede ocurrir.
Juan Manuel Galán y Carlos Amaya también han protagonizado enfrentamientos públicos desgastantes. Galán cuestionó que Amaya le haya recibido puestos a la alcaldesa Claudia López. Por eso lo señaló de clientelista.
Amaya, airado, les preguntó a los Galán cuáles han sido sus méritos para haber ocupado tantos cargos públicos, distintos a ser hijos de Luis Carlos Galán. Entre ellos dos las cosas tampoco quedaron bien.
El hecho de que Galán tenga su propio partido, su propio proyecto político heredado de su padre -el Nuevo Liberalismo- lo deja con menos preocupaciones frente a la suerte de Centro Esperanza.
De todos los precandidatos de Centro Esperanza, Galán es el único que tiene listas propias al Congreso. Y sea cual sea la suerte de Centro Esperanza, él seguirá con su Nuevo Liberalismo como eje principal de su carrera política, con su hermano Carlos Fernando Galán.
El exgobernador de Boyacá Carlos Amaya tampoco ha participado en las peleas, más bien ha sido mediador y no es favorito para ganar la consulta.
Amaya estuvo a punto de renunciar a su precandidatura hace unos meses por presión de la alcaldesa Claudia López y Angélica Lozano.
Serán las urnas las que decidan este 13 de marzo la suerte de esta coalición que ha brillado más por sus dificultades que por sus propuestas.
Un viaje a primera vuelta en plena división, y con el viento en contra desde adentro, debe preocuparlos.
Centro Esperanza fracasó en enviar un mensaje de unidad a los colombianos, frente a las tensiones que representan los sectores de izquierda y derecha.
Fue contra la polarización de esos extremos que Centro Esperanza nació como un proyecto político, pero terminó más confrontada internamente que sus contradictores de lado y lado.
Uno de los grandes sacrificados es Humberto de la Calle, la cabeza de lista visible por Centro Esperanza, al Senado, como figura de renovación.
De la Calle ha estado en varias ocasiones a punto de renunciar a sus aspiraciones ante la división de sus compañeros.
En su proyecto de campaña estaba la idea de ir abrazados con todos los precandidatos en busca de ese voto de centro, pero apenas se desplaza solo entre ciudades invitando a tomar café a sus simpatizantes en cualquier tienda de barrio.
A sus 75 años, De la Calle ha sido ministro de Estado, vicepresidente, registrador, fue el gran líder de la Asamblea Constituyente como ministro de Gobierno de César Gaviria, pero todo hace pensar que esta será su última faena política, la que seguramente recordará más por los dolores de cabeza y la incertidumbre que por los trofeos alcanzados.